“Tu casa es mi casa”, dicen los mexicanos. El antes y el después soviético tras la muerte de Stalin y esas palomeras habitacionales conocidas como las “Kruschevkas”. Lo mismo vale para “las máquinas de habitar” de Le Corbusier en la capital francesa. O el sueño americano expresado a través de su conglomerado suburbano. Si la identidad nacional se expresa a través de sus viviendas, La casa de LXS Fernández (estreno este sábado a las 19 por IP) se toma la tarea de analizar dos siglos de argentinidad con su particular proyecto de docuficción. “O cómo tipología de vivienda plasma una determinada época”, dice su ideólogo Francisco “Pancho” Yofre . Cada sábado se emitirán por la señal de la TV paga dos episodios de la entrega ganadora del concurso Nacional de Series del Incaa (2019).

La casa de Lxs Fernández ofrece múltiples y amplios ambientes a ser recorridos. Desde el encuadre ficcional, junto a entrevistas y material de archivo, más las animaciones de Ayar Blasco (Mercano, el Marciano). Por un lado, aparece la historia de Walter Fernández, un ilustrador que atraviesa una crisis vocacional (interpretado por el propio animador de la serie) que debe hacerse cargo de la salud de su tía (Sandra Sandrini). En esa tarea lo asistirá su amiga Julieta (Sofía Gala Castiglione), suerte de directriz moral sobre lo que sucede con esa casona que hace babear a una empresa constructora. “En un solar como éste, sabe el edificio, la torre, las amenities que podríamos conseguir”, dice un personaje por allí.

A su vez, Walter está atrasado con la entrega de las ilustraciones para un libro que se titula 200 años de viviendas argentinas. Excusa para que brote la pata documental sobre distintos metros cuadrados, rancherías, o la ausencia total de vivienda, más las opiniones de referentes e implicados en el asunto (Jaime Sorín, Eduardo Blaustein, Pitu Salvatierra, María Pía López). Cuenta su directora Lucía Vasallo (Cadáver exquisito) que encarar este proyecto también incluyó varios bocetos antes de colocar el primer ladrillo narrativo. “Lo mío fue como unir todos los pedazos”, dice la realizadora. “La idea fue la de mezclar la ficción, a través de las peripecias de una determinada familia con su ascendente genealógico y lo que pasa ahora con una propiedad que puede hacerse guita. Y eso que sirva de entrada para el anclaje documental más duro”, suma Yofre.

 

El proyecto comenzó a gestarse en la mente de Yofre desde la época de la toma de terrenos en el Parque Indoamericano. Se fue “enganchando con el tema, tendiendo puentes” hasta que se la comentó a un referente del documental militante como David “Coco” Blaustein. La realización de Zafra, significativamente, resultó el último trabajo del hacedor de Cazadores de utopías, Botín de guerra y Hacer patria, entre otros reconocidos largometrajes. “Hasta lo hicimos actuar a Coco: cuando arranca el primer capítulo, el que hace de padre de Walter es él. Era el padre de la serie, tenía que hacerlo. Renegaba de la idea pero al final un día fui a la casa, me esperó con masitas y me dijo que se había estudiado la letra”, cuenta la directora. Amén del humor y ciertas notas costumbristas, el sello político también está presente en la serie. 

Cada episodio explora la tensión entre modelos de vivienda que van del desarrollo inmobiliario de los ’90 de Puerto Madero y su contraposición con la falta de viviendas para los sectroes carenciados. O sobre la reformación edilicia en Buenos Aires en los ’60 con la consabida erradicación de las villas en la zona norte de la ciudad, pasando por las casas a la californiana de la Fundación Eva Perón, las casas chorizos, conventillos, palacios de la oligarquía hasta llegar a la casa en tiempos coloniales. “Toda vivienda expresa un momento, directa o indirectamente. El chalecito peronista tomaba las ideas del ascenso social, pero copiaba a las películas de Disney. Según lo que cuenta Daniel Santoro, cuando Evita impulsó la vivienda peronista tuvo muy en cuenta que la gente miraba las películas de Hollywood. La casa era para mamá, papá, hijos y perro. La ley de propiedad horizontal, ni hablar. Después tenés los ’90 con la financiación del espacio público, o como lo público se vuelve privado. De uno u otro modo la cotidianeidad siempre se expresa en esas construcciones”, dice Yofre 

-¿Cuán difícil fue esa operativa de mezclar ficción, animación y documental?

Lucía Vasallo: -Cómo todos los procesos audiovisuales, llevó tiempo. Cuando me convocaron había una determinada idea y luego fuimos llevándola hacia otro tipo de construcción por los recursos de los que disponíamos. No nos daba para hacer algo de época, pero había que contar doscientos años de historia, así que el mayor desafío fue el de mezclar las épocas. Entonces se me ocurrió lo de la animación y Ayar Blasco siempre me pareció muy divertido, tiene un estilo de animación 2D con una impronta muy particular. Ayar me gusta como dibujante y actor, soy amiga de Sofia Gala Castiglione, ellos son amigos, se lo propuse a los productores. En sí, fuimos cocinando con lo que teníamos en la heladera. Luego paramos en pandemia y recién volvimos a arrancar en 2021.

-Los episodios comienzan con la siguiente cita: “habitar es el presente de la memoria”. ¿Por qué esa elección?

L.V.: -Fue una decisión horizontal. Todo el proyecto fue bastante horizontal. Creo que me la planteó Coco y cerraba mucho con el concepto de la serie. Encuadraba con lo que propone Pancho. No es un documental arquitectónico sino sociológico y político.

Francisco Yofre: - No queríamos zarparnos con lo arquitectónico sino zafar de los nichos del especialista. Claro que está lleno de arquitectos, pero queríamos hablar de costumbres. Ejemplo: ¿dónde se paraba el mayordomo en función de la disposición de una casa aristocrática? Eso te podía cantar o delatar de qué estrato social era. Ni hablar los conventillos. Este proyecto servía para que uno, que está atravesado por la política,  hablara de estas cosas. De las casas socialistas versus las casas católicas. Hace un siglo la contienda entre ellos se dirimía también en un tipo de casa. Vas al Parque Los Andes, máxima expresión socialista, y tiene una disposición para que naturalmente los que allí vivieran tuvieran asambleas. Los católicos, con la Comisión Nacional de Casas Baratas y toda su filantropía, tenían otra idea que buscaban capitalizar o contraponerse a los socialistas.

Las animaciones de Blasco se mezclan con ficción y documental.

-¿Qué fue lo que más les sorprendió en su investigación sobre las formas de habitar?

L.V.: -Aprendí un montón y descubrí cosas con las que ahora puedo hacer analogías. Lo que pasa ahora es muy fuerte. Me hace acordar mucho a la huelga de los inquilinos de comienzos del siglo pasado. Son muchas las similitudes con las huelgas de las escobas. Empecé a ver en grupos de Facebook, demandas muy similares encabezadas por mujeres. Es tal cual a lo que investigó Pancho. Hay muchos paralelismos. Lo que está sucediendo con la construcción desaforada en algunos barrios...

F.Y: -A mí lo que me genera como pregunta es, siguiendo este hilito de ideas políticas plasmadas en viviendas, ¿cuál va a ser la vivienda de Milei? Quizá no lo veamos ya ahora, quizá falten años. Sí, obvio, podemos tirar el anzuelo con los ’90 y el neoliberalismo. En la serie aparece el arquitecto que le vendió el proyecto de Puerto Madero a Menem y es muy honesto en su descripción. Milei tiene algo muy disruptivo, muy ultra, muy todo. ¿Habrá un tipo de vivienda mileista? Quizás sea un montón.

L.V.: -¿Qué fue lo primero que hizo Milei? Liberar al propietario y al locatario. Estamos en un momento legal en el que podemos hacer cualquier cosa. En Palermo ves las construcciones que a tienen un modelo Airbnb. No son viviendas familiares. Ese es el modelo. Hacer un Puerto Madero de la ciudad, especialmente de los barrios más lucrativos.

 

F.Y: -Posiblemente ese tendría que ser el capítulo siete, dedicado a los departamentos con lógica Airbnb.