Los 10 son 10. Desde hace mucho, desde siempre. Les tocó vivir lo indescriptible, un tobogán emocional, apocalípticamente vertiginoso, como el peor abismo imaginable. Del éxtasis a la peor pesadilla, en una fracción de segundo. La siempre subestimada estupidez humana se empeñó en entrometerse en su planificado y merecido sueño. Y lo hizo al estilo de una inverosímil y hollywoodense película de terror. Pretendió dividirlos, arrancando del seno de su cofradía fraternal, la vida, la prometedora vida de 5 de ellos. Pero esa tragedia inexplicable, de macabra simetría matemática, que quiso segmentar en dos a ese grupo de grandes amigos, falló miserablemente en su cometido. Porque cimentó aún más ‑si eso es posible‑ su indestructible amistad. Porque se empecinaron, con rigor politécnico, en seguir siendo Los 10 que siempre fueron y no los 5 que el imán promotor del odio de turno pretende. Porque esta tragedia destrozó a 10 familias. Porque las 10 familias reharán sus vidas, no sin insoslayables dificultades, con el apoyo incondicional de todo el planeta ‑exceptuando a los pobres fundamentalistas de la violencia y del odio‑, propulsados además por el combustible emocional de esa extraordinaria amistad que estos chicos supieron forjar y que son una fuente de inspiración para todos nosotros. Porque a pesar del odio, el amor es más fuerte. La amistad es más fuerte. Y si aún no le creen al gran Tanguito, pregúntenle a Los 10.
*Hermano de Martín Marro, que resultó herido durante el ataque terrorista del martes 31 de octubre pasado, en Nueva York.