Eva Sola no es el dúo barcelonés que explota en Tik Tok. Es una rara avis argentina, de esas que habitan un ecosistema propio. ¿De dónde surgió esta mujer de 42 años nacida en Salta, capaz de tocar música clásica con el violonchelo y cantar magistralmente folklore y tango? Y no sólo eso, sino vivir entre Italia y Argentina, ganar dos premios Gardel con discos de canciones anónimas, subirse con una caja vidalera a tocar con La Bomba de Tiempo, ser madre de tres hijos y lanzar su primer álbum solista, el magnético Tango criollo, por Shagrada Medra, el sello de Carlos Aguirre.
“Poder es amar”, se dice Eva Sola, en una especie de autorretrato que tiene en el pueblo de General Güemes un hipótetico punto de inicio, en su infancia bucólica. Con padres médicos dedicados a la salud pública, junto a sus hermanos trepaban a los árboles, se perdían en el monte, jugaban a la luz de la luna hasta cualquier hora. “Vivíamos más bien libres. Pataperreando, como decimos en el norte”, suelta, tal vez como definición inconsciente de una trayectoria artística que, a la vez que la sumerge a estudiar las partituras de la música antigua, puede cambiar dúctilmente a un clásico como “Sentimiento gaucho”, uno de los temas de Tango criollo. “Con el hombre que la tiene/ Por su bien o qué sé yo/ Porque todo aquel amor/ Que por ella yo sentí/ Lo cortó de un solo tajo con el filo de su traición”, entona con el trío de guitarras de Adrián Lacruz, Leandro Nikitoff y Felipe Traine las estrofas que hizo famosas Nelly Omar, y que envuelve con los aromas de antaño en su aura inconfundiblemente moderna.
En aquellos juegos de infancia en Salta, la niña Eva cantaba a toda hora, grababa cualquier cosa que pasaran por la radio y aprendía rápidamente las letras. “Mi viejo era mendocino y amante de la música. Un día me enseñó los primeros acordes en una guitarra que siempre estaba apoyada en alguna silla, donde hacía sonar algunas zambas y tangos. Todas en la misma tonalidad: ‘La Cerrillana’, ‘La Candelaria’, ‘El ciruja’, ‘Contramarca’”. Ese fue el primer bagaje musical. Pasaron varios años hasta que llegó al violonchelo y allí empezó un intenso camino de formación en la música clásica. Primero Buenos Aires y luego Italia, donde se especializó en violoncelo barroco y música antigua. “Esa costumbre de preguntarse por qué, cómo, cuándo y dónde a la hora de encarar un repertorio, me quedó hoy como hábito”, dice, sobre una de las lecciones estéticas de abordar fuentes tan lejanas como complejas.
En paralelo, casi como una doble vida, Eva Sola se dedicó al canto popular. Sintió devoción por el repertorio anónimo y popular de raíz temprana. Aquel tiempo en donde la música argentina empezaba a codificarse en sus formas, cuando Andrés Chazarreta realizaba sus primeras recopilaciones. Allí cuando, también, el tango dejaba de ser una mezcla de músicas y expresiones diversas e informes para convertirse en un género definido, claramente identificable en sus letras.
El giro en su carrera fue en 2011, cuando grabó con Nadia Szachniuk, salteña como ella, el primer disco del extraordinario dúo Eva y Nadia llamado Vidala, esas canciones que coreaban juntas desde la escuela. El disco, que recuperaba los sonidos del norte argentino, fue premiado con un Gardel. “Nada más inesperado, un verdadero reconocimiento al repertorio popular”, dice todavía sorprendida la cantante desde Sicilia, donde vive actualmente y viaja con cierta frecuencia hacia Argentina, en la que forma parte de la Orquesta Sinfónica de Salta.
Entre idas y vueltas, la vida nómade entre Italia, Buenos Aires y Salta, con sus hijos Rosa, Emma y Óliver, Eva Sola habla de “el arte de hacerlo todo posible”. En sus propias palabras: “Ser madre no es fácil, querer llevar adelante una profesión mientras se materna es muy difícil, ganar dinero con eso, más aún. Así, con las energías repartidas en miles de lugares y personas, descubrí un modo diferente de ser y de crear. Puedo decir que la maternidad me volvió loca en cierto sentido, puso todo sobre la mesa, me replanteé toda mi vida, mi persona, mi infancia. Me di vuelta tres veces, con cada puerperio cambié de piel y encontré capas de mí misma desconocidas”. A la par del nacimiento de su último hijo grabó un segundo disco con el dúo Eva y Nadia, con una nueva premiación del Gardel. “De nuevo la gran sorpresa y el reconocimiento al trabajo independiente y sin miras comerciales. La alegría de saber que ese trabajo testarudo de seguir por el camino de lo que a uno le interesa en lo profundo, sin importar su alcance, tiene una recompensa. Claro, no económica, pero recompensa al fin”.
Después de la muerte de su padre decidió hace unos meses volver a Italia y entonces, entre sus intermitencias en Buenos Aires, grabó Tango criollo. Lo pensó como una suerte de regreso a sí misma. “Armar un disco de tango me parece un hecho político”, enfatiza en el contexto actual de lo que llama “la cultura del odio”. Desea reafirmarse en la identidad criolla, latinoamericana. Amante de la vidala, ese género criollo que sincretiza la copla española con los giros poéticos locales, puede pasarse horas escuchando conjuntos folklóricos de los años ’30, tanto como les dedica al estudio de Bach, Mozart o Haydn en su violoncelo.
“No deja de sorprenderme la riqueza de nuestra música”, se expande mientras se gana la vida en Europa con música de concierto. “Me fascina observar ese momento de nuestra historia en donde se estaban gestando las bases de esto que somos. Una gran mezcla, sorprendente e improbable, de culturas, caras, idiomas, caracteres pero una mezcla que se dio aquí a principios del siglo XX con estos tangos camperos que grabé en mi disco”. Lo fue armando junto a Felipe Traine en una vieja casona de La Boca regado de mate, trinos, capotastos y púas. Eva Sola evoca ese tango fundacional que todavía lucía campestre, donde el arrabal sonaba más a rancho, tranquera, pulpería, payadores y fiestas de pueblo con temas como “Cruz de palo”, “Muchacho”, “Gloria” y “Como yo lo siento”.
A sus 22 años había llegado a Europa con el violonchelo a cuestas. Hoy, con su primer disco solista publicado, quiere liberar el canto hacia nuevos cruces, como su amor por la música brasilera. “Pasé mis cuarenta, tengo un camino hecho y siento que no tengo que demostrar nada a nadie. Fundamentalmente tengo muchas ganas de dar espacio a la cantante que creo siempre fui”.
Eva Sola presenta Tango criollo el viernes 21, en Bargoglio, Bacacay 2414. A las 21.