Tito es mucho más que un dramaturgo, es una persona comprometida con el teatro argentino y con el teatro independiente desde que tengo uso de razón, alguien que peleó por la Ley del Teatro, creador de la Fundación SOMI. Cuando en el independiente se estrenaban obras mayormente extranjeras, el Teatro del Pueblo era el único espacio donde se apostaba a obras de autores nacionales, había una defensa del autor nacional y esa fue una lucha permanente de Tito. Hoy estamos acostumbrados a eso, pero en aquella época las salas estaban abarrotadas de textos extranjeros. Él luchó por la Ley Nacional del Teatro, pergeñó lo que hoy es el Instituto Nacional del Teatro y siempre fue una persona abierta a todo tipo de diálogo y debate. Como espectador tengo recuerdos imborrables como ver Gris de ausencia en el Picadero antes de que la dictadura atentara contra ese teatro o El viejo criado en el Payró. Creo que fue la única vez que se animó a dirigir y lo hizo muy bien, una obra realmente hermosa. Tuve la suerte de conocerlo y tuve la suerte de pelearme con él. Junto con el grupo Caraja-ji protagonizamos una pelea que se hizo bastante pública. Lo digo con una sonrisa porque eso no impidió que tuviéramos una relación de muchísimo respeto, pero él no daba el brazo a torcer. Recuerdo que una vez me trajo una obra suya para tener mi opinión, respetaba mucho mi mirada. Es un referente no solo por su dramaturgia sino también por su gran sentido de la comedia, su compromiso con el teatro, siempre mostrando que se puede luchar en la coyuntura para lograr que el camino de la cultura, y especialmente del teatro, esté allanado y garantice un futuro saludable. Cada vez que uno se encuentra en dificultades respecto de la situación cultural argentina, pienso en Tito, en su historia y en todos los obstáculos que atravesó. Tuvo una actitud combativa pero siempre constructiva, nunca dejó de producir teatro y esa es la mejor manera de defender nuestra cultura teatral.
*Dramaturgo y director.