Un escondite intenso

Es una de esas pequeñas joyas escondidas en barrios, que se hacen conocidas primero por vecinos, luego por un boca a boca que atraviesa límites geográficos. El lugar se llama Ppang, queda en la parte norte de Caballito, y es de los mismos dueños del cercano Menenga, otro recomendado de la misma zona. “Arrancamos con la idea de hacer panes, pero luego decidimos sumar una propuesta de comida a la calle”, cuenta Nicolás González, uno de los propietarios.

Ppang ocupa una esquina en medio de casas residenciales y calles muy tranquilas. El salón es chico y algo incómodo, pero compensa a costa de personalidad, precios posibles y una alta energía. La carta, como sucede en su hermano Menenga, es ecléctica, deambulando por una cocina callejera de sabores intensos con aromas del mundo, desde Corea al fast food norteamericano. Para arrancar, por ejemplo, un Corn Bread a base de choclo dulce, ricota cremosa cítrica, pickles de pepino y jalapeño ($6500), o una burrata con mermelada de pera, cebolla morada, rúcula, oliva y limón ($10200). 

En lo poco que lleva abierto, ya el lugar ganó sus clásicos, que son los más pedidos: el “ppangchito”, un pancho a base de chistorra en pan de pizza, chutney de caqui, mostaza casera, ketchup casero, ajíes y cebolla crispy ($9000); y el fantástico sándwich de pollo frito (jugoso y tierno) que sale en pan de hamburguesa con salsa tártara, salsa de ajíes peruanos, lechuga y más cebolla crispy ($13000). Hay además yakitori (brochetas) de hongos a $9500, milanesa de berenjena con salsa gochujang (coreana), un banh mi de aires vietnamitas. Pero lo que sí o sí hay que pedir es la porción de papas fritas, más allá de que parezca cara: es una buena muestra de cómo lo más humilde peude ser la estrella de una carta. De triple cocción, salen doradas, crujientes, con la cremosidad justa: la porción viene con togarashi (un condimento picantón) y kétchup de banana, a $10000.

Sin ruido ni necesidad de grandes inversiones, Ppang construye un camino propio y feliz: el del lugar de barrio al que dan ganas de ir. Y de volver a ir.

Ppang queda en Cucha Cucha 998. Horario de atención: jueves a lunes de 19.30 a 23.30. Instagram: @ppang.ba.

La apuesta de dos cocineros

Para hablar de Fico es necesario hablar de Estefanía Maioriano y Martín Sclippa, dos cocineros con historia, presente y futuro en Argentina. Se conocieron trabajando por años junto a Narda Lepes, Estefanía como jefa de pastelería, Martín como jefe de cocina; allí forjaron no solo una amistad, sino un modo de pensar la cocina. Y hoy llevan esa idea a Fico, el primer proyecto independiente de ambos. “Invertimos nuestros ahorros; no queríamos socios ni inversores que nos marquen pautas de trabajo”, cuentan.

Ubicado a metros de esa Warnes repleta de talleres mecánicos, en una zona que de a poco suma propuestas gastronómicas de nivel, Fico brilla desde la vidriera. Un restaurante con aires de bistró elegante, con guiños clásicos, cocina abierta a la vista, barra de mármol con un par de taburetes, maderas de color claro y un largo sillón azul que corre a lo largo del local. 

Fico, en italiano, significa higo, un producto fetiche de los dos cocineros; y esta fruta ganó protagonismo durante la apertura, en plena temporada de cosecha. La carta es generosa, como en los restaurantes de antes: es decir, tiene opciones pensadas para todos los gustos. Diversas carnes y proteínas, platos a base de vegetales, porciones que escapan al concepto de platitos. Un camino: arrancar con unos tremendos higos en almíbar con queso ($6200), un paté con avellanas, gelée de oporto, mezclum de hojas amargas con vinagreta de mostaza ($11000) o los hongos a las brasas, repollo ahumado, repollitos de Bruselas, avellanas y ajo negro ($13000). Seguir con la costilla de cerdo a las brasas, zanahorias, achicoria y pickles de mostaza ($25500) o el best seller de la casa, el pollo con hongos, papas dauphine y berro ($24000). Culminar con el sutil helado de hoja de higuera, higos en almíbar, sésamo negro y aceite de oliva ($8800); o el hojaldre caramelizado con manzanas y crema con vainilla a $11000. Todo acompañado de una carta de vinos bien armada, donde queda espacio para algunas sorpresas.

Fico llega a Buenos Aires para marcar la cancha; tiene todo para lograrlo.

Fico queda en Muñecas 775. Horario de atención: martes a sábados de 20 a 24. Instagram: @fico.ba.

La cantina más querida

Lo de Cantina Mandia es fantástico: un restaurante en Colegiales que, con toda la modernidad a cuestas, homenajea a esos platos de cantina de siempre, la que gusta a todos, niños, adultos, parejas en plan romántico, almuerzos rápidos de semana, cenas de fin de semana con amigos, encuentros familiares. Y lo hace con precios en extremo amigables, convirtiendo a su propuesta en una de las de mejor precio-calidad del barrio; también, de la ciudad.

En una calle tranquila y arbolada, con vidriera abierta a la calle, Cantina Mandia ocupa un local alargado y simple. En días lindos, el patio con enredadera es un oasis; en invierno, el salón se llena rápido (no hacen reservas; conviene llegar siempre temprano). La carta es inteligente: sabe unir moda con tradición. Se puede arrancar con piqueos como la zepolla salada (suerte de buñuelo frito adictivo) con putanesca ($5800) o los hongos a la provenzal (gírgolas, portobello, champignon) a $7000. Entre los platos grandes hay unas muy ricas alitas de pollo a la calabresa (con fritas, $9800), una contundente milanesa de pollo ($8000), unas albóndigas con salsa ($7000), entre más opciones. Las pastas ocupan un espacio protagonista: fusilli al fierrito con pesto a $9500, deliciosos tortellini de queso con manteca y espinaca a $10000, otoñales fetuccine con hongos a $9000, entre otros.

Bajo el título de contornos agregan posibles guarniciones que, tranquilamente, la juegan de platitos al centro de la mesa. Brócoli con ajo y oliva ($4800), hojas verdes gratinadas ($4800), papas fritas a la provenzal ($4800), son opciones posibles. De postre, ofrecen desde un vintage almendrado con charlotte ($5500) a un cremoso de chocolate amargo con crema batida y praliné de almendras ($5500) o el inefable panqueque de ddl ($5000). Se suman sándwiches; de viernes a sábado también una oferta fría de mostrador (ciambotta, caponata, porotos, etcs), siempre vinos ricos, aperitivos, cerveza.

Cantina Mandia cumple con esa triple B tan codiciada: es bonita, es barata y, lo más importante, es muy buena.

Cantina Mandia queda en Zapiola 1218. Horario de atención: martes a domingo de 12 a 15.30; viernes y sábados de 19.30 a 23.30.