“Lo importante es que sea música bien tocada”, declaró alguna vez a este diario Julio Pane. El mítico bandoneonista falleció este miércoles a los 76 años y dejó, sin dudas, mucha música muy bien tocada, mucho tango bien compuesto, bien arreglado. Dejó, además, un recorrido hecho como estela, para que otros intérpretes del instrumento pudieran estudiar y aprender.
Pane era primer bandoneón de la Orquesta de Tango de la Ciudad de Buenos Aires y hacía menos de un mes había tocado con su propio trío (junto al pianista Fernando Marzán y el contrabajista Manuel “Popo” Gómez) en Bebop, ya que desde la pandemia no había conseguido rearmar su hermosa orquesta típica. Más allá de su última presentación, trabajaba en una suite para bandoneón dedicada a Cátulo Castillo.
Hijo y sobrino de bandoneonistas, Pane fue parte de la avanzada vanguardista del género en la década del ’60 y tocó con muchos de los grandes de la época: Horacio Salgán, Raúl Garello, Atilio Stampone, Miguel Caló, Enrique Francini, Leopoldo Federico y Ástor Piazzolla (en el Sexteto Nuevo Tango) disfrutaron sus fraseos en sus formaciones. El exigente oficio del fueye lo llevó, contaba, a hacer yunta con gente “que amaba el tango” como principal motivación de trabajo. El título de uno de sus discos, junto a Juanjo Domínguez, definía eso: Un placer.
Los especialistas en el fueye destacaban sus condiciones, su gran capacidad para improvisar (y tocar, como se dice en la jerga, “a la parrilla”) pasajes complejos. Tanto que bien podían considerarse arreglos en sí mismos, por sus elaboraciones armónicas. Además compuso los tangos “A las orquestas”, “Interludio”, “Mi María” y “Divagación y tango”. También dedicó otros tantos a sus colegas, como “Ciudadano de Saavedra” (a Goyeneche) y “De profesión: tango” (a Leopoldo Federico).
Como muchos otros de su generación, Pane reconocía su primera escuela en la radio. Especialmente en Radio el Mundo (el edificio que hoy es de Radio Nacional), donde tocaban en vivo y transmitían orquestas, aunque a veces “también iba a Splendid o Radio Belgrano y escuchaba todas las orquestas de ese tiempo”, contaba. Ahí absorbió todo, desde Di Sarli a Pontier o Salgán. Después fueron más de 60 años de formación, ensayos y aprendizaje. En 2003, en otro diálogo con este medio, contaba que muchos lo señalaban como un puente entre una generación dorada y un futuro que recién estaba formándose. Eran los albores de eso que hoy se llama “tango siglo xxi” y Pane era uno de los que laburaba formando pibes que, de pronto, se interesaban en volver a ese artefacto milagroso llamado bandoneón. 21 años después, no caben dudas de su aporte al futuro.
En 2016 decía a Página/12 que lo suyo era “un compendio de todas esas situaciones” que lo habían formado. “Un periodista dijo que soy un poco chapado a la antigua, pero con sorpresas”, comentaba esa tarde. No le había gustado la definición. Prefería otra cosa para su música: “que esté bien tocada y tenga elementos, raíces, que sea profunda, que el que la escucha o la baila se sienta identificado”.