El escenario descubre dos David: el marrón, protagonista voluntario de la historia, y el de Miguel Ángel, desperdigado en pedazos por todo el espacio. Nuestro narrador, perdido entre las obras clásicas del Museo Nacional de Bellas Artes y sin saber "un pedo de arte", como él mismo confiesa, se cruza con un osito rubio que es su antagonista por excelencia: abogado, blanquísimo, soberbio, peludo y versado en arte argentino, especialmente en esas obras c