Agroactiva es una muestra agropecuaria que convoca anualmente a miles de productores. Se ha transformado en los últimos tiempos en una gran vidriera pública, que ejerce una atracción casi irresistible sobre algunos dirigentes políticos. El ex ministro Julián Dominguez no escapó a este embrujo y aprovechó para lanzar una serie de propuestas que merecen ser discutidas, Pero, antes de responder punto por punto es necesario hacer algunas consideraciones. Julián hace una reivindicación implícita de las políticas agrarias menemistas que no puedo dejar pasar.
El método se mide por el resultado. Esa etapa nos costó: 103.000 chacras mixtas menos, 12 millones de hectáreas hipotecadas, la pulverización de 900.000 puestos de trabajo en el sector, 600 pueblos al borde de la extinción. además de la desaparición de la Juntas Nacionales de Carne y de Granos, privatización del FF.CC, los puertos, el Paraná y la liquidación a precio de chatarra de nuestra flota mercante, por nombrar solo algunos de los desastres menemistas. Y todo eso se hizo con retenciones 0. Una verdadera catástrofe. Para bancar esto, ya está Milei.
El momento y lo conceptual del artículo de Julián Dominguez y Javier Preciado Patiño se corresponden en forma milimétrica con las declaraciones de Gustavo Idigoras, el lobbista de la Cámara Aceitera de RA (CIARA), que son los que fijan el tipo de cambio en la Argentina. Julian, con tono dramático tipo ”salvemos las ballenas” dice:”Todavía estamos a tiempo de hacer algo por la soja”. Mientras Idigoras, como afinado querubín, aporta: “La soja va a desaparecer y vamos al fracaso total de la industria aceitera”. ¿Pobre soja? ¡De no creer! Operación coordinada, con acting de yapa. Tiembla Darín.
En otro punto, la nota, publicada en La Nación, parangona la supuesta pérdida de influencia de la Argentina en los mercados mundiales, frente a Brasil o Paraguay. No se pueden comparar, seriamente, los volúmenes producidos y exportados por países, como si fueran valores absolutos, sin medir, diferenciar y evaluar sus respectivos tamaños y realidades productivas y políticas. A los volúmenes agrícolas hay que interrogarlos, preguntarles cosas. Por ejemplo: cómo se consiguieron, dónde, si respetaron el medio ambiente, con cuántos productores etc. Comparar volumen contra volumen en forma absoluta, es como comparar lo que come un caballo con una oveja, sólo porque los dos comen pasto.Hay que poner contexto y marco político.
Para salvar a la soja Julián propone, como primer punto, bajarle las retenciones al mismo nivel del maíz y el trigo ¡Vaya originalidad! Veamos: soja el 33% y maíz y trigo 12%. La soja debería bajar 21 puntos. Sobre una cosecha estimada de 50 millones de tn, significa una cifra millonaria en dólares, que dejaría de percibir el Estado e iría al bolsillo ¿de quiénes? ¿del pueblo argentino? NO! De los ya megamillonarios sojeros que se dedican a extorsionar a los gobiernos con la no liquidación de divisas.
Veamos algunos detalles que nunca te cuentan. No se puede analizar la baja de retenciones sin ponderar el tremendo grado de concentración de la tierra y la producción. El primer ganador de esta propuesta de baja son los terratenientes rentistas. Dado que el 70% de la tierra se trabaja bajo el sistema de arrendamiento, y que dicho arrendamiento siempre se pacta en quintales de soja, los susodichos terratenientes rentistas cobrarán automáticamente un 21% más por el valor de la tierra.
El otro beneficiado es el selecto club de la concentración productiva. Es decir los pools de siembra y mega productores como MSU, Lartirigoyen, Cresud, AGD, etc. Argentina tiene 56.991 productores de soja. Sólo 17.000 de ellos producen más del 80%. Por ende, el otro pedazo de semejante torta de dólares va a esos bolsillos ya millonarios. Semejante monetización tiene algunos destinos probables: una parte seguro a la fuga; y la otra, a alquilar más campo. Esto significa que van a ir por la poca tierra que todavía siguen cultivando los productores genuinos, agudizando la concentración. Porque la tierra no se puede fabricar, hay la que hay: más trabaja el pool, menos el chacarero. Es fácil de entender, ¿no?
Julián Dominguez y Juan J. Bahilo ya quitaron todas las retenciones a las economías regionales y eso no favoreció a los pequeños productores. Miren el ejemplo del maní: este se exporta en más de un 90%, y es un cultivo ultra rentable. Massa les dio retenciones cero. Sin embargo, en las zonas maniceras perdimos las elecciones 80 a 20.
“Amigarse con el campo” no es hacerse de derecha o copiar sus políticas: es tener una política propia, que responda a los intereses del pueblo; y que se apoye en los pequeños y medianos productores, que los diferencie por el tamaño de sus explotaciones; que proteja la soberanía y seguridad alimentarias, la chacra mixta; que apoye la industrialización de la ruralidad, el arraigo, etc. Es con más peronismo, no con más menemismo.
Las retenciones hay que segmentarlas si o si. Bajar a todos por igual significa una brutal transferencia de ingresos del Estado a los más ricos. Además, es básico discriminar entre rentistas y productores genuinos. No se los puede meter a todos en la misma bolsa como si fueran iguales. Cómo se le va a cobrar la misma gabela a un chacarero de 50 hectáreas, que a un estanciero o pool de 100.000. Es un error conceptual evidente, que cometimos muchas veces y así nos fue. Quién más tiene, más debe pagar. No es tan difícil, ¿no? Se llama peronismo.
Otro punto que plantea Dominguez es poner fin al uso propio del productor en materia de semillas. Una verdadera afrenta a la soberanía, al sentido común, a la historia y al movimiento campesino. Un regalo dispendioso a mega empresas nacionales y extranjeras. Es como querer patentar la rueda.
Durante siglos los campesinos fueron seleccionando la mejor semilla para después volverla a sembrar. Ese proceso significó un mejoramiento natural de la genética en los cultivos. Resulta que una multinacional le agrega un gen, la patenta; y pretende cobrar un royalty, apropiándose de un trabajo que no hizo y de una inteligencia que no tuvo. Eso sí es un ataque a la propiedad privada. ¡¡Cómo no voy a poder sembrar mi propia semilla?! Esa herencia intergeneracional tan valiosa va a parar a Don Mario o a Monsanto.
Estoy de acuerdo con que se regule y controle el uso propio, que se lo segmente con el mismo sentido de equidad y justicia con el que proponemos segmentar las retenciones. Y que el Estado fiscalice la venta. Pero sacarle al chacarero la posibilidad de resiembra con su propia semilla es una imposición confiscatoria!
¿Que los semilleros no tienen rentabilidad para invertir en mejorar la tecnología? ¡Que se lo cuenten a otro! ¿Cómo se explica -entonces- que la familia Bartolomé, dueña del Grupo Don Mario, de Chacabuco (Prov de Bs As) el semillero líder en Argentina, haya invertido 200 millones de dólares en la compra de 60.000 hectáreas a la australiana Kahlbetzer? Si la semilla es un negocio tan malo: ¿de dónde sale el dinero para semejante inversión?
¿Por qué no invierten en mejorar la semilla de maíz, que es 100% fiscalizada y tenemos rinde promedio un 50 % inferior que los EEUU?
No es una novedad que Argentina necesita una ley de arrendamiento y aparcería rurales. Pero no una ley como la que buscan los fondos de inversión y los pools de siembra, para consolidar las posiciones de la agricultura buitre. Sino una ley como la 13.246 promulgada por el Gral Peron, que protegía el buen uso de las tierras y al productor genuino.
Más allá de las críticas, el artículo en cuestión es muy importante para despertar el debate interno agrario, de su larga siesta. No es copiando a la derecha o como vamos a crecer electoralmente, sino volviendo a nuestras raíces y representando los intereses del pueblo honesto, que es la verdadera gente de bien.