El pasado no es solo historia, es también memoria. “No voy a pedir perdón por tener pene”, confesaba Milei hace unos años. Faltaría más. Un presidente de extrema derecha sin pene es como un antidisturbios sin su gas pimienta. Forma parte de la impronta del macho. Ayer en el Congreso se vio la erótica del poder en su pulsión más violenta. Volvieron los palos, los gases, el maltrato, la represión. ¿Cuánto cuesta romper un país? ¿Cuánto cuesta levantarlo? Uno se pregunta si esto es lo que tenía preparado el futuro para nosot“Papá, cómo es posible que no vieras venir un tipo como Milei?”. No, hijo, si eso es lo peor, que lo vimos venir.