La obra freudiana se encuentra atravesada por una extensa lista de autores y obras teatrales. Sófocles: Edipo rey, Shakespeare: Ricardo III, Macbeth, Hamlet, El Rey Lear, El Mercader de Venecia. También Ibsen, Goethe y otros.

Freud habló de la grieta del inconsciente en su interpretación sobre los sueños, indicando que atravesada la grieta se cae al universo de lo no simbolizado. Indica que allí está el acto dramático, ahí corre la sangre del creador, luego se cristaliza en significantes, por eso el texto puede ser leído o representado.

Los sueños le permitieron dar cuenta de la Otra escena del inconsciente, en tanto devela personajes que habitan en uno, de tramas que sorprenden. Esa Otra escena, aludiendo al teatro, ese lugar donde se puede escuchar una formación del inconsciente.

Introduce una estética del artificio teatral fundada en una economía de goce, resalta la función del espectador necesaria a la relación del chiste, de la agudeza. El espectador es el tercero, el lugar donde se realiza el chiste.

En Lacan las referencias teatrales son múltiples y variadas. Me centraré en Hamlet de Shakespeare, a quien dedica siete clases en el Seminario El deseo y su interpretación.

Para Lacan, Hamlet es la tragedia del deseo humano, con todo su carácter problemático. Propone seguir el texto de la obra, del mismo modo que procedemos con el inconsciente, tomarlo al pie de la letra.

Y se interroga por la función del actor y del teatro, destacando que no es lo mismo leer a Hamlet que verlo en el escenario, pues el inconsciente definido como discurso del Otro, no se lo puede ilustrar mejor que en la relación de la audiencia con Hamlet, allí, lo inconsciente se presentifica. Si una pieza teatral nos emociona, dirá Lacan, es porque aloja lo que en nosotros está escondido, nuestra propia relación con nuestro deseo.

Hamlet es un espejo donde cada uno se ve, lector o espectador, pues en el interior de la obra se halla la dimensión propia de la subjetividad humana. Hamlet es un personaje que está compuesto con algo que es el lugar vacío, para situar lo insabido, que no es otra cosa que la presencia del inconsciente, lo que le da al personaje su alcance y su fuerza. Con nuestro propio cuerpo hacemos el alfabeto de ese discurso que es inconsciente. El actor presta su presencia.

Estas preciosas observaciones de Lacan, me llevan a pensar, que el actor debe buscar cómo decir el texto, luego apropiarse de éste, hacerlo suyo. Poder incorporarlo a su cuerpo, para poder saber hacer otro cuerpo, el cuerpo del personaje. La modulación de la voz, el ritmo, el diseño espacial, la pausa y el silencio, es un decir del cuerpo que configura el relato, el gesto teatral es una sutileza, que contribuye a generar un intenso efecto dramático en la escena.

En la medida en que el inconsciente del actor es más o menos compatible con ese préstamo, habrá creación artística, es decir inventar la ficción, que da vida al personaje, que nos emociona porque cada espectador puede encontrar sus propias resonancias inconscientes.

El artista pintor, cineasta, escritor, actor, director, nos enseñan su saber hacer, los psicoanalistas nos servimos de su arte, para hacer avanzar la teoría psicoanalítica que deberá estar siempre a la altura de su época.

*Miembro EOL Sección Rosario y AMP.