"Qué manera de romper el hielo, ¿no?", dice Chita, un poco tímida. Acaba de sufrir un traspié técnico menor -un micrófono que fallará muy ocasionalmente durante la próxima hora y media- y elige la ironía para salir del paso frente a las más de mil personas que vinieron a verla a C Complejo Art Media, donde presenta su segundo álbum de estudio, Atelier.
La inauguración de Chita es doble esta noche. No sólo vuelve a los escenarios después de un tiempo de retracción y con un nuevo disco, grabado en Los Angeles con colaboradores de Jennifer López o Madonna, sino que Atelier descarta el paisaje sonoro que la caracterizó desde sus primeros EPs. En esta nueva era, la cantante de 28 años reemplaza el R&B por un pop limpio y con P mayúscula, género que exploró poco y nada durante su carrera.
Arriba, en el escenario de este galpón chacaritense, Chita dispone los elementos de su atelier. Luce un body negro, lo suficientemente brillante para resaltar sin aturdir. La rodean espejos y pantallas, además de cuatro bailarinas que entran y salen del escenario para acompañarla en los temas más estridentes. Más arriba todavía, en una plataforma elevada varios metros sobre el escenario, cuatro músicos conforman la banda, cuya presencia es un elemento no negociable para la cantante, se dedique al R&B, al jazz, al pop o al género que sea.
La primera canción de la noche es Sola, una balada mid tempo que mezcla raíces tímidamente folklóricas con un estribillo popero y ecos deformados a lo Motomami. "Soy un paso dado en falso, un error de tus besos / Soy la luna que no sube detrás de un lucero / Rouge rojizo y yo mirándome frente al espejo / Mis días perdidos, poniéndose viejos", recita Chita. Es un arranque poderoso, un "acá estoy, éste es mi terreno": el melodrama en su dosis justa, la voz dolida pero sedosa.
Aunque Atelier es la columna vertebral del show, también hay lugar para los temas más conocidos de Chita: los hits Lo que hace conmigo y Dwele se hacen lugar en el primer tercio del recital. Una sorpresa es el deep cut Piel, de 2018, al que le otorga estatus de pieza elemental dentro de su discografía cuando decide interpretarlo subida a la plataforma, con un abrigo de piel blanco, en el único momento íntimo del show.
Tal y como vienen haciendo los músicos de la escena desde, por lo menos, octubre del año pasado -lo real se impone siempre por inmundo-, Chita no pierde la oportunidad de agradecer "el esfuerzo" y disparar una bala contra las políticas de ajuste del gobierno de Javier Milei. "No saben la cantidad de gente que me escribió para decirme que quería venir pero no podía pagarlo", dice la cantante. Una entrada cuesta alrededor de 12 mil pesos. "Ojalá esto nos sirva para votar un poco mejor la próxima", advierte, y el estallido es tan predecible como incontenible: el que no salta, votó a Milei.
Tampoco faltan, claro, los feats. Una fugaz aparición en simultáneo de Faraónika, Juana Rozas, FIAH y Vera Frod da lugar a la llegada de CA7RIEL, pareja de Chita, para una dupla compuesta por No fue, donde manda el más puro R&B de ella, y I Rili Don't Care, donde mandan las referencias reggaetoneras de él. Dominado o bajo su hechizo, el músico de mullet se despide apenas con un besito en la mejilla ante la indicación de su pareja.
Quizás lo más valioso de la nueva propuesta de Chita sea su decisión de ir a contramano del método dominante en la escena argentina de los últimos años. Es un no rotundo al trap y al reggaetón -o a eso que llamamos "urbano" sin saber bien qué es-, un despegue de la hipersexualización de la estética y la explicitud de las letras en favor de un discurso más sensible y más introspectivo, aunque no por eso menos sensual. La nueva identidad que busca Chita marca una diferencia entre cierta "música urbana" y sus canciones. Ella misma da por conocido "el cansancio de la gente con el urbanocentrismo".
Con Atelier, Mi decisión y Maldito mío, todos sólidos y todos cortes del nuevo disco, elegidos para el cierre del show, la artista termina de sellar su compromiso estético con el género que, según la propia cámara de la industria discográfica mundial (IFPI, es el género más escuchado en todo el mundo. Este volantazo al pop no es un movimiento incoherente para una artista camaleónica como Chita. El espectro de las influencias va desde Britney Spears y Gwen Stefani hasta, por momentos, Natalia Oreiro, y es cierto que la aguja no siempre perfora con precisión en Atelier. Pero hay una búsqueda, hay una intención. Hay una voz. Y en eso está Chita.