Es lógico que el éxito mundial de las novelas de la trilogía Millenium de Stieg Larsson haya popularizado el nordic noir o policial escandinavo, porque eran ediciones póstumas que agregaban una mayor oscuridad. De golpe todo el mundo investigaba la literatura de una voz ya muerta que se hizo célebre: las novelas aparecían como un testamento macabro. Como fenómeno cultural, con novelas, películas y series, el nordic noir se convirtió en un género que se viralizó como gran saga de pop oscuro en este milenio. El historietista e ilustrador español Francisco Torres Linhart también pasó por la trilogía de Stieg Larsson, pero fue más allá. “Después de leer Millenium tuve ganas de seguir profundizando (siempre como lector) en este género y leí algunos libros de Jö Nesbo y de Camilla Lackbert. Justamente leyendo La princesa de hielo de Lackbert tuve la idea de hacer algo similar. O sea, un cómic negro situado en esos parajes fríos, ese fue el germen de Röd i Snön, un simple deseo de hacer algo ambientado en esos lugares, sin tener siquiera un argumento o una idea primigenia”, recuerda Linhart el inicio de su historieta con nombre sueco, que le da un giro más pop que oscuro al nordic noir, y que tardó más de tres años en completar desde que fue publicando una primera versión en su Instagram (su dirección es @f.linhart).
El inspector de seguros Arne Gunnarsson llega a Karlsbacka, un pueblo perdido en el centro de Suecia, para investigar la legitimidad de la muerte de Jakob Olsson, cuyo cuerpo había sido encontrado con la cara deformada y ambas manos mutiladas en medio de un bosque nevado. Un crimen truculento que nunca había sido resuelto por la policía a pesar de que ese pueblo es habitado por pocas personas. Linhart hace la primera movida maestra con su estética: contar la truculencia con el filtro del paisaje. La sangre en la nieve (la traducción de su título) se diluye hasta quedar rosada, atemperada su brutalidad roja, la historia encuentra esos tonos suaves para contar la oscuridad gore. Hay incluso algo del dibujo a lápiz negro y del coloreado digital con colores claros que podría remitir a un tipo de ilustración infantil, sumando lo caricatural de las figuras humanas sus cuatro dedos y pies diminutos. Una estética que saca la muerte de lo lúgubre pero sin filtrar la truculencia, como mirar el misterio de lo macabro a los ojos con perplejidad para encontrar los grises, las texturas y los matices emocionales. El evitar el luto como prescripción y representación de la muerte es sacarla de su ritual institucional, y la trama apoya también esa idea: saca a la investigación del ámbito de lo policial, donde no se pudo resolver el crimen. El inspector de seguros que investiga ahora, como en la novela negra estadounidense, no es el lugar de lo racional ni de la ley: es una persona desequilibrada, acosada por un doble imaginario siniestro, con alucinaciones esquizoides. Ese personaje que llega a un pueblo de freaks, al estilo Twin Peaks, es tan freak como cualquier otro. Para Linhart el nordic noir y su paisaje nevado es un territorio en blanco, que se sacude las convenciones, para explorar de forma personal las huellas de muerte en la vida. De hecho, el personaje resuelve el misterio alejándose de la empresa de seguros para la que trabaja y explicando que su investigación es eminentemente personal. Es la genialidad de devolverle a la muerte inevitable un lugar cercano de humanidad.
Aunque su obra como historietista comenzó a fines de los ’80 en la revista El Víbora, este es la primera novela gráfica de Linhart, quien se especializó la década siguiente en el cómic y la ilustración infantil. En el libro Del otro lado y otras historias (2015), que compila sus historietas cortas, demuestra parte de su estilo histórico como autor de línea clara. La historieta que da título al volumen está protagonizada por Pablo Picasso, Lenin, Elvis Presley, Einstein y John Lennon, quienes se encuentran tras la muerte en un lugar que no parece ni el cielo ni el infierno sino un decorado expresionista asfixiante. A diferencia de Röd i Snön, en esa historieta el lugar de la muerte es lúgubre y angustiante pero se lo mira con los mismos ojos perplejos, tal vez cerca de algunas historietas de Jason, el historietista noruego que también usa celebridades como personajes y tiene un tono similar a Linhart para narrar la violencia (Jason tal vez haya sido el primer autor en llevar el nordic noir al comic con su adaptación de la novela policial pionera The Iron Wagon, de 1908, del también noruego Stein Riverton). Ese lugar claustrofóbico de la muerte en Del otro lado se da vuelta en Röd i Snön, que marca un gran cambio en la obra de Linhart.
Lo que cambia también es la perspectiva policial por otra donde termina hablando más que del crimen, de otros temas como el suicidio, la eutanasia, el dolor de la enfermedad, la supervivencia después de la pérdida. Antes de ponerse a dibujar Röd i Snön para su Instagram (donde actualmente está publicando una adaptación de Otra vuelta de tuerca, de Henry James), Linhart venía de un doloroso proceso de dos años dedicados a cuidar de su pareja, con largas estadías en el hospital, que terminó con la muerte de ella. Frente a la pregunta si la historieta era su catarsis o parte del duelo, Linhart responde que nunca se lo planteó realmente como una catarsis. “Digamos que cuando empecé este libro esa catarsis ya se había producido. Cambié de casa, de ciudad, de vida... Pero sí debo reconocer que, a partir de entonces, la pérdida y el duelo son unos de mis temas recurrentes. Incluso sin pretenderlo siempre están ahí, pueden estar presentes o agazapados, pero siempre acechando. Es curioso darme cuenta que, antes de esta pérdida, la muerte era uno de mis temas preferidos, y de ello es testigo Del otro lado. Ahora, en cambio, ha dejado paso al duelo, que no es más que la forma de sobrellevar o superar la muerte de nuestros seres queridos por parte de aquellos que seguimos vivos. Digamos que antes me centraba en los que se iban y ahora lo hago en los que se quedan”.
En una de las mejores secuencias de Röd i Snön, un personaje llamado Tanaka, tras una experiencia directa con la muerte, inventa un dispositivo visual para que alguien postrado en la cama de un hospital esperando la muerte tenga experiencias estéticas que hacen que sus días valgan la pena. La historieta de Linhart, con su delicadeza estética a lápiz y su suavidad digital, permite avanzar en una trama de sofisticada truculencia freak que se convierte en el dispositivo visual de Tanaka: ventanas múltiples que permiten disfrutar la vida desde otro lado.