Bernardo Monk presentará Cosmofónico, su octavo disco, el miércoles 12 a las 20 en Bebop Club (Uriarte 1658). El disco alcanza una síntesis entre la faceta tanguera y la faceta jazzística del saxofonista, e incluye una suite de cuatro movimientos dedicados a las cuatro históricas pasiones deportivas argentinas: el fútbol, el automovilismo, el boxeo y el turf (compuesta gracias a una beca del Fondo Nacional de las Artes). Además, en este nuevo material se vuelcan algunas de sus obsesiones, como la práctica de la observación de aves –que desarrolla desde niño- y algunos pasajes vinculados a su intimidad, como “Última canción de cuna” o “Perdón y adiós”.
Monk propone una música bastante visual. Incluso su concepto de “música programática”, desde el que parte, lo considera un modo de “describir escenas, imágenes o personajes”, algo que también vincula su lenguaje a lo cinematográfico. “En general, todo lo que compongo tiene un disparador visual, que puede ser una escena o un relato, como en ‘Fobal’, que sigue toda la caminata de una hinchada hasta la cancha, sus cantos, la radio, los picos emocionales del partido, etcétera, pero también puede dispararlos una simple imagen, por eso siempre estoy atento y observando”, cuenta. Por ese mismo motivo, confiesa, en la calle no usa auriculares. “Es perderse muchas fuentes de inspiración. Esas son las historias que hacen que uno tenga algo para contar con la música y no usando a la música como un fin”, considera.
“En el caso puntual la 'Suite Cuatro Pasiones Argentinas', busca describir no sólo elementos de estos deportes sino también escenas del evento social en sí y de los estados de ánimo que se suceden a lo largo de un partido, una pelea o una carrera”, explica. No es la primera vez que se mete con el deporte. En Tango, pasión de multitudes, abordaba la pelota desde el tango, aunque es cierto que las metáforas futboleras eran formas de hablar de la vida, antes que de la experiencia deportiva en sí misma. “En ese caso el medio eran las letras. En este, el medio es lo instrumental”, señala.
“El fútbol y el automovilismo no necesitan explicación de por qué los incluí. El boxeo y el turf, si bien tienen menor popularidad hoy en día, siguen siendo mundos enormes en los que si te asomás un poco, gozan de gran vitalidad, además de tener gran relación con nuestra historia”, explica. “Además, la idea era describir estas actividades hoy, con guiños a lo tradicional pero atendiendo a la mutación que han atravesado desde lo social, reglamentario o tecnológico. La suite busca ‘mantener la llama y no adorar la ceniza’”.
Finalmente, en Cosmofónico Monk incorpora finalmente la batería a su repertorio de sonidos, algo que había evitado adrede durante años. “Parte de la resignificación que este disco implica es el hecho de haber abierto esa barrera y buscar un modo de incorporar la batería sin recurrir a clichés. Aunque en un principio la idea era usar una batería programada, mi productor Eduardo Bergallo me convenció de ir a lo acústico. Era fundamental incorporar un gran instrumentista sin recorrido en el tango, de manera de poder moldear su incorporación a mi gusto”, reconoce. El hombre de los pallilos para el disco resultó ser Tomás Babjaczuk. “Desde ahí trabajamos hacía una sonoridad que no fuera la típica de un disco de jazz”.