Fervor popular

Los libros, como las personas, son producto de una serie de casualidades que pueden remontarse a mucho tiempo atrás. Para entender la singularidad de las imágenes que contiene el libro Cartomania, que se publica ahora en Inglaterra, hay que retroceder más de un siglo y medio. En su libro El arte de la fotografía, de 1862, el fotógrafo André Disdéri señala que para señala que para que un retrato fotográfico pueda ser considerado con valor artístico debe cumplir con los siguientes elementos: “Fisonomía agradable, nitidez general (nada de juegos de luces y sombras), proporciones naturales, detalles en los oscuros y belleza”. Disdéri retrataba arquetipos más que a personas. Y esto lo llevó a pensar cómo hacer para bajar costos y crear retratos en serie. Así, en su estudio parisino, patentó lo que llamó “carte de visite”, cuyo éxito fue instantáneo. Porque las “cartas de visita” ampliaron las posibilidades del daguerrotipo al encontrar cómo tomar diez fotografías en un solo negativo, reduciendo muchísimo el costo de cada una. Esto determinó la popularización de la fotografía y el comienzo de una industria que hoy nos desconcierta con su sofisticación. De hecho, Disdéri llegó a tener un mega estudio en París y otro en Londres. Aquí es donde aparece Paul Frecker, el compilador de las imágenes que se pueden ver en Cartomania, el primer libro que recopila carte de visite inglesas. La reina Victoria era una de las mayores fans del formato”, apunta Frecker. Porque si en principio fue una forma de distribuir retratos familiares entre amigos, el fenómeno pronto se extendió a imágenes de miembros de la realeza, celebridades y personajes más importantes. “Era realmente un fervor: a menudo se formaban multitudes para comerse con los ojos los exhibidores en los escaparates de los almacenistas, hasta el punto de que las aceras estaban bloqueadas y el tráfico impedido”, dice Frecker. Así que ahora todos quietos, que llega el fotógrafo.

Ese insecto llamado Hitler 

Durante milenios, un insecto ciego de color pardo vivió tranquilo en las cuevas de Eslovenia. El problema comenzó en 1937 cuando el biólogo que lo descubrió tuvo la idea de bautizarlo como Hitler. Anophthalmus hitleri tiene un sonido desagradable para los oídos modernos. Tampoco está solo. Los nombres de muchas especies recuerdan a gente desagradable como la pobre mariposa Hypopta mussolinii. Y es ahí cuando muchas voces se han alzado para cuestionar esos nombres cada tanto, Ahora, The International Comission on Zoological Nomenclature ha dicho una vez más que no, que los nombres quedan como estaban. “Entendemos que algunos nombres puedan resultar ofensivos pero no es nuestro trabajo discutir esas calificaciones que, por otra parte, son altamente subjetivas” dijo Daniel Whitmore, taxonomista del State Museum of Natural History en Stuttgart. Michael Ohl, un zoólogo berlinés del Natural History Museum dio en el clavo al explicar que la comisión de nomenclatura no quiere dar el debate en torno a los nombres “porque abriría una gran caja de Pandora”, aunque reconoce que “la presión social y de la comunidad científica es innegable”. El asunto atraviesa también a la botánica. A tal punto que en el próximo Congreso Botánico Internacional, que se celebrará en Madrid en julio de 2024, existe un pedido para la creación de un comité específico. La idea es que el comité pueda decidir si los nombres científicos de plantas que ahora se consideran inaceptables deberían suprimirse o cambiarse.

Dylan y su revolución (solar)

El misterioso accidente de moto que sufrió Bob Dylan en 1966 sigue siendo una cantera de mitos. Uno de ellos acaba de asumir la forma de una obra artística de colores saturados, símbolos musicales, unos extraños cuernitos y hasta la silueta de un hombre con sombrero elévandose. La leyenda dice que esa silueta es Dylan mismo. Porque él es el autor de este collage que se acaba de poner a la venta por hasta 100.000 dólares, según RR Auctions. Dylan creó esa obra para Sandy LePanto, otro residente del área de Woodstock, al igual que él. A cambio, ella le hizo lecturas de astrología. Todo esto ocurrió en esos años donde debió quedarse quieto pero no por ello dejó de componer canciones impresionantes como “All Along the Watchtower”. “Sandy no sólo era una de las mujeres más bellas de Woodstock en una época en la que había muchas; era una mística, una canalizadora, una lectora de estrellas y creadora de cartas astrológicas para sus amigos”, dice la investigadora Anne Margaret Daniel, que está escribiendo una serie de ensayos sobre Dylan. Desde aquel intercambio, la pintura ha permanecido en manos de la familia de Sandy y fue redescubierto recientemente en la casa del exmarido de la astróloga, Anthony LePanto. La firma de Dylan es visible en la parte posterior del lienzo junto con bocetos de notas musicales. En las décadas transcurridas desde su creación, ha sufrido algunas “pérdidas menores de pintura” y “descamaciones”, según la casa de subastas, pero se encuentra en excelente estado.

La mano izquierda de la oscuridad

Están exhibidas en cajas de cristal, de pie, pero están lejos de ser princesas de cuentos de hadas. Las momias del museo de Guanajuato cargan una historia oscura desde el vamos. Porque fueron arrancadas de la tierra debido a que sus deudos no podían seguir pagando el derecho a sepultura allí, en el cementerio de Santa Paula. Y otro hubiera sido su destino si, al exhumarlas, no hubieran aparecido en perfecto estado de conservación debido a las condiciones del suelo. La Bruja, Los Angelitos, Daniel el Travieso, Madre e hijo, son los nombres populares con los que se conoce este conjunto de cien hombres, mujeres y niños exhibidos como trofeos. Claro que las momias cada tanto se las arreglan para vengarse. Esto es lo que pasó el año pasado cuando el Instituto Nacional de Antropología e Historia denunció que una de las momias pareció alojar... una colonia creciente de hongos. Si esto era posible, era porque tan secas las momias no están. O porque su estado de conservación no es el óptimo. De hecho, el INAH viene reclamando hace rato que se revise la decisión del gobierno de Guanajuato de exhibir a esta gente así como así. Ahora, el asunto volvió a escalar porque ahora, tras unos procesos de conservación de rutina, una de las momias perdió un brazo. Se rumorea que se trata del brazo izquierdo. El INAH reclamó una vez más su derecho a sacarlas de exhibición y dedicarse a cuidarlas porque, dice, son “patrimonio nacional”. Guanajuato se niega a entregar sus involuntarias reinas de la exhibición. Ese estado y la ciudad están gobernados por el conservador Partido Acción Nacional, enemigo político de Morena, que llevó al poder a la primera mujer presidenta de México. O sea que la batalla también es política. “Estos hechos confirman que, lejos de aplicar adecuadas estrategias de conservación, las acciones realizadas redundan en daños”, escribió el INAH en un comunicado. “Esto está relacionado con la falta de conocimiento sobre los protocolos adecuados y la falta de capacitación del personal encargado de realizar estas tareas”, continuó. El gobierno de la ciudad de Guanajuato no ha respondido. En definitiva, no es la primera vez que un muerto pierde sus partes. En 1989, por ejemplo, el gobierno mexicano resistió una ola de críticas después de que le quitaran el brazo al general revolucionario Álvaro Obregón –cortado en batalla en 1915– tras haber estado exhibido en un frasco de formol durante medio siglo.