El gobierno desalojó con gases lacrimógenos, balas de goma, golpes e hidrantes la multitudinaria protesta que se reunió en la plaza del Congreso contra la Ley Bases. El operativo arrancó poco antes de las cuatro de la tarde, cuando la manifestación llevaba siete horas en la plaza y en el interior del recinto legislativo la senadora cordobesa Carmen Alvarez Rivero hablaba en favor de la reforma laboral. "No nos sirve una ley (de contrato de trabajo) que tiene 50 años. Tenemos que respetar la libertad del empresario, que debe ser la autoridad dentro de su propia empresa", decía la senadora cuando en la calle comenzaron los gases. Los policías gasearon primero a los manifestantes que estaban contra las vallas, que respondieron tirando piedras e incluso con algunas molotovs. El operativo avanzó entonces sobre la plaza con camiones hidrantes, gases y balazos de goma. Más temprano, habían gaseado a un grupo de diputados opositores cuando se acercaron a participar de la protesta. Estaba claro que el objetivo de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, fue vaciar la plaza para que el Senado avanzara en el debate sin protestas callejeras cercanas.
Hasta el cierre de esta edición hubo grupos de personas que intentaron volver a la plaza, en un barrio del Congreso militarizado. Debido a la violencia desatada, un centenar de manifestantes resultaron heridos, según estimó la Comisión Provincial por la Memoria. También hubo numerosos detenidos; el ministerio de Seguridad reconoció que por lo menos son 18. La Oficina del Presidente, que difunde las actividades de Javier Milei, publicó un comunicado en el que calificó de "grupos terroristas" a los que protestaron y aseguró que los manifestantes habían intentado dar "un golpe de Estado", por lo que felicitó el accionar de las fuerzas de seguridad.
"Que los senadores escuchen"
En la plaza se juntó gente desde temprano. "Llenamos la calle para que los senadores escuchen y no voten la Ley Bases”, dijo a Página/12 Josefina Centurión; llevaba un cartel con la foto de un Milei ataviado con una corona. “Esta ley otorga facultades ilimitadas al Poder Ejecutivo”, advertía el afiche.
Eran las 9 de la mañana y ya se veían banderas y pancartas llevadas por los gremios, organizaciones sociales y los partidos de izquierda. “Vine porque soy una trabajadora que dependo de una planta estatal; soy docente, me movilicé con mi sindicato. Espero que la plaza se llene y logremos hacer un poco de presión”, definió Inés, docente, los objetivos del día. Tenía un chaleco de la Unión de Trabajadores de la Educación.
Como ella, muchos otros manifestantes fueron llegando con la camiseta puesta. Las remeras negras de los aceiteros, por ejemplo, se distinguían sobre un costado de la plaza, pegados al tráfico. Daniel Yofra, el titular del gremio, contó que llegaron a la protesta los que pudieron, porque el ministerio de Trabajo le dictó a los aceiteros una conciliación obligatoria en el paro que habían declarado. “Lo hicieron para impedir que nos movilicemos”, resumió. Yofra estaba molesto no sólo con el gobierno: “hoy somos pocos los que hacemos huelga”, opinó, y agregó que “si la CGT y las centrales hubieran llamado al paro el panorama sería otro”.
Cuando el número de manifestantes aumentó hasta cortar las calles del costado de la plaza -ya eran cerca de las 10 de la mañana-, la policía hizo un cordón para mantener abierta la circulación en la avenida Callao. Cerca de las 11 se agregó la gendarmería al operativo, en medio de silbatinas (por la tarde lo haría la Prefectura). No paraban de llegar nuevos grupos de gremios (Camioneros, Aeronáuticos, los gremios de prensa, Taxistas, Canillitas, docentes universitarios).
En la columna de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (Utep) Josué y Alejandro, del Movimiento Los Pibes, no se hacían expectativas con los resultados. “Esos son los representantes de un sistema de descarte”, opinó Josué señalando en dirección al Congreso. Alejandro escuchó la pregunta de si los senadores sentirían la presión y meneó la cabeza. “Esta gente ya no escucha nada, están en otro planeta”, opinó.
El ánimo de los que llegaban era el del que está harto. Especialmente entre los que andaban sueltos, sin ser parte de una organización. Por ejemplo, a pesar del vallado muchas personas se cruzaban a la vereda del Congreso para protestar allí y no de lejos. Sergio, integrante de un club de barrio en el municipio de Moreno, estuvo entre ellos: hizo ondear una enorme bandera argentina junto a las escalinatas del Congreso. “Soy un militante de base y me toca estar acá, contra esta ley hecha para regalarle los bienes nacionales a las empresas extranjeras”, dijo aludiendo al RIGI. Los autos saludaban con bocinazos y un grupo que pasaba le pidió si les prestaba la bandera. querían también hacerla ondear y sacarse fotos. Eran de La Plata. “Allá tenemos 15 comedores que sobreviven porque el Kicillof nos manda alimentos, porque si fuera por Milei....”, dijo el que pidió prestada la bandera. Atrás se había formado una barra que se puso a cantar “el pueblo no se vende”; eran municipales de San Martín.
Ese era el ánimo de la calle al mediodía: los gremios, movimientos sociales y partidos de izquierda en la plaza, encolumnados; los sueltos, desbordando en la medida que podían el vallado policial para agitar una bandera en la vereda del Congreso.
La represión
A las dos de la tarde la policía avanzó con la primera represión, gaseando a un grupo de diputados de Unión por la Patria que se había acercado para sumarse a la protesta. Estaban ahí Cecilia y Leopoldo Moreau, Paula Penacca, Germán Martínez, María Graciela Parola, Juan Marino, Santiago Cafiero, Eduardo Toniolli, entre otros. (ver aparte)
El diputado Carlos Castagneto, fue uno de los más afectados y debió ser trasladado a la enfermería de la Cámara de Diputados. Luego, junto a otros cuatro legisladores, fue derivado al hospital Santa Lucía.
Los gremios y organizaciones convocantes a la protesta (un sector de la CGT, las dos CTA, la UTEP) tenían planeado hacer a esa hora un acto, pero en el clima ya caldeado del momento definieron leer un documento. "Contra todo interés nacional y soberano, la Ley Bases es una herramienta para realizar un proyecto absolutamente dependiente de los intereses transnacionales financieros", advirtieron.
Cuando arrancó la represión, a las cuatro de la tarde, la gente no sólo llenaba la la Plaza, sino que se extendí por la Avenida de Mayo hasta la 9 de Julio. Muchas columnas eran del Conurbano y estaban agrupadas por municipios, una rareza en las marchas que mostró que los intendentes del peronismo estaban activando. La Cámpora, el Frente Patria Grande de Grabois y otros espacios nacionales y populares ocupaban un costado de la plaza, mientras en el otro concentraban partidos de izquierda como el PTS, el Partido Obrero y el MST.
Ante los balazos de goma y los gases, los manifestantes respondieron dando vuelta vehículos. Tres terminaron ardiendo, incendiados. Los gases lacrimógenos consiguieron que la mayoría se retirara aunque, como ocurre cuando la bronca es mucha, parte de la gente siguió intentando volver a la plaza.
Los organismos de derechos humanos (Madres Línea Fundadora, APDH, la Liga, entre otros) repudiaron "la brutal represión (...) a la ciudadanía movilizada en defensa de sus derechos". Al rechazar el operativo, el Cels advirtió que hubo efectivos "portando armas de fuego"; lo mismo fue observado por el Comité Nacional para la Prevención de la Tortura.
Al cierre de esta edición, el Senado continuaba el debate de la ley y a los grupos de manifestantes que permanecían en la zona se sumaban vecinos con cacerolas. También se iniciaba un nuevo ciclo de represión, con la policía motorizada haciendo un despliegue que, a todas luces, no tenía otro objetivo que desalentar a quienes pensaran en acercarse a la protesta.