ITALPARK 6 puntos
(Argentina, 2024)
Dirección y guion: Juan Carlos Domínguez.
Duración: 82 minutos.
Estreno exclusivamente en Centro Cultural Recoleta y Cine York (Olivos).
“Cuando quieras divertirte de verdad / Cuando quieras disfrutar con emoción / Venite aquí, al Italpark, al Italpark, al Italpaaaaaark”. El famoso jingle publicitario del parque de diversiones porteño fue lanzado en los años 80, cuando las principales atracciones del lugar eran la reluciente montaña rusa Corkscrew y el juego giratorio Matter Horn, además del también moderno Samba. Pero ese emprendimiento fundado por tres hermanos de origen italiano, los Zanon, ya había cumplido por entonces más de dos décadas de existencia, atravesando la vida de varias generaciones de niños, jóvenes y adultos, y apuntando hacia el futuro. Un futuro truncado apenas unos años más tarde, a mediados de 1990, cuando un desperfecto técnico en el Matter Horn acabó con la vida de una joven de quince años. El último clavo en el ataúd de un ícono de Buenos Aires que, dicen, ya no era lo que solía ser. Esos treinta años de permanencia en la historia de la ciudad y en la memoria de miles y miles de visitantes es la que cuenta Italpark, el documental de Juan Carlos Domínguez estrenado hace un par de meses en el Bafici.
De estructura convencional, pautada por las cabezas parlantes de los entrevistados y las imágenes de archivo de noticieros, películas y registros hogareños, el film logra sin embargo tocar las fibras de todo aquel espectador que haya caminado los 4500 metros cuadrados que hoy ocupa el Parque Thays. Domínguez recurre a la memoria de extrabajadores, fanáticos, coleccionistas y simples visitantes del Italpark para reconstruir un relato que arranca en 1960, cuando las celebraciones del sesquicentenario de la Revolución de Mayo fueron la excusa para que los Zanon presentaran un puñado de juegos mecánicos, ahí cerquita del cruce de la Avenida del Libertador y Callao. El repaso cronológico del ascenso, apogeo, decadencia y muerte del parque es entrelazado con la descripción de algunos de sus juegos más inolvidables, como la montaña rusa Super 8 Volante (la “vieja”, como se la solía llamar), el paseo del terror conocido como Las grutas de los fantasmas, los autitos chocadores del Super Monza o el simulador espacial Astroliner X-10.
Mientras las imágenes de época, ya sean en Super-8 o video, exhiben con orgullo un paseo por el teleférico o registran la primera vuelta de una pequeña niña en la calesita aérea Dumbo, en el presente los vestigios de los juegos son buscados y mimados por los coleccionistas, fantasmas que evocan la magia y la fantasía del pasado. El de Italpark, la película, es un recorrido por los senderos de la memoria, entrañables para todo aquel que haya visitado el lugar durante la infancia. La última escena, emotiva hasta el lagrimón, acompaña a un ex trabajador mientras camina sobre el césped del actual parque arbolado y describe la sensación de oír el ruido de las atracciones de antaño, espectros sonoros de un lugar y una época que es casi imposible no idealizar.