La fiesta más esperada vuelve al barrio de Villa Crespo, la Francachela de Aristipo, una pequeña y poderosa librería de usados especializada en literatura, filosofía y ciencias sociales que está en Scalabrini Ortiz 605 (casi esquina Aguirre). Este sábado a las 19 habrá alto guiso, libros y baile. Las agencias de viajes venden como una experiencia local esta movida organizada por el escritor y librero Patricio Rago cada tres meses. “Se armó toda una industria alrededor y hasta un mercado negro. El finde de la Francachela los precios de pasajes y hoteles se disparan y la gente hace sus reservas con varios meses de anticipación, como en el festival de cine de Mar del Plata o el carnaval de Río de Janeiro -revela Rago-. Ahora, hablando en serio, la verdad que no sé si se vende como experiencia, pero sí sé que los extranjeros, cuando vienen, flashean fuerte, no lo pueden creer. La Francachela no se consigue en Europa; aunque ojo, porque el otro día me escribieron de una librería de Barcelona, parece que nos quieren copiar la idea”.

Rago explica por qué en estos tiempos de desolación la Francachela se vuelve más necesaria que nunca. “La gente está mal, está sola, deprimida, angustiada, no sabe si va a llegar a fin de mes, y juntarse hace bien. Encontrarse, charlar, abrazarse, reír, bailar, son prácticas que impactan en nuestro ánimo. Las necesitamos para no morir de tristeza, para olvidarnos al menos por un rato de esta pesadilla que estamos viviendo. La Francachela también es recuperar el espacio público, la calle y el derecho a pasarla bien”, reflexiona y aclara que en las fiestas que se hacen en invierno el guiso reemplaza a los choris. “Hace frío y hay pocas horas de sol, ¿sabés lo lindo que es sostener el plato calentito, olerlo y apenas se enfría lo suficiente para no quemarte empezar a saborearlo? El cuerpo lo agradece”, confiesa el autor de Ejemplares únicos, que empezó con la francachela en 2017.

Las ventas de libros se derrumbaron entre un 30 y 40 por ciento en las librerías. “La verdad es que la caída fue estrepitosa. Nunca viví algo así”, admite Rago y dice que en tiempos de crisis “son muy pocos los lectores de nuevos que se pasan al libro usado” y observa que dejan de comprar o compran “mucho menos” tanto los que compran libros nuevos como usados. “Si no sabés si vas a a tener laburo o si vas a poder pagar la luz a fin de mes, no vas a gastar en un libro. Nadie tiene un mango; es terrible”.

El escritor y librero aclara que “ningún libertario se parece en nada a un peronista” porque “hay un abismo entre las banderas de libertad de mercado y justicia social” y considera que los dos movimientos están en las antípodas con respecto al lugar que le asignan al goce y placer. “A nosotros nos gusta el chori, el vino y juntarnos a festejar. Nos gusta el aguinaldo, las vacaciones pagas, los hoteles sindicales con precios compañeros, y como sabemos que la fiesta la pagamos todos, queremos estar invitados. Ellos, en cambio, nos quieren convencer de que darse gustitos es pecado, que juntarse está mal, porque lo que de verdad quieren es hacer su fiestita privada, exclusiva, con patovas en la puerta para dejarnos afuera”, compara Rago. “Cada día veo a más gente que se está empezando a arrepentir de haber votado a Milei, que está empezando a sospechar que este modelo no los incluye y que el ajuste no es la solución. Los libertarios en proceso de peronización son cada vez más”.