Cuando a Vitillo Abalos le dieron el premio Gardel en 2017, dijo, conmovido y sonriente, "esperé 95 años para recibir este premio". Pues bien, uno de los que estaba ahí, festejándolo, era Juan Gigena Abalos, su sobrino nieto. Habían construido un lazo fuerte, sobre todo durante los últimos años de vida del viejo bombisto de los Hermanos Abalos, cuando entre ambos forjaron una película y un disco para la posteridad: Abalos, una historia de 5 hermanos, el documental, y Disco de oro, folklore de 1940, el trabajo discográfico que ameritó aquel Gardel, en el rubro “mejor álbum artista masculino de folklore”. “Compartí con Vitillo sus últimos años de vida, con mucha intensidad”, recuerda Gigena Abalos, que en realidad es nieto directo de Machingo, el mayor de los hermanos señeros de la música folklórica argentina.

Pero la cosa empieza por Vitillo no solo por lo antedicho, sino también porque en él se inspiró el guitarrista de Ciro y los Persas para nombrar a su banda: Gauchos of the Pampa. “Nos resultaba gracioso cuando Vitillo nos contaba que así le decían al grupo una vez que viajaron a Inglaterra”. Esta es una de las razones del nombre bilingüe del grupo. La otra se vincula a lo que ellos entienden por folklore, algo que supera el mero hecho de tocar canciones del palo. “El folklore para nosotros tiene que ver con una cultura más profunda”, asegura Gigena Abalos. “Muchas veces se toma un charango o una quena, y se dice que lo que se toca con ellos es folklore, pero no lo es… Tiene que haber un montón más para que realmente sea folklore. Por eso, nosotros lo que hacemos es tocar repertorio folklórico, más algunas canciones nuestras que tienen aires”.

Todo esto para entrar por la puerta correcta al mundo de Gauchos of The Pampa, que justamente convertirá en música lo que su líder dice, el sábado 8 de junio a las 20.30, en La Trastienda (Balcarce 460), bajo un nombre eventual, que es el de su tema principal: “La chacarera no murió”. “No murió porque en la chacarera está resumido el sentimiento folklórico”, afirma el nieto de Machingo. “Cuando fuimos teloneros de los Rolling Stones con Ciro y los Persas, llevé discos de folklore para cada uno, y me quedé hablando especialmente con Charlie Watts. Le conté qué era la chacarera, y cuando el tipo agarró el disco y leyó la palabra, le llamó muchísimo la atención, porque es algo muy nuestro, algo que nos representa, pero que no salió al mundo como sí pasó con el tango. Por eso hay que seguir contándolo”.

Pues ello es lo que hace la banda nacida en 2018, con un pié puesto en la herencia de los Abalos y otra en el rock, tal como sintetizan en “Chacarera del Sufrido”, versión de reciente edición grabada con Emiliano Brancciari, de No Te Va Gustar. “Lo que hacemos nosotros tiene que ver con tocar folklore de una manera muy propia, porque tocarlo como ya está es más de lo mismo y es aburrido. Siempre está presente en nosotros encontrar un sonido particular. Creo que es una forma de apostar y sostener este género para las próximas generaciones. Intentamos comunicar la historia de los Abalos no solo a partir de la música sino también de un montón de valores que ellos tenían. Esto es tratarlos con seriedad, respeto y cariño”, asegura Juan Gigena, a quien Vitillo nombraba cálidamente como "el changuito que está en el rock".

A propósito, uno de los días más inolvidables de su vida fue cuando le tocó agasajar con zambas, gatos y chacareras de sus abuelos a los integrantes de Guns N' Roses y Kiss en un encuentro privado. “Ni en los sueños lo hubiese pensado”, se emociona el violero, trasladando su memoria a aquella noche del 29 de setiembre de 2022. “Yo empecé a tocar la guitarra por tipos como Slash, y si a mis 14 años me contaban que un día iba a estar tocando la música legendaria de mi abuelo para él, no hubiese podido creerlo. Fue una noche soñada”.

Gigena Abalos vivió con su abuelo Machingo hasta los 8 años. “Mi vínculo con él fue intenso y profundo”, enfatiza, direccionando su memoria más atrás aún en el tiempo. “En realidad, el mío era igual que todos sus hermanos: muy abuelos todos. Muy divertidos, cariñosos y particulares. Zapateaban, se iban de gira, te traían regalitos de todos lados... Crecí pensando que eso era lo normal, pero me di cuenta con el tiempo de que no era así”, sostiene. En lo estrictamente musical, más allá de la tardía experiencia con Vitillo, el músico evoca los encuentros creativos, compositivos, entre su abuelo y Adolfo, el pianista de los Hermanos. “Me acuerdo de escucharlos tocando el piano, pasándose canciones, porque fueron los que más componían en la banda, los que más llevaban la batuta del rol musical y los arreglos. Eso pude verlo y me lo acuerdo patente”.

-¿Y el resto?

-Machaco me ha dado clases de guitarra, incluso conservo un cassette en el que él me pasaba los variados ritmos, y a Roberto lo veía menos, pero hemos compartido cosas, también. Tengo muchas anécdotas, pero recuerdo una muy especial que sucedió antes de mi viaje de egresados, en la que mi abuelo Machaco me llevó a la estación de tren que iba a Sierra de la Ventana y, en el ínterin, le enseñó a zapatear a todo el curso (risas). Es algo que mis amigos me recuerdan hasta el día de hoy: muy personaje era. Todos eran muy personajes.