¿Quién es el más ricotero de todos los Redonditos? Algunos dirán que es Skay, compositor de las canciones y padre de la genética musical de la banda. Otros, en cambio, postularán al Indio, autor de las letras y dueño del discurso público. Solari, en tanto, se animó a ofrecer una respuesta sorpresiva: nombró a Semilla Bucciarelli. "Creo que es el redondito más… redondo", le dijo a la revista Humor en 1988. Casi veinte años después, cuando la separación de la banda no era postulada como tal, sino apenas como un parate por tiempo indefinido, el bajista fustigó contra ambos: "Si Patricio Rey tuviera piernas, los cagaría a patadas en el culo".
Semilla consideraba que "se quieren adueñar de algo que en realidad le corresponde al público". Quizás la respuesta final esté por ahí: el fenómeno no sería tal sin la reacción popular. Claro que están las canciones, sus letras y los riffs. Pero sin una masa que se haga eco de esa reverberación, no existirían cantitos canónicos, banderas ni tatuajes. Sería como una onda expansiva hueca, un ruido blanco sin registro. Tan cierto como que tantos otros proyectos artísticos buscan la misma resonancia y no la logran, incluso moviendo volúmenes similares de gente.
El fin de semana pasado, las huestes ricoteras tuvieron una experiencia completa como nunca: el viernes tocó Skay Beilinson en el Luna Park, mientras que el sábado lo hicieron Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado en el Estadio Único de La Plata. Las dos caras de Patricio Rey a pocos kilómetros de distancia y con pocas horas de diferencia. Nunca había sucedido algo así desde el 4 de agosto de 2001, cuando Los Redondos dieron su último acto en el Estadio Mundialista de Córdoba.
Skay debutó en el Palacio de los Deportes en el momento justo: el Flaco sigue en buena forma a sus 72 años, mientras que el Luna anfitriona sus últimos recitales antes del cierre por tiempo indefinido para remodelaciones y etcéteras no del todo claros. Los Fakires, el grupo de apoyo de Skay, le permiten ofrecer una versión monolítica y minimalista de apenas cuatro músicos (dos guitarras, bajo y batería; sin aditamentos de teclas, vientos ni coros), de la que Skay se vale para hacer un repertorio casi en exclusividad propio y en una extensión de tiempo breve.
El show duró apenas un poco más de una hora y media, y de la lista total de 23 temas solo cuatro fueron de Los Redondos (con Superlógico y El pibe de los astilleros en un mismo medley). Las otras fueron canciones de sus propios discos solistas, ocho en total. Un concierto reposado en el que Beilinson delega muchos solos en Joaquín Rosson para dedicarse su principal esfuerzo básicamente en lo único que no hacía antes de convertirse en solista: cantar.
Al otro día, Los Fundamentalistas hicieron el plan inverso: una puesta de 33 canciones concentrada en la discografía ricotera más que en la propia, y ya sin el Indio en escena, al menos de manera molecular y analógica (más allá de sus seis participaciones a través de las pantallas y pistas de voz editadas). Algunos señalan de manera despectiva que LFDAA es "apenas" una banda de covers. Algo de certeza hay en ello, aunque con la diferencia respecto a las mismas de su especie en que para, este caso, cuentan con la curaduría y garantía espiritual de Solari. No es para menos: muchos, además, participaron en los discos que grabó el combo.
Hay un pacto tácito entre los performadores originales del espíritu de Patricio Rey: cada cual puede llevar adelante su propio ejercicio de exégesis sin tener que pedirle permiso al otro. Todos fueron parte de esa corporalidad escénica y, por lo tanto, no deben rendirle cuentas a nadie. Así aparece la Kermesse Redonda con gran parte de los demás ex integrantes que no reportan ni a Los Fakires ni a Los Fundamentalistas: Sergio Dawi, Semilla Bucciarelli y Tito Fargo, principalmente, quienes también se autopronuncian Los Decoradores en sorna a lo que el Indio opinó sobre el rol de sus demás compañeros en Los Redonditos.
Y Rocambole, creador del metamensaje visual al que le da perdurabilidad a través de varios libros (De regreso a Oktubre: lo que quedó en el tintero o Las mil y una noches de Patricio Rey), charlas, cursos y giras por Argentina y países limítrofes. En la saga de bandas tributo, en tanto, se destaca Tarea Fina, quienes suelen tener en sus filas al baterista Walter Sidoti y también a El Soldado, antiguo plomo de Los Redondos y el único que pudo tener bajo sus órdenes a la banda completa en un disco propio (el iniciático Tren de fugitivos).
Por debajo de cualquier formato siempre habrá una masa mayor o menor de gente dispuesta a celebrar la evocación de ese inventario artístico incubado al calor de contextos políticos que van, vienen y vuelven con distintas caras pero los mismos olores. Como un commodity al que le calza bien cualquier envoltorio mientras dentro de él se trafique el mismo contenido. Un movimiento social de magnitud, trascendencia y ningún comparativo posible en la historia argentina moderna. El secuestro de tu estado de ánimo mientras están rodando cine de terror.