En la historia, Hollywood y la maquinaria infernal de propaganda estadounidense cultivaron con éxito el mito del emprendedor: esos muchachos blancos, que se pasean por los campus universitarios, que caminan con desparpajo, inquietos, despeinados y creativos. Iluminados que, por su inteligencia, pero también por su capacidad de atraer a otros, consiguen rápidamente representar a un grupo. Así es coSi se afila la lupa, solo se trata de casos excepcionales que se presentan como regla cuando no lo son.