De un tiempo a esta parte, en la cartelera local explotaron los musicales, crecieron en cantidad y calidad. Que las producciones "ya tienen poco que envidiarle a Broadway" es una frase que circula entre los espectadores a la salida de los teatros, pero en este caso tiene su comprobación empírica. Come from Away, el espectáculo de The Stage Company, la compañía que dirige Carla Calabrese, viene cosechando premios desde hace tres temporadas. Pero hay uno que llegó de afuera: fue convocado para hacer una temporada de seis meses en el teatro Marquina de Madrid, adonde se instalará la compañía completa -quince actores, ocho músicos, más todos los directores creativos- a partir de septiembre. Se reconoce, de este modo, la calidad de la adaptación local del éxito de Boradway. Hay tiempo para verlos antes aquí: retomarán una breve temporada en el Maipo que los vio nacer, hasta agosto, con funciones los viernes, sábados y domingos.
Come from Away cuenta una historia real: la de más de 7 mil pasajeros de lugares muy diferentes del mundo que quedaron varados durante cinco días en la isla de Terranova, en Canadá. Fue aquel 11 de septiembre de 2001 en que 38 aviones fueron desviados de sus destinos para aterrizar allí, triplicando la población del pueblito isleño de Gander, de un día para el otro y si aviso previo, obligando a un inédito operativo para dar albergue, comida y contención a toda esa gente. Lo que sucedió entre ellos en la intensidad de esos días, y lo que destaca la obra, es una conmovedora historia de solidaridad y de resiliencia.
"Lo que hacemos en la Argentina es magia. No sólo nuestras producciones tienen el nivel de Broadway o aún mejor en ocasiones, sino que realmente somos un centro teatral muy importante en Sudamérica", se entusiasma Calabrese al momento de la evaluación. Cuenta la devolución que tuvieron de parte de los autores canadienses -Irene Sankoff y David Hein, creadores del suceso que recorrió el mundo- cuando vinieron a ver en 2022 la versión local. "No se lo esperaban", asegura. De allí, sintieron que la puerta quedaba abierta para comprar los derechos también para Madrid.
Dieron un paso más: a diferencia de otros proyectos que culminan en coproducciones entre ambos países, llevando la adaptación y desarrollándola allí, ellos instalaron The Stage Company en Madrid. Toda una compañía de 35 personas más otras áreas técnicas que se cubren allí, con todo lo que ello implica. Mientras tanto, la "pata argentina" de esta compañía que el año que viene cumple 20 años, y que comenzó como un pequeño proyecto de obras en inglés para escuelas, sigue desarrollando proyectos y reposiciones como Shrek, de gran éxito todos los años en las vacaciones de invierno.
Viaje a los orígenes
"Esta obra no deja de darnos sorpesas", dice Calabrese, y recuerda el viaje a Terranova al que fueron invitados -también con todo el extenso elenco completo- el año pasado. Allí asistieron a una reposición canadiense de la obra, en el mismísimo pueblo de Gander, junto al elenco original, en los lugares "reales" y con los protagonistas "reales" de la obra: la maestra, el dueño del bar, la veterinaria, el alcalde, que en 2001 recibieron a pasajeros con los que no compartían lenguas ni costumbres.
"Imaginate cómo volvimos al escenario después de conocer a los mismos personajes que estábamos haciendo, los de la vida real, y que nos recibieran como mostramos en la obra, que nos abrieran las puertas de sus casas, que nos cocinaran y dieran de comer en la escuela, que nos cantaran en el bar, que nos acompañaran al aeropuerto al que llegaron los 38 aviones, todo igual. Es un pueblo que realmente es así como se cuenta en la obra, y como en la Argentina también hay, un pueblo de puertas abiertas", cuenta.
¿Por qué una historia que ocurrió en la otra punta del mundo, más de dos décadas atrás, llega tan profundamente a los espectadores? Calabrese cree que esta es una obra que hoy "nos hace falta". "Yo siento que el público se va como si lo hubieras abrazado. Come from Away muestra cómo un grupo de gente, en una circunstancia inesperada, tuvo que aprender a abrirse para comprender las diferencias culturales, raciales, religiosas, de género. A ceder su territorio propio, a abrir sus casas, a recibir con afecto, a ponerse en el lugar del otro. A ser humanos", define la directora, productora y actriz, que en la obra encarna también el papel de la zafata, entre otros.
"Con el nivel de violencia que hoy vivimos en la calle y en el mundo, muchos fragmentos de esta obra empiezan a cobrar otro sentido. Desde que se estrenó, pasaron muchas cosas. Pasó la pandemia, pasó la efervescencia con la que salimos de la pandemia, y ahora creo que llegó una desazón tremenda. Estamos viviendo la deshumanización cotidiana, aparece odio que no conocí en mi vida", advierte pensando en la Argentina, pero también en el mundo, la Franja de Gaza, Europa. "Más que nunca el mundo necesita recibir historias como ésta, que muestra que lo único que nos puede salvar, es tratarnos como seres humanos", concluye.