El museo atelier de Juan Carlos Pallarols es un festival para los sentidos. La vista no sabe por dónde empezar. Si por el escudo peronista que usaba Eva Perón, que el orfebre compró en el Montepío de Madrid. O por su maldito sarcófago. Si por mates y bombillas forjadas en plata o bronce. O por íconos sacros de profunda belleza, fruto del talento del artista, pero también de su arsenal infinito de herramientas: una lista infinita de tenazas, pinzas, compases, llaves francesas, destornilladores, martillos, yunques, y así. La alquimia entre peronismo, trabajo obrero, criollismo y belleza, transforma al lugar en más que apropiado como para que Esther Goris active La más amada, la más odiada su nueva obra, cuyo propósito pasa justamente por revivir -a la manera de las viejas tertulias- algunos hitos de la vida de Evita.

Y entonces la actriz aparece, erguida y muy segura de sí, en la cabecera de una mesa larga que yace acorde a la estética del atelier. Y dice ella –a su manera- todo lo que sabe sobre Eva Perón. Mucho de ello refiere a aquella película de Juan Carlos Desanzo, que protagonizó con el alma, el cuerpo y la voz, cuando había que salir a contrarrestar la versión del tridente Madonna-Banderas-Parker, allá por 1996. “Tuve la suerte de hacer personajes hermosísimos, pero creo que tuve una suerte más grande todavía y es que, entre todos los personajes de la cinematografía nacional, me quedé con el mejor: Eva Perón”, dice Goris, en el alba de la primera función privada, de un ciclo que tendrá su continuidad todos los lunes a las 19 horas, en el Museo atelier de Pallarols cito en Defensa 1094, frente a la plaza Dorrego de San Telmo. “Digo el mejor, porque no hay muchos personajes de esa espesura, de esa riqueza. La verdad es que me tocó encarnar un mito, pero también a una mujer de carne y hueso, en el mismo momento en que Madonna protagonizaba una película que tardó seis meses en filmarse, y costó 95 millones de dólares, mientras la nuestra se hizo en cinco semanas, y costó un 1 millón, 300 mil”, recordó la también autora y directora de 61 años, seguida atentamente por un público íntimo, ubicado en derredor de la mesa gigante.

Las palabras en vivo de Goris se entrelazan con aquellas que se metieron en el bolsillo el corazón de medio país, a poco de haberse estrenado Eva Perón, la verdadera historia, y un rico archivo fílmico de la era peronista que se reproduce en pantalla grande. “El día que tuve la entrevista con el director (Desanzo) se me doblaron las piernas, pensé que me iba a desmayar. Pero no me desmayé, y en lugar de eso me escuché decir `miren, si yo tuviera que hacer una película como Eva Perón, y tuviera una actriz como yo enfrente, ya mismo me estaría arrodillando, y gritando gracias al cielo`… esto se me resbaló de la lengua sin ninguna intervención del cerebro”, recordó la también protagonista de El día que Maradona conoció a Gardel, entre risas propias y ajenas, evocando los momentos previos a su convocatoria para el protagónico.

En las tres dimensiones predichas revive pues Evita y sus circunstancias. Su nacimiento en la casa chica, embrión de un carácter maniqueo, de todo o nada, que signaría su corta vida. Su viaje a Buenos Aires. Sus primeros trabajos. Sus penurias. “Evita siempre va a comer poco. Primero por falta de dinero, después por falta de tiempo”, contará Goris, ya en trance estético, al tiempo que imágenes del terremoto de San Juan de enero del 44`, muestran el ingreso de Eva en la escena política argentina, a través de su vínculo con Juan Perón. “Entablar relaciones con una actriz fue uno de los actos más revolucionarios de Perón, porque una actriz era casi sinónimo de prostituta en ese momento. Y no solo Perón entabla una relación con ella, sino que también la hace pública. Y no solo la hace pública, sino que también la lleva a muchas reuniones con otros militares”. Sucede a ello, interactivo, el rol de Eva en el 17 de octubre, y más palabras de Goris, que van colocándole epígrafes a las imágenes fílmicas. “Ella no tenía el poder que después va a tener. Hubiese sido imposible que ella hiciera el 17 de octubre, pero también es cierto que ya estaba presente en la gente, porque un canto que se escuchó ese día fue `oligarcas a otra parte / viva el macho de Eva Duarte`”.

Otra instancia clave del devenir de Eva que aborda Goris durante la singular puesta pasa por el enfrentamiento a muerte con las damas de la Sociedad de Beneficencia –la escena de la película que muestra la discusión es de las más contundentes e inolvidables, por cierto-. También por detalles del largo viaje a Europa. Por situaciones vinculadas a la Fundación Eva Perón. Por ribetes de su renuncia a la candidatura a la vicepresidencia de la Nación, en agosto de 1951, que habilita una visión de la autora. “Muchos dicen que la renuncia fue a raíz de su enfermedad. Y la película que yo hice también lo sostiene, pero yo tengo una visión completamente personal. Si al presidente le sucede algo, el vicepresidente es el que queda al frente de las Fuerzas Armadas. Y en aquella época, pensar que una mujer quedara el frente de ellas era algo completamente inimaginable, por eso pienso que fueron los militares los que se opusieron”.

El final de la tertulia muestra la secuencia de la Eva según Goris, agonizando en su lecho, junto a Paco Jamandreu (encarnado en la película por Horacio Roca) y las lágrimas de Perón (Víctor Laplace) que por supuesto replica en el público presente, y agrega un plus emotivo al pasado redivivo de la Jefa espiritual de la Nación.