Un día, casi por casualidad, a la casa del adolescente Mariano Ramis llegó un scanner. Después de pedir incansablemente una cámara de fotos, y obtener de sus padres no más que negativas, entendió que tenía que encontrar la manera de hacer lo que podía con lo que tenía. "El scanner de mi casa era el único que había en San Pedro. Yo podía jugar con él pero también tenía que atender a la gente que lo necesitaba", recuerda.
Su familia no era una de artistas. Su único contacto con el arte era su abuelo, que lo introdujo a la poesía. Y los artistas del pueblo, en su mayoría, pintores. "Yo sentía que el arte que estaba a mi alrededor era muy distinto de las imágenes que yo veía en la computadora, que lo que se podía hacer teniendo una computadora", afirma.
El scanner le dió la posibilidad de convertir casi cualqueir cosa en píxeles, para modificarla, para tocarla, para faltarle el respeto. Comenzó a destruir las imágenes, jugando con sus materiales, utilizando el scanner de maneras no tradicionales para distorsionar al máximo las propiedades del papel. Las posilibilidades se hicieron infinitas, permitiendole poner hasta salsa de soja en la tinta de la impresora para buscar modificaciones y modificaciones sobre el producto final. Lo hizo con ahínco, se obsesionó, y tarde o temprano, romper imágenes se convirtió en su profesión.
Hoy, Ramis es un referente del campo de la animación y el arte audiovisual. Sus imágenes rotas aportan complejidad a la discusión entre arte e inteligencia artificial. Podría decirse que es profesor, artista, investigador, pero le huye a las etiquetas. Afirma que lo único que lo motiva es que lo que hace "se parezca lo más posible a lo que yo quiero hacer". ¿Pero qué es lo que quiere hacer? Quizás lo más importante sea intentar averiguarlo.
El trabajo es la vocación
A los 18 se fue de San Pedro hacia Buenos Aires con la idea de estudiar la carrera de Diseño de Imagen y Sonido, lo más parecido a lo que se ocurría que podía hacer. "No sé si pensaba que era un artista, todavía me cuesta definirme así. El otro día me presentaron como "hacedor de imágenes". Puede ser", reflexiona.
El consejo que se le da a cualquiera que estudie es que hay que saber de qué se quiere trabajar. Pero quizás, para el arte del diseño, y sobre todo para Mariano, el camino es el inverso. "Es como si te pidieran vocación de servicio, como la policía. Una gran parte de encontrar la vocación es estar ahí. Estar en una fábrica, en un acerradero y sentir cierta sensibilidad. Hay que sentir el lugar como propio. Yo pienso que el trabajo es la vocación", afirma.
Con sus imágenes viajó por el mundo. Sus obras se distribuyen por los festivales de arte experimental, en museos, además de recorrer la web. Recientemente, expuso sus piezas en la muestra "Un pensamiento, no muy grande", del Centro de Arte de la Universidad Nacional de La Plata. Sin embargo, al preguntarle cómo se lleva con la palabra experimental, Mariano retrocede. "Entiendo que trata de hablar de algo que no se parece a lo convencional, o que no utiliza las herramientas de manera convencional. Pero yo no sé si pienso lo que se me ocurre a mi como experimental, o si alguien lo hizo antes. Es lo que disfruto hacer", afirma.
"No sé qué es experimental y qué no para otro. Si uno se pasa el día viendo películas raras, extrañas, experimentales, después lo más normal te parece experimental. Prendés la tele y decís pero ¿qué hacen todas esas personas ahí sentadas en ese sillón?", se pregunta Mariano.
Como apasionado de las palabras, Mariano es también un apasionado de la pluralidad de significados. Por eso, con el avance de las nuevas tecnologías, se pregunta más que nunca por la homogeneización de la cultura que pregona en internet. "Los buscadores, que usan la inteligencia artificial a gran escala, hacen que desaparezca la posibilidad de hablar de la obra de alguien sin ponerle una especie de rótulo para simplificarlo. Me gusta que las cosas no tengan ninguna obligación de parecerse a nada, ningún rótulo", afirma.
No tan inteligente, pero sí artificical
Más en boga que nunca, la inteligencia artificial es un tópico ineludible para artistas y diseñadores de imagen y sonido. A pesar de la fiebre por las IA, que parecen estar instaladas en el sentido común como capaces de realizarlo todo, Mariano toma una postura escéptica, en la que tiende a pensar que todavía no tenemos la distancia filosófica necesaria para debatirlo.
"Hay un término que se usa mucho en el rubro de la criptomoneda que es "early adopter". Alguien que adopta tempranamente algo y entonces en términos de inversión gana mucha plata porque estaba ahí cuando empezó. Yo con el tema de la IA pensaba que deberían inventar un nuevo término que es el que se va rápido. El que se desinteresa rápidamente la discusión y no la plantea como un tema", afirma, quizás sobre sí mismo.
"Creo que puede participar de los procesos. Pero no lo veo tan distinto a Photoshop. Es una herramienta que saca ventaja, quizás. Aparte existen ya hace mucho más de lo que se dice. Las primeras neuronas artificiales son del año 45", afirma Mariano.
Sus investigaciones lo llevaron a interesarse no tanto por las IA más de moda hoy, las de generación de imágenes (como Midjourney o Dall-E), sino por las que son del tipo CNN, redes neuronales convulsionales. A pesar de que el nombre pueda generar cierta distancia, cualquiera que haya navegado por internet usó una alguna vez. Por ejempo, al ingresar en un sitio web donde un cartelito le pide a uno que marque los semáforos o la senda peatonal.
"Cuando hacés eso, lo que estás haciendo es entrenar un sistema para que reconozca la morfología y el patrón de una matriz de imagen", explica. Después de muchos años de trabajo, muchas obras y muchos scanners destruidos, Mariano entendió que sus obras podían aportar a la conversación. "Lo que yo hago, de alguna manera, es generar un problema para que eso no pueda suceder. Romper la matriz pixelal es llegar a un punto donde se vuelve comprensible para un ser humano, pero no para una máquina", afirma.
La tentación de, en la conversación sobre estos temas hacer futurología es mucha. Se discute, en el campo, la posibilidad de que la sobre tecnologización lleve hacia un giro a los materiales como analógicos. Y en este caso, la obra de Mariano tiene mucho para decir sobre eso. "No sabría decir qué pasará. es tan multicausal y complejo el universo que implica el uso de inteligencia artificial y demás que no sabría decir qué puede suceder. Yo ya he visto pasar cosas que parecía que iban a ser como listo. La realidad virtual es una de ellas. De golpe vamos a estar todos con cascos y fracasan medio uno atrás del otro todos los cascos", sentencia.
Archivo de imágenes
Como académico, es el director de Proyecto IDIS, un repositorio virtual o un recorrido historiográfico del Diseño de Imagen y Sonido, "que permita revisar cómo influyen en esta disciplina los cambios que se producen con la digitalización de datos, imágenes y sonidos". La idea original es de Carlos Trillnik, fallecido hace tres años, pionero del videoarte. Dentro de la carrera de Diseño de Imagen y Sonido de la FADU, Carlos tuvo problemas para hablar de cuestiones híbridas que involucrasen imagen y sonido, pero que no fuesen cine o artes tradicionales. El lío fue tan grande que casi se gana una expulsión de la facultad.
"Eso generó un proyecto de investigación pero también una especie de argumentación de todo lo que es imagen y sonido y no es ni cine ni televisión. Eso implica realidad virtual, la intelectualidad, los videojuegos, obras de artistas que se dedican a crear otra cosa, pero se deducen con lo visual, con lo que nos interesa", afirma Mariano.
El sitio es una base de datos, un archivo histórico, un repositorio virtual. Lo constituyen más de 2.200 datos publicados, clasificados en seis categorías: artistas, dispositivos, libros, obras, sitios, y términos. Actualmente, tiene 70.000 visitas mensuales. Cada imagen se relaciona con la anterior. Pueden convivir el Ecce Homo restaurado y vuelto meme con el cine mudo, con una película experimental o con daguerrotipos. Un archivo ideológico, un ejercicio crítico, que propone el desafío de encontrar palabras nuevas para nombrar lo que quizás nunca fue nombrado. "Nos permite la posibilidad de generar un discurso", afirma.
Quizás por ser académico e investigador, Mariano es un apasionado de las palabras, no tan común para un diseñador. "En clase lo hacemos todo el tiempo, hablar de las palabras con el mismo sentido con el que hablamos de las imágenes", afirma.
"Si no existe una palabra para nombrar qué queremos decir, yo trato de que lo pongamos en castellano. Obviamente a veces es inevitable, pero pasa por ejemplo con la inteligencia artificial: machine learning, deep learning. Todo es en inglés, y la persona que se quiera acercar ya se encuentra con una abstracción. Mejor hagámoslo en español. Es una pavada, pero ya tiene una utilidad directa, si alguien se acerca sabe que quiere decir", afirma.
El tiempo del descubrimiento
En algún momento se creyó que internet profundizaría la heterogeneidad, los nichos. El internet de antes, con algoritmos más precarios, aunque tenía sus puntos débiles, también permitía que cada uno encontrara su propia web. Pero hoy en día, la situación parecería ser otra. La homogeneización es ley y el nicho, difícil.
"Hay muchos fenómenos artificiales que no tenemos en cuenta. ¿Cómo puede ser que alguien llene la cancha de River nueve veces seguidas? Ahí está la inteligencia, sino no puede ser que de golpe y porrazo a todos nos guste lo mismo todo el tiempo", afirma.
Frente a este mundo, las imágenes de Mariano permiten pensar en otro universo posible, en otra alternativa. "Es un buen momento para hacer el ejercicio para encontrarse con las cosas cara a cara y ver si te gustan o no, y eso implica salir de las palabras que gustan, que simplifican. Hay mucho, hay tantas cosas para ver, tantas posibilidades para cruzar a las personas en la tierra que son innovadoras y creo que quiero hacer el esfuerzo que eso implica", concluye Ramis, desde su estudio, con un scanner diferente al que lo vió nacer, de fondo.