El guitarrista Carlos Moscardini es uno de los secretos mejor guardados de la música popular argentina. Se presentó en más de veinte países, sus obras integran programas de estudio en conservatorios de Argentina y Europa, y son interpretadas por reconocidos guitarristas del mundo, como la alemana Nora Buschmann, que acaba de grabar un disco con música suya. Oriundo del sur del Conurbano bonaerense, Moscardini construyó un estilo guitarrístico que abraza la mixtura del suburbio: su música admite milongas, huellas, cifras, tangos, vidalas, tonadas, guaranias y gatos, entre otros estilos. “Siempre me gustó pensar que las canciones ya están hechas en alguna dimensión y uno lo que hace es descubrirlas”, dice sobre el espíritu de su nuevo disco, El juego (2024), que presentará este viernes a las 20.30 en Auditorio de la Fundación San Rafael (Ramallo 2606).

“A mí me interesa la música como una forma de comunicación con la historia también. Y para continuar la historia uno tiene que aportar la propia”, resalta Moscardini. “A veces uno lucha contra posturas muy tradicionalistas. Yo amo la tradición, pero el tradicionalismo a veces se convierte en algo peligroso porque no deja avanzar. Lo que intento hacer es ponerle mi propia impronta a esa música que me cautivó y que llevo en mi corazón. Por eso aparecen esas milongas tratadas de manera diferente a como se las trató en otras épocas”, dice. “Las especies de la música argentina no vienen de la nada. A eso intento aportarle sonoridades y estéticas que tienen que ver con mi historia y mi tiempo”.

En su octavo disco, que está centrado en la música argentina, entrega nueve composiciones propias y dos versiones: la huella “Yo te pido San Roque”, de Omar Moreno Palacios; y “Moscato”, un gato que su amigo Juan Falú le dedicó a él. A diferencia de su disco anterior, Silencios del suburbio (2012), que estaba integrado por piezas instrumentales, en este caso su hija Julia Moscardini canta en tres canciones: “Vidala del lloradero”, “Lancha almacén” (rasguido doble) y “Duérmase sin penas”. “En el folklore no está tan explotado el canto austero y por eso me gusta mucho la propuesta de ella. Ese sentido jazzístico llevado a la música argentina me resultó muy interesante”, explica Moscardini. “Tengo un enorme respeto por la canción popular, entonces quise volver a incorporarlo”, dice el también docente de guitarra.

-¿Te interesa especialmente retratar las especies musicales de tu territorio, como la milonga, el estilo o la huella?

-Lo vivo de manera muy natural, no es algo que me lo proponga. Ahí vuelvo a la idea del suburbio. Yo recibí músicas de toda la Argentina y por supuesto que tengo un arraigo particular con las músicas de la llanura pampeana, porque me toca muy de cerca. Pero en realidad a mí me llegó todo: la música del noroeste o del Litoral, que son parte de mi propia historia. Si bien tengo un arraigo particular con la música de la llanura pampeana, me siento argentino más que regionalista. Y como argentino trato de siempre de tener un vínculo amoroso con las músicas de todo el país. Por eso trato de escaparle al regionalismo tradicionalista. El sentido de argentinidad es lo que más me motiva.

-Como continuador de la tradición de la guitarra argentina, ¿cómo ves el estado actual de la música popular?

-Estamos en un momento complicado a nivel cultural. Hay todo un avasallamiento de las músicas del mundo y de lo mediático sobre la cultura popular. El pueblo de hoy no es el de hace cuarenta años, que recibía músicas y canciones que habían surgido del mismo pueblo. En cambio ahora se recibe todo desde los medios. Y eso genera un conflicto de identidad también. Sin embargo, hay mucha gente que está tocando muy bien la guitarra. En ese sentido estamos bien: en la calidad técnica y la información que manejan los guitarristas. Pero lo que nos falta es valorar ciertas cuestiones identitarias de las músicas y promover a los artistas que están haciendo buenos trabajos tanto en el tango como en el folklore. Pero falta difusión y apoyo en materia de políticas culturales para promover a los proyectos que no son masivos. El trabajo del guitarrista, además, es muy solitario. Tenemos una cultura muy importante en la guitarra solista, pero es muy difícil llevarlo adelante. La gente de otros países valora mucho más que nosotros la música argentina.