La cita, que corrió por Whatsapp y redes sociales, era a las 11. Pero la pequeña multitud se empezó a formar antes, sobre la avenida Pelliza en una de las entradas del cementerio de Olivos. 

Sorprendidos por el día primaveral en pleno junio, a los que llevaban equipos de mate les faltaba una mano más para sostener los innecesarios abrigos. La mayoría, gente de distintas generaciones, que se conoce de la militancia peronista de Vicente Lòpez y se cruza en ámbitos como este.

El recorrido, que se reedita cada año en la misma fecha, comenzó por la tumba del general Juan José Valle. El sitio, que cuenta con un busto y varias plaquetas a modo de sucesivos homenajes, estaba también señalado con la bandera de la Casa de la Memoria “Nono” Lizaso, con los colores patrios y la estrella federal.

El que abrió la ceremonia fue Justo Pereyra, en representación de ese espacio de militancia. “Acá descansa el último patriota que nos dio el Ejército, el último militar sanmartiniano. Es importante que le contemos esta historia a las nuevas generaciones. Ese día, hace 68 años, la oligarquía mostró su saña. Es importante saber cómo murieron, pero más lo es saber por qué murieron. Murieron por peronistas”.

Junto a Pereyra, estaba el escritor e historiador Daniel Brión, hijo de Mario Daniel Brión, asesinado aquella noche en José León Suárez. “No fueron fusilamientos, fueron asesinatos. La palabra fusilamientos intenta darle un halo de legalidad, pero acá no hubo nada legal. En 1956 todavía no sabían matar tan bien. Por eso llevaron doce al basural, se les escaparon siete y mataron cinco. Después se perfeccionaron y en 1976 mataron a 30 mil”, reflexionó.

Brión es autor del libro “El presidente duerme”, que narra los sucesos de esa noche, cuya sexta edición se presentará este lunes en el teatro ubicado en el subsuelo de la casa de la provincia de Buenos Aires.

“Hay algunos datos que es importante recordar. Hubo 31 asesinatos en 72 horas, acá en Vicente López, en La Plata y en la departamental de Lanús. Valle se entrega valientemente para frenar la matanza. Se entrega a Francisco Manrique, que era el edecán de Aramburu y mucho después fue diputado nacional. Manrique fue el primer jefe político que tuvo Guillermo Francos, por eso nadie que se considere peronista puede votarle una ley a estos señores. Manrique le dio garantías y luego lo traicionó”.

“Acá descansa el general Valle”, dijo señalando la puerta de la bóveda, “pero también su hija Susana y los dos nietos del general. Susanita fue secuestrada por la última dictadura estando embarazada. Por la tortura se le produjo el parto, uno de os bebés nació muerto y al otro lo dejaron morir sus verdugos”, relató.

Brión recordó que “el movimiento del 9 de junio originalmente tenía alcance nacional, se iban a sublevar varias unidades. En La Pampa se combatió y la dictadura bombardeó Santa Rosa. Hay bombas que se arrojaron ese día y no explotaron exhibidas en museos. Al capitán Philippeaux (N de la R: el que encabezaba la sublevación) intentaron matarlo, cargando nafta adulterada en el avión que iba a trasladarlo, pero después por suerte se canceló el vuelo”.

Finalmente, sostuvo que “si los pibes no se interesan por esta historia, es responsabilidad nuestra. Tenemos que encontrar cómo contarla”.

El recorrido continuó por el nicho que contiene los restos de Carlitos Lizaso, asesinado aquella noche en los basurales, y su padre Pedro Lizaso. Pedro fue intendente de Vicente Lòpez durante el gobierno de Perón y padre de una familia de máxima relevancia en el peronismo vicentelopense.

En 1955, tras el golpe de estado autodenominado Revolución Libertadora, Lizaso partió al exilio uruguayo, donde fue además socio de Arturo Jauretche en un emprendimiento comercial. El crimen de su hijo afectó seriamente la salud de don Pedro, que falleció meses más tarde, en noviembre de 1956.

La tapa del nicho tiene una placa que recuerda, además, a los otros miembros de la familia desaparecidos en 1976: Miguel, Jorge y su compañera María del Carmen Nuñez. Arturo Jauretche, amigo de la familia, de cuyo fallecimiento se conmemoraron 50 años hace apenas un par de semanas, descansa muy cerca de allí, a pocos metros.

Las historias de Mingo

“Mingo de Munro”, como lo conocen todos, es otro histórico del peronismo local. Lejos de deteriorarse, su memoria parece más fuerte con la edad. Entre otras cosas, cuenta que “la noche del 9, según me contaron, Valle estuvo en lo de Leopoldo Marechal. Se iba a esconder ahí, pero en un momento pensó que lo podían buscar porque era público que ellos dos eran amigos, y se fue". 

También refiere la historia de "un empleado telefónico, que iba a 'escuchar la pelea' a la casa de la avennida Yrigoyen pero llegó tarde y pudo ver desde afuera el operativo policial. "Esa demora le salvó la vida".