“La vida es muy creativa en ciertas zonas del campo. Porque vos no tenés una ferretería, una despensa, un lugar cerca para salir a comprar y te las ingeniás. Hay un aprovechamiento de lo que se tiene a mano. Yo busco retratar ese atado con alambre que te encontrás cuando vivís allá ".
Pilar San Martín es oriunda de 9 de Julio y allí reside. Desde pequeña se dedica a pensar a través de la pintura. Es hija de una familia numerosa. Su madre es enfermera y su padre un seminarista que decidió no tomar los hábitos. “Somos ocho hermanos, así que la hora de comer estaba llena de anécdotas. Yo encontré una forma de narrar las mías en el dibujo, porque hasta que te tocaba hablar, te olvidabas de lo que querías decir”. Se crió en el campo, a unos kilómetros de la ciudad, en el tambo que también tenían sus padres. Toda su infancia se la pasó yendo y viniendo por distintos lugares rurales: Los Toldos, Parque Patricios, entre otros.
Mirando la llanura pampeana por la camioneta. Su proyecto de tesis se llama “Concepciones visuales desde y hacia la ruralidad” y versa sobre cómo es el campo realmente y las ideas o conceptos hechos para venderlo como producto. “En realidad, muy poca gente va y experimenta lo que es. Entonces te venden una estética de la ruralidad en las revistas o en las cosas de decoración que muy lejos está de tener algo que ver con el modo de vida que hay en estos lugares.”
Empezó de chica pintando piñas y palos, con los que armaba canastas decorativas. Su etapa de formación propiamente comenzó en la secundaria, en manos de un gran maestro de plástica, Daniel Rodríguez, egresado de la Escuela Prilidiano Pueyrredón. Recuerda que comenzó armándose sus propios bastidores. Después se fue a estudiar a Capital Federal, en la Universidad Nacional de las Artes, dónde hizo la licenciatura en Artes Visuales. “Igualmente, nunca dejó de estar presente en mi obra el campo, tengo una visión de las cosas federal, descentralizada, quizás por la educación humanitaria que me dieron".
En su familia también la música estuvo muy presente. Sus padres tocaban la guitarra y se escuchaba mucho folklore. Fue por eso que decidió en el 2017 emprender un viaje hacia el Cerro Colorado, donde estuvo viviendo una temporada en la Casa Museo de Atahualpa Yupanqui. “Me atraía mucho su vida y obra. Sus andanzas, la recopilación que hizo de los versos criollos”. La casa se encuentra en una reserva natural, en donde pudo estar en contacto con la gente que vivía ahí y realizar un archivo fotográfico sobre los objetos, los corrales, los rebenques, las carneadas.
Esta serie, que está pronta a inaugurarse como exposición individual, lleva por nombre “La querencia y los caminos”. El título lo sacó de un libro de Marcelino Román, que encontró en la biblioteca de Atahualpa y le fascinó. La serie retrata escenas ordinarias, herramientas, utensilios y artefactos agrícolas que se encuentran en la intemperie y son quizás testigos de un tiempo anacrónico.
Se fue específicamente a esa zona, entre Santiago del Estero y Córdoba, porque aclara que hay cosas que ya no se ven tanto en la provincia de Buenos Aires, donde el cultivo de soja desplazó bastante a las poblaciones rurales y transformó el entorno. “Los modos de producción fueron cambiando, yo no te lo sé explicar bien porque yo no soy ingeniera agrónoma, pero sí me acuerdo que los tambos dejaron de ser manuales y empezaron a ser mecánicos, eso desplazó a un montón de mano de obra. Fue un proceso de industrialización que se dio de manera general y eso produjo muchos cambios en la agricultura y sigue produciendo. Pero en estos lugares geográficos de nuestro país, en la montaña, todavía no se puede desmontar todo y poner soja, se sigue manteniendo entonces la cultura que busco retratar”.
Pilar estuvo viviendo hasta el 2022 en la zona, dando clases en Gutenberg, una escuela rural, muy cerca del límite con Santiago del Estero. Esto le brindo la posibilidad de involucrarse en el cotidiano y producir bocetos también a partir de las conversaciones que fue teniendo en el pueblo, de las historias y derroteros de sus habitantes.
Sus pinturas están basadas en su investigación etnográfica. Asegura que son pinturas realistas, aunque muchas veces carguen para el espectador con un tinte onírico, afirma que hay mucha creatividad en las zonas más alejadas de las ciudades, se inventa con lo que hay y se resuelve, nombra que ha visto palomares hechos de latas de galletitas, canteros hechos con ruedas, árboles-albergue. “Por ejemplo una vez estaba en un bingo. En el cerro Colorado y había un señor mayor que estaba cortando zapallo para el locro, metiendo todo en la olla, lavando sus cosas, y cuando terminó no había lugar para ponerlas y las fue ubicando todas boca abajo en un arbolito seco”.
Capturó muchas fotos de árboles, ya que son muy importantes en Santiago, son los que dan sombra y alivian de los extremos calores. Siempre colgados de ellos hay frascos con algún remedio para los animales, alambres, comida para los pájaros, entre otras cosas. El árbol es parte de la casa, un mueble más. “La vida entre el adentro y el afuera es mucho menos tajante. Porque la vida se pasa afuera”
Se siente identificada con la obra de Molina Campos y entre los más contemporáneos, con la de Mauro Agustín Cruz y Lula Mari. Pilar pinta sobre óleo y trabaja de forma manual en toda su obra, utilizando también la técnica del bordado. No usa herramientas tecnológicas para crear. Menciona que si bien fue muy linda la experiencia en la zona del Cerro Colorado, también por allá se veía a las topadoras pasando y arrasando con los quebrachos, algarrobos y mistoles.
Hasta finales de junio, San Martín, también está exponiendo en una muestra colectiva en el V Salón Argentino de Arte Textil, Viamonte 1728, CABA. La querencia y los caminos es la muestra individual que está preparando con la tutoría de la artista visual argentina Verónica Gómez. En instagram, la pueden encontrar bajo el usuario @Pilardeaire.