Más opuestos difícil. Axel Kicillof estará con el Papa en el Vaticano el mismo día en que Javier Milei verá a Giorgia Meloni en Roma. Será este jueves 13, y cada uno llegará desde la Argentina con una agenda distinta. No sólo se trata de caminos paralelos. Son divergentes.

El Presidente, luego de dar vueltas amenazando con faltar a la cita, parece haberse convencido de que estar en una reunión del G-7 tiene sentido. Lo integran los Estados Unidos, Japón, Reino Unido, Alemania, Italia y Canadá. Entre otros invitados, participa siempre la Unión Europea. También el Brasil de una persona que el Presidente aborrece: el diablo Lula. Anunciaron que discutirán sobre la guerra entre los Estados Unidos y China, la guerra de Ucrania, la guerra del Medio Oriente y la influencia de la inteligencia artificial en la economía, el espionaje y los sistemas de votación. Casi casi, una cuarta guerra.

La gran novedad es que esta vez, como la cumbre es en Roma y Meloni quiere mostrarse abierta, en uno de los tres días de la reunión que empieza el miércoles también participará el Papa Francisco. Al revés de Milei, que comenzó atacando a Francisco y luego debió ir a verlo al Vaticano, Meloni desplegó un status de convivencia con el Papa, que para Milei era tan diabólico como Lula. La primera ministra italiana ya fidelizó los votos neofascistas, xenófobos y racistas. Ahora va por la derecha y por el centroderecha para conseguir su gran objetivo: que el primer ministro sea elegido por voto popular y no le deba su autoridad al Parlamento y a la investidura por parte del presidente.

Meloni invitó al Papa a la sesión sobre los aspectos éticos de la inteligencia artificial. El Vaticano ya habló en 2020 de la “algorética”, y la definió como “dar ética a los algoritmos”.

El Presidente se subió a la ola negra que en las elecciones parlamentarias europeas le dio la victoria a la extrema derecha en Italia y en Francia y puso a los neonazis en el segundo lugar en Alemania, por delante del Partido Socialdemócrata, que hizo la peor elección en 44 años. Milei lo hizo a su manera. Dio RT a un posteo en X en el que una caricatura muestra a Donald Trump, el holandés Geert Wilders y él mismo ganándole a una ola que lleva las inscripciones "socialismo", "marxismo cultural", "fronteras abiertas" y "cambio climático". Son estereotipos, claro, pero simbolizan para la derecha energúmena los males del humanismo.

Como el Papa, el gobernador está contra esa ola. La sufre no solo en términos ideológicos sino a través de algo tan palpable como el castigo del Gobierno nacional mediante el recorte de fondos, la recesión y el desempleo. Kicillof tiene el camino despejado hacia el Vaticano desde hace años. Tejió una excelente relación institucional y personal con el anterior arzobispo de La Plata, Víctor “Tucho” Fernández. Viejo amigo de Jorge Bergoglio, Fernández escribió con el entonces arzobispo porteño el documento de 2007 de los obispos en Aparecida, que entre otros temas analizaba los movimientos sociales y el cambio climático. Milei diría que "Tucho" es un ideólogo del "marxismo cultural", pero el Papa piensa distinto. Lo sacó de La Plata para tenerlo directamente con él. Es el prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, un organismo que deriva de la Inquisición pero al que hoy los inquisidores de la extrema derecha quieren poner en la hoguera junto con cualquier proyecto que huela a justicia social.