Aerolíneas Argentinas quedó fuera del intento privatizador de la Ley Bases. Sin embargo, es probable que el Gobierno, más temprano que tarde, vuelva a la carga en su afán por desprenderse de la empresa. Nos proponemos demostrar en estas líneas por qué no resiste el mínimo análisis que el Estado argentino privatice su aerolínea de bandera, salvo que se sostengan posiciones dogmáticas sobre el manejo de la cosa pública, algo de lo que ya dieron sobradas muestras quienes hoy gobiernan el país. Descontamos acá la existencia de intereses espurios o negocios non santos, que en todo caso deberían ser objeto de investigación judicial y excede el propósito de esta nota.

En principio, sería conveniente que el Gobierno cristalice cuáles son sus planes de privatización, ya que no está claro qué camino quiere seguir. Desde la promesa de campaña de entregarle las acciones a los trabajadores y trabajadoras a vender las unidades de negocios más atractivas comercialmente (por ejemplo, simuladores, hangares, sector de cargas) o la incorporación de capitales privados, son alternativas que conducen a resultados diferentes y que, como dejara plasmado CFK en su carta de febrero de este año, algunos de ellos podrían ser objeto de evaluación. No obstante, para nosotros el límite es claro: el Estado debe mantener el control de la compañía como activo estratégico para el desarrollo nacional.

En los últimos años, Aerolíneas Argentinas viene experimentando un proceso de mejora de la productividad sin precedentes para una empresa pública. Lo que todos y todas recordamos como una de las mayores tragedias de la historia contemporánea, la pandemia de la covid-19, para Aerolíneas significó la piedra basal para modificar su lógica de funcionamiento y, por ende, sus resultados.

La fusión de Aerolíneas y Austral, a mediados de 2020, permitió eliminar improductividades históricas que integran la estructura corporativa y abrir el camino para una profunda discusión sobre los convenios colectivos. La Aerolíneas que recibió este Gobierno es una compañía sustancialmente más eficiente que la recibida por nosotros en 2019. El punto de partida de la discusión debería ser el reconocimiento del estado actual de la compañía que, entre otros aspectos, contaba con 300 millones de dólares de caja cuando asumió la nueva gestión. Continuar con su mejora o someterla al experimento libertario, esa es la cuestión.

Llevemos este proceso a números concretos, que son los que sostienen el planteo de nuestro análisis y nos permiten concluir que resulta absolutamente irracional que el Estado se desprenda de Aerolíneas Argentinas. En esta oportunidad vamos a enfocarnos en los números propios de la compañía, no nos vamos a adentrar en el inmenso impacto económico que genera conectando 38 aeropuertos del interior con la Ciudad de Buenos Aires, las más de 40 conexiones interprovinciales y el traslado de más de 14 millones de pasajeros, 11 de los cuales son dentro del país.

Impacto fiscal

En relación al impacto fiscal, a diferencia de lo planteado por quienes promueven su privatización, hoy Aerolíneas Argentinas genera ingresos fiscales muy por encima de la inversión que pueda llegar a necesitar del Estado. En 2023 no requirió fondos públicos para su funcionamiento y el fisco recaudó por su venta de pasajes más de 176 mil millones de pesos. En 2022, por cada peso que giró el Tesoro recaudó casi el doble: 47 mil millones de pesos en subsidios contra 89 mil millones en ingresos.

Ante esto, algún promotor de la privatización podría sostener que estando en manos privadas la recaudación fiscal se daría de todas maneras, sin necesidad de que se comprometan fondos públicos. Contrafáctico: la realidad es que ninguna compañía privada realizó en la historia argentina semejante volumen operacional como el que hoy tiene Aerolíneas Argentinas. Básicamente, porque la extensión territorial del país y la manera en que los argentinos estamos distribuidos territorialmente hace que muchos de los destinos del país carezcan de una justificación comercial para ser operados.

En definitiva, hay que tener mucha imaginación para pensar que en el corto o mediano plazo otra empresa pueda vender semejante cantidad de pasajes en el país; sin mencionar, además, el desastre que generó la experiencia privatista de la década del '90. Veamos sino el gráfico de la curva de crecimiento de pasajeros desde la estatización de la compañía, en 2008.

Divisas y turismo

Aerolíneas es una importante generadora de dólares y esto sucede sólo porque está en manos del Estado. Durante 2023, por la venta de pasajes en el exterior, Aerolíneas ingresó a la Argentina más de 600 millones de dólares. Dólares que cualquier otro tipo de gestión que no fuera de carácter público dejaría en sus cuentas en el exterior o remitiría a su casa matriz. Esos 600 millones de dólares al año por sí solos ya justifican que Aerolíneas se encuentre en manos del Estado.

Además, Aerolíneas preserva las reservas del Banco Central. Cuando un argentino viaja fuera del país y compra su pasaje en Aerolíneas, esa transacción se mantiene en moneda nacional. Cuando viajan con una empresa extranjera, salen dólares del país para cubrir esa compra.

Aerolíneas genera turismo receptivo. Una parte muy importante de la capacidad logística de la compañía se pone al servicio del turismo receptivo. Terminada la pandemia, Aerolíneas llevó adelante una política muy agresiva para que más extranjeros visiten el país, estrategia articulada con otras agencias del Estado dedicadas a tales fines.

Ciudadanos brasileños paseando por el norte argentino constituían una imagen muy poco habitual antes de la existencia del vuelo San Pablo – Salta. Resulta difícil imaginar semejante apuesta al desarrollo de una región argentina desde una compañía en manos privadas. Lo mismo con los ya consagrados destinos de nieve. Bariloche, San Martín de Los Andes, Ushuaia y Mendoza reciben desde hace varios años vuelos internacionales en las temporadas de invierno. Esto sumado a una oferta inédita de vuelos hacia Buenos Aires desde toda la región. Es el sector público, no el mercado, traccionando una de las industrias más dinámicas de los últimos años, apostando a generar demanda a partir de una oferta atractiva para el pasajero.

En definitiva, están alterando de manera sustancial un sistema que funcionaba bien. Nunca en la historia habían existido tantas ciudades conectadas con Buenos Aires y unidas entre sí; con empresas privadas (FlyBondi y JetSmart) creciendo en flota, pasajeros y destinos; y con una compañía de bandera en un evidente proceso de aumento de su productividad y al servicio del desarrollo nacional.

Una privatización de Aerolíneas Argentinas, sumada a una entrega insólita del negocio aerocomercial a los grandes jugadores globales a través una política inaudita de cielos abiertos probablemente destruya toda la industria aerocomercial del país y ponga en riesgo la conectividad de muchas regiones argentinas.

*Exdirector de Comunicación de Aerolíneas Argentinas