Entrevistar o conversar; como sea, siempre escuchar. Una lección a veces olvidada, que Edgardo Pérez Castillo cultiva de manera ejemplar. Voces de Rosario (Homo Sapiens Ediciones) es el libro que reúne algunas de sus muchas entrevistas -publicadas en revista Barullo y diario La Capital-, dedicadas a destacadas personalidades de la cultura de la ciudad. El libro se presenta el martes próximo a las 18.30, en el auditorio de la librería Homo Sapiens (Sarmiento 829), donde el autor estará acompañado por Beatriz Vignoli, Perico Pérez, Sebastián Riestra y Horacio Vargas.
Voces de Rosario conjuga quince entrevistas, realizadas entre 2019 y 2023; su galería de nombres atrae: Liliana Herrero, Elvio Gandolfo, Patricia Suárez, Reynaldo Sietecase, Coki Debernardi, Jorge Fandermole, Sandra Corizzo, Nélida Argentina Zenón, Rodolfo “Cholo” Montironi, Rubén “Chivo” González, Jorge Molina, Héctor Ansaldi, Luis Machín, Chiqui González y Pablo Feldman. En ellas -“contra la veta de una tendencia en boga, estas entrevistas son protagonizadas por sus entrevistados”, dice Beatriz Vignoli en el prólogo-, el diálogo entre las voces, tal vez perfilen una fisonomía o silueta posible para la ciudad. La organización y edición de los textos por parte de Beatriz Vignoli -periodista de Rosario/12-, alumbra otras lecturas y agrega valía a la tarea de Pérez Castillo.
“Es algo que le agradecí muchas veces a Beatriz, y lo seguiré haciendo. A nivel profesional, yo tengo un perfil donde prefiero correrme un poco del foco, algo que también siento que sucede en las entrevistas. Eso es algo que también leyó Beatriz, y para mí es un enorme elogio. Así como que Horacio Vargas -jefe de redacción de Rosario/12-, alguien también muy exigente, haya considerado que esto podía ser un libro; que Sebastián Riestra, como editor de La Capital, estuviera plenamente de acuerdo; y que Perico Pérez haya decidido, en este momento tan complejo, publicar un libro de entrevistas a personalidades de la cultura y el periodismo que tienen que ver con Rosario. No deja de ser un libro para un público muy específico”, continúa.
-Es interesante ver al libro como la resultante de varias personas y varios proyectos, de importancias recíprocas.
-Yo veo todo esto como actos de resistencia, tan necesarios en estos momentos, ¿no? Y cada vez más. No solo por la coyuntura política, sino desde el contexto de los consumos culturales. Barullo es como una locura. Apostar a editar en papel, hace 5 años, y por otro tipo de entrevistas, en una revista de cultura que impulsaron estos tres editores (Vargas, Riestra, Pérez). Después, como derivado, la invitación de Sebastián (Riestra) para hacer entrevistas en La Capital, en un gesto que marca cómo siguen viendo estas personas al periodismo, porque la convocatoria de Sebastián tuvo que ver con realizar entrevistas que se corrieran de lo coyuntural, por fuera del consumo rápido y pasatista. Muchas fueron al papel; son gestos de resistencia. Y de igual modo con Perico, al tomar la decisión de editarlo. Creo que ahí hay una visión casi romántica del periodismo y de la cultura, que para mí es necesaria. Yo me reconozco en esa línea; es una vieja escuela a la cual adscribo totalmente, y de la que soy discípulo.
-Hay un lugar de referencia en tu trayectoria, y es Rosario/12.
-Mi formación real y concreta fue en Rosario/12, un diario con características particulares, donde había un perfil claro, al darle relevancia a hechos y producciones culturales con un perfil determinado y de valía. Eso ya orienta un camino. También solíamos tener lugar para entrevistas más extensas, que tocaran otros temas y no tuvieran que ver necesariamente con el hecho coyuntural. Cuando Horacio me propuso hacer entrevistas en Barullo, tuve otra premisa, pude escribir con mayor extensión y ejercitar la entrevista de personajes. De igual modo en La Capital. Lo que se me abrió fue otra posibilidad de trabajo. A las personas entrevistadas les pedía, con mucha cautela y respeto, que por favor me pudieran dar tiempo de reloj como única condición. Y eso jugó a mi favor. Cuando corremos detrás de múltiples actividades o si contamos con un espacio muy acotado, no tenemos esa posibilidad. Pero yo tuve esta ventaja, y me dediqué a algo que creo es lo que hay que hacer: escuchar. No tenía problemas de silencio ni de derivas en las conversaciones, algo que en una entrevista de coyuntura hay que obturar rápidamente. En esas derivas, que son naturales y propias de una charla, yo podía jugar, porque surgían cosas o me despertaban nuevas preguntas o abrían otras reflexiones. En definitiva, mi rol es el de haber escuchado, con atención y respeto, sin buscar golpes de efecto ni grandes titulares, algo que tampoco me estaban pidiendo los editores.
-Se disfruta también de tu escritura, en las introducciones, en las maneras cómo hacés hablar a tus entrevistadas y entrevistados.
-Creo que tiene que ver con dos cosas. Por un lado, por lo que charlábamos antes sobre los tiempos de producción, al poder releer y a lo mejor dedicarle un tiempito más a darle una vuelta a algo que nacía de esas historias, de esas personas, para buscar un modo de presentación que fuera medianamente digno de sus talentos y sus relatos de vida. Por el otro, hay algo que tiene que ver con un taller de escritura de ficción, que hice con Pablo Colacrai. Fue un ejercicio de escritura y de mucha lectura, con devoluciones críticas sobre lo escrito por otras compañeras y compañeros. Creo que eso, indudablemente y de modo inconsciente, se traduce en la escritura; desde luego, sin que haya nada de ficción en las entrevistas, que son verídicas.
-Creo que tu libro dice también, de manera implícita, sobre la necesidad del periodismo cultural.
-La importancia del periodismo cultural está en reflexionar y abrir debates; ojalá las nuevas generaciones de artistas lo valoren, porque eso va a ayudar a que acompañen y presionen para la existencia de ese periodismo. Al periodismo cultural necesitamos empujarlo desde muchos lugares; por supuesto, desde los medios; pero también desde las y los artistas, y obviamente desde los periodistas que lo hacen posible.