Una verdadera artista todoterreno. Esa es la mejor definición de Inés Estévez que embellece el arte desde distintas facetas. De chica empezó con la danza, luego le sumó la escritura, la dirección teatral, la actuación y la música. No es poco. Todo lo contrario: Inés es algo así como el arte en movimiento. Ahora está de vuelta en el cine: el próximo jueves 13 estrena Miranda, de viernes a lunes, donde tiene el papel protagónico en la película dirigida por María Victoria Menis.
Lo primero que la decidió a aceptar participar fue que justo la sociedad estaba saliendo de la pandemia. "O sea que cualquier trabajo era muy bienvenido. Era una necesidad estar fuera de la casa haciendo algo creativo", dice. Pero también se sintió halagada que la cineasta la convocara y que la dirigiera una mujer. "Y además el protagónico de una mujer de más de cuarenta años en este momento en el mundo es difícil, salvo que escriba y dirija una mujer. Por otra parte, es una historia intimista y un retrato de una vida bastante común. Por eso me gusta transitar historias exentas de espectacularidad, pero llenas de sustancia", sostiene Estévez.
La historia está situada en 2016. Un brusco y repentino cambio se desencadena en la vida de Miranda (Estévez), de 48 años, profesora de literatura, ante la denuncia de situaciones de acoso y abuso de alumnas del colegio en el que da clases. Una Miranda adormecida estalla, las apoya, y un relámpago atraviesa su vida laboral, amorosa y familiar. Sin abandonar el humor, la curiosidad y la angustia, convoca a su banda de rock de la adolescencia, y la música la acompaña todo el fin de semana mientras, no sin temor, se independiza de sus hijas, revisa a los hombres de su vida (su novio, su ex, sus fantasías y al “intocable” de su padre) y reencuadra amorosamente a su eterna enemiga, su madre. Se le devela dolorosamente por qué abandonó la música, y que éste es el momento de su cambio pequeño, quizás sin final asegurado, pero es el tiempo de oír su voz y hacerla oír, junto a muchas otras.
-¿Qué puntos de conexión encontraste en el personaje?
-El hecho de ser una madre que sostiene todo sola, que es lo que nos pasa al 99 por ciento de las madres, aunque exista una figura masculina que, de hecho, en la película la hay. Hay un ex marido, un padre que se hace presente, pero en realidad, la carga mental del día a día, todo eso es cargado sobre las espaldas de la mujer. Y es algo con lo que nos identificamos todas. Y después, fue muy curioso porque María Victoria escribió esta película sin conocer aspectos de mi vida, como el musical, y como el hecho de que yo tengo dos hijas y que tienen discapacidad. Ahí hay un punto de contacto tremendo y rarísimo. En ese sentido tuve mucha identificación, pero luego es una vida muy diferente a la mía. Es un personaje que ha depuesto sus sueños y sus deseos en función de sostener la familia, lo vincular, el trabajo estable. Y en mi vida personal ha sido exactamente al revés. O sea, he depuesto lo vincular y la estabilidad en muchos aspectos en función de perseguir mi felicidad y mi expresividad.
-¿Vos también te sentiste influida por las nuevas generaciones en cuanto a la lucha por la igualdad de las mujeres?
-Yo creo que más que influida por las nuevas generaciones, lo que ha sucedido es un despertar general. Las nuevas generaciones también han sido concientizadas por la generación previa. Justamente, pertenezco a la generación bisagra. Tomamos el cetro de algo que una generación un poquito previa a nosotros empezó a defender. Hay imágenes de la defensa de la ley del aborto donde está Susana Rinaldi. Después, mi generación empezó a rebelarse contra ciertos mandatos que no coincidían con el buen vivir y la generación más joven terminó de tirar la "bomba".
-¿Creés que es una película que surge por las luchas por la paridad de género que viene habiendo en la Argentina hace una década, como mínimo?
-No sé si surge por eso. No creo que la intención de María Victoria haya sido solamente esa porque no es una película que habla de la paridad de género. Es una película que muestra una realidad. No es la historia de una mujer que quiere tener una paridad con los hombres. Es la historia de una mujer que carga con mucho más que lo que carga un hombre. De hecho, hay una escena donde el ex marido viene y le ofrece ayuda y ella termina conteniéndolo a él. Y la figura de la pareja actual del personaje está ausente completamente. Está al teléfono. Entonces, me parece que más que hablar de la paridad de género, describe una realidad que no es ningún invento. Repito: es la realidad del 99 por ciento de las mujeres en el mundo. Lo que pasa es que el detonante, el disparador del argumento de la película es la denuncia de abuso de unas chicas en un colegio, en la entrega de diplomas, que es algo basado en la realidad: sucedió en 2016 en la Argentina.
-Justamente hace poco dijiste: "No conozco a una mujer que no haya sido acosada una o dos veces en su vida, por lo menos”. ¿Cambió en algo con el empoderamiento de las mujeres o sigue siendo una lucha que no es tan visible como debería ser?
-Es visible, pero todavía no se ha subsanado porque eso va a llevar muchísimos años. Es un cambio de conciencia general. Y además hay siempre una parte de la sociedad muy reticente, con mucho miedo a esos cambios porque han construido sus vidas en base a esa estructura demencial en donde la mujer, se supone, tiene un sometimiento. Y el hombre tiene un mandato de poderío que también es un flagelo para el varón. El feminismo no defiende a la mujer.
-Combate el patriarcado...
-Claro, pero la gente que no sabe o que está en contra, piensa que combatir el patriarcado es hablar mal de los varones. En realidad, el feminismo lo que hace -y es muy importante aclararlo- es intentar liberar a los dos géneros de los mandatos que son un flagelo para ambos géneros. El machismo empieza perjudicando al hombre, obligándolo a ejercer un rol de omnipotencia que no tiene por qué padecer. Y, a partir de ahí, surge la violencia contra la mujer. A partir de una opresión de un mandato contra el hombre, contra la libertad del hombre.
-¿Algo que te haya sucedido te hizo cambiar el punto de vista de la vida, un cambio de perspectiva, como le sucede a tu personaje?
-No algo puntual. Me han sucedido muchas cosas puntuales, pero en el momento en el que me sucedieron yo era mucho más chica y estaba mucho más desprovista de herramientas. Es un darse cuenta permanente porque hay cosas que suceden que son más deliberadas y más groseras y uno se siente mal, pero está en un momento de la vida que no estaba tan naturalizado contarlo, comunicarlo. Se lo cuestionaba una misma. Una decía: "Seré yo que hice algo mal para que este señor tenga semejante actitud desubicada. ¿Qué pasó?". Muchas veces, lo que sucedía era que una se quedaba preguntándose: "¿Qué pasó?". No entendía lo que había pasado. O sea, una entendía que estaba mal, entendía que había sido incómodo, pero no podía terminar de deducir con claridad que eso era una responsabilidad de la persona que ejerció ese abuso sobre una. Después, sucede algo parecido en los vínculos, con parejas que te aman y que amás. Y, de pronto, el solo hecho de estos mandatos hace que tengan actitudes que terminan siendo abusivas. Y vos no te das cuenta en el momento. Te sentís incómoda, algo pasa. Decís: "Tengo que hablar, pero ¿cómo encaro esto? Porque no entiendo bien". Y el otro tampoco. Es una situación un poco abrumadora, en general, porque estamos descubriéndola.
-¿Cómo vivís toda la lucha de las mujeres en la calle? ¿Te sentís representada? ¿El cambio de paradigma vino para quedarse?
-Lo de sentirse representada o no sentirse representada es un cliché. Yo creo que cualquier mujer que tiene voz pública y que ocupa algún puesto de importancia social, político, académico, artístico y dice que no se siente representada por las feministas no sabe lo que está diciendo porque está ahí por el feminismo.
-¿Y qué te pasa cuando se ve que todas las políticas de género están siendo atacadas por el gobierno nacional?
-Es una tristeza muy grande, pero no me rindo al desaliento porque esto es circunstancial. Esto va a pasar y va a venir otro gobierno que las va a volver a poner en valor. Es así, la vida es así, el mundo es así y todo es cíclico. Me parece que mientras tanto se va ganando conciencia. Esa conciencia no se pierde.
-¿Cómo vivís la masividad que alcanzaron las Marchas del Ni una menos? ¿Solés participar?
-Si puedo, sí, claro. Cuando puedo participo activamente yendo. Y si no, participo difundiendo, apoyando. En este país, un hombre mata a una mujer cada 22 horas. ¿Cómo no vamos a apoyar esos movimientos?
-Algunas preguntas de tiempo atrás: ¿Cómo viviste esa infancia y esa adolescencia atravesadas por la danza, la música y las letras?
-Fueron una salvación a una infancia, una adolescencia y una juventud muy solitarias. En cierto sentido, nunca encajé ni en mi entorno familiar ni en el entorno social. Y esas inclinaciones por las letras, por la música por la danza y más tarde por la actuación me protegieron, me salvaron de una sensación de ser una especie de exiliada existencial.
-¿Fue difícil irte de Dolores a Buenos Aires con 18 años? ¿Cuáles eran los deseos personales por entonces?
-Huir de un entorno que no me ofrecía ninguna posibilidad de evolución. Era una necesidad imperiosa de salir de un ámbito. Era una época en que no existía ni la autopista ni Internet. Entonces, si vos querías estudiar algo o cultivarte y desarrollar algo no tenías acceso si no venías a Buenos Aires. Así que fue bastante desesperado y solitario también ese paso. Fue un salto al vacío bastante hostil.
-¿Y en la actuación fuiste autodidacta?
-Sí, nunca estudié, me formé trabajando.
-En 2005, suspendiste la actuación por proyectos vinculados a las letras. ¿Lo habías pensado como un adiós definitivo o como un impasse?
-No, hacía cinco años que había irrumpido la hípercomunicación y la actuación empezó a ser la más banalizada de las artes. Coincidió con que a mí me iba muy bien en televisión. Había hecho más cine y teatro y, de pronto, funcioné muy bien en las series y me convertí en un factor de venta, y sentí mucha presión absurda a nivel exposición que nada tenía que ver con mi camino que estaba vinculado al arte. Estuve cinco años evaluándolo hasta que dejé pensando que no iba a volver más a actuar. Me quería diversificar. Armé un nuevo sistema de abordaje de la actuación, basado en mi experiencia profesional que desarrollo desde hace diecisiete años enseñándolo, publiqué mi primera novela, dirigí teatro. Así que pensé que iba a ser definitivo.
-A fines del 2015, incursionaste como cantante de jazz y luego tuviste una carrera solista importante. ¿La música te permite otro tipo de expresión que la actuación?
-Sí. Por un lado, es más bohemia y es un contacto directo con el público, que es algo que en la ficción no sucede. En la ficción, es un personaje el que está arriba de un escenario, no sos vos. Es más intimista, también es más exigente porque soy productora de mis propios conciertos, de mis propios shows. Entonces, me lleva mucho más trabajo, pero es un ámbito que me colma, lo disfruto, me gusta, me da mucha felicidad.
-Tenés también una prolífica carrera artística en la televisión. ¿Cómo vivís este momento con la ausencia de la ficción en la pantalla chica?
-Bueno, el mundo está cambiando. Es como lo que pasó con la música: del casete se pasó al CD y el CD desapareció porque hay plataformas donde escuchás música. En el camino todo se va modificando hasta que se acomoda. A mí encantaba la ficción en la televisión. Esto de que la gente prendiera la tele y te viera, que viera material artístico y cultural en su casa en cualquier momento sin tener que bajarse una plataforma o pagar. Pero eso está cambiando, está siendo reemplazado por las plataformas y hay que ver en qué muta. Lo que siento es que el cine no muere. Y eso me encanta.
-A pesar de que lo quieran matar...
-Sí, sobre todo en este país. Pero no lo van a lograr.
-Una vez escribiste: “Me especializo en transformar miedos en temeridad”. ¿A qué le temés?
-A dos cosas: a los seres humanos, que creo que es el único animal en el Tierra capaz de hacer daño por gusto, y al hecho existencial de no llegar a cumplir con mi destino.
Un país azorado
Inés Estévez brinda su mirada, como ciudadana, de la actualidad del país: "Lo veo con tristeza. Veo un país azorado que no termina de poder reaccionar porque lo que nos está pasando es desconocido. Quiero decir, lo que nos está pasando va más allá de un gobierno de ultraderecha. Es un gobierno rayano en la insania", cuestiona la artista. Y reconoce que lo que está pasando "era un poco cantado porque fuimos y seguimos siendo un país tan polarizado, tan enfrentadas dos fracciones, que es lógico que siendo uno de los últimos polos de recursos naturales del mundo, las potencias extranjeras estén articulando estrategias para apoderarse de todo utilizando títeres de esta categoría".