Los sacerdotes de las villas de emergencia de la región metropolitana de Buenos Aires aseguraron que la ley de emergencia social, que recibió ayer media sanción en Diputados, es también una “buena medida” para que muchos argentinos puedan llegar a fin de mes en un país con 32 por ciento de pobreza.
Los curas villeros advirtieron en un documento que “la paz social es fruto de vivir bien y esto no se da sin justicia y sin respeto por la dignidad de cada persona”, reclamaron austeridad a la dirigencia y consideraron que “es fundamental la solidaridad del movimiento obrero con esta multitud de trabajadores de la economía popular”.
“En 1974 la Argentina tenía 4 por ciento de pobreza y hoy tiene un 32 por ciento. Esta emergencia social que vivimos no es la consecuencia de un desastre natural. Hay que trabajar entonces sobre las condiciones que la produjeron. Mientras tanto vemos necesario apoyar la ley de emergencia social. Esta puede ser una buena medida, entre otras, para que mucha gente llegue a fin de mes”, sostuvieron.
“Nuestra sociedad nunca podrá ser feliz si tenemos un 32 por ciento de pobreza y un 6 por ciento de indigencia. Ahora bien, detrás de las estadísticas hay rostros concretos e historias muy dolorosas. Duelen hoy y dolieron siempre, no simplemente cuando los números los registran y los hacen visibles”, advirtieron en el documento.
Los sacerdotes afirmaron que “tampoco es un criterio absoluto la capacidad que tengan los más pobres de llenar una plaza para hacerse ver” y a modo de ejemplo plantearon que “basta pensar en los miles de chicos y chicas que consumen paco, que difícilmente puedan organizarse para reclamar por sus derechos”.
Asimismo, consideraron que la austeridad es “un buen antídoto contra la corrupción” y, tras cuestionar que las autoridades reclamen este valor “a los que luchan por sobrevivir”, manifestaron que sí se requiere de “los dirigentes políticos, empresariales, sindicales, judiciales, eclesiásticos, de los medios de comunicación social, etc.”. “Esta mirada nos ayuda a no perder el eje de una economía al servicio de las personas y los pueblos, en vez de concebirla como un mero mecanismo de acumulación –la copa en vez de derramarse, se agranda-. Hay que considerar a la economía como un instrumento imprescindible para que la política pueda generar oportunidades concretas. Es así que en los barrios más vulnerables es necesaria una presencia inteligente del Estado que lleve trabajo, en esos lugares donde la narco-criminalidad sí está dispuesta a dar ‘trabajo’”, agregaron.
“La cultura del encuentro que anhelamos no propone recetas acabadas, ya que para los problemas complejos que nos llevaron a esta situación de emergencia social no alcanzan las respuestas lineales. Sí estamos convencidos de que en esta cultura del encuentro los pobres no solo dan que pensar, sino que piensan; no solo despiertan sentimientos, sino que sienten; no solo padecen injusticias y están heridos en su dignidad, sino que creativamente luchan para vivir bien. Y en lo concreto y cotidiano nos enseñan tantísimas veces lo que significa el amor fraterno que se revela frente a la injusticia social”, concluyeron.