La imagen es contundente: uno de esos locales estadounidenses de comidas rápidas de los '60 ha quedado abandonado. Crecen yuyos en el estacionamiento, apenas queda una mesa y dos sillas. Todo se ve ajado, aunque las luces continúan encendidas, lo mismo que el enorme cartel de neon en el que se lee "The Art of the Lie". El arte de la mentira es, precisamente, el título del flamante sexto álbum de John Grant, en el que el cantante, músico y compositor estadounidense continúa exorcizando fantasmas propios y de todos a través de canciones exhuberantes y profundas. Fantasmas como el rechazo de su familia y su comunidad a su homosexualidad, o el estado de las cosas en su país natal. "Los he visto adorar a tiranos con estatuas", canta en "All that School for Nothing", apenas empezado el álbum, no sin antes aclarar: "Perdí la paciencia hace varias décadas / más o menos en el tiempo en el que estaba en el útero".
Grant canta desde sus convicciones, pero también desde sus dudas y contradicciones. Las ha acumulado a lo largo de 55 años de existencia, desde que nació en Buchanan, Michigan, en el seno de una familia muy religiosa. Su crianza en Parker, Colorado no lo ayudó a sentirse muy seguro de sí mismo: cada fin de semana debía escuchar cómo se demonizaba desde un púlpito metodista eso que su cuerpo le imponía sin ambagues. El rock fue la salvación: en 1988 se mudó a Alemania para seguir estudiando idiomas (habla ocho) y empezó a escuchar a Siouxie and the Banshees, Ministry, Cocteau Twins y Kraftwerk. Seis años después, regresó a su país, se estableció en Denver y armó una banda llamada The Czars, con la que sacó seis discos que tuvieron mejor suerte con las críticas que con las ventas. En el camino empezaron sus problemas con las drogas y el alcohol. En 2006 la banda se separó y Grant pensó que ya no había lugar en la música para él. Trabajó de aeromozo, de barman, de vendedor en una disquería y hasta ¡de traductor de ruso en un hospital!
Su vuelta a la ruedo fue con Queen of Denmark (2010), un disco tan personal como expansivo, que sí combinó elogios y éxito comercial. En un show junto a Hercules and Love Affair confesó que se había contagiado hiv: volvió a culparse por su comportamiento autodestructivo, aunque ya había dejado el alcohol y las drogas. En 2013 se mudó a Islandia, donde aún vive, mientras sus shows se hacían cada vez en lugares más grandes (y se cruzaba con Kylie Minogue, Robbie Williams y Richard Hawley). Visitó la Argentina por única vez para el festival BUE en 2016, pero fue un viaje demasiado breve para él, que ansía más contacto con la cultura de la que salieron Astor Piazzolla y películas como Nueve reinas.
En los últimos discos, las canciones de Grant asumieron cada vez más una mirada política, lógicamente enfrentada a la derecha que en su país natal encarnan los republicanos en general y Donald Trump en particular. De hecho, el título de su nuevo disco parafrasea al de un libro del expresidente estadounidense, The Art of the Deal (El arte del negocio). "Hay un montón de enfermedades mentales por ahí", le dice a Página/12 a través del Zoom. "Hay un montón de enfermos mentales graves que piensan que son normales. Es una locura. Si Trump entra de nuevo, no va a ser bueno".
-¿Hay alguna esperanza para la gente que cree en la democracia?
-Sí. Creo que hay mucha esperanza, pero también creo que antes habrá cosas muy malas. Nos volvimos demasiado complacientes, pensamos que nuestra democracia era un hecho y olvidamos que pueden arrebatárnosla muy rápidamente. Ahora estamos aprendiendo una lección muy desagradable, porque esto no empezó en 2016, está pasado desde los años '80 como mínimo. El movimiento de la derecha cristiana en Estados Unidos ha planeado este tipo de cosas durante mucho tiempo. Y ahora encontraron en Trump a alguien que... La cosa es que él no cree en nada excepto en el dinero. Así que él es sólo un recipiente para quien quiera que aparezca. Si lo apoyara la comunidad trans, estaría luchando por reivindicaciones trans. Él sólo quiere poder y le importa un carajo quién aparezca para apoyarlo. Y él sabe lo que quiere esta gente. En muchos sentidos, la gente que lo apoya es mucho peor que él. Porque él es sólo un payaso, es sólo un estafador que está buscando hacer su próximo millón de dólares.
-La relación con tu padre está presente en dos canciones del disco, tituladas precisamente "Father" y "Daddy". ¿Hubo algo en particular que te llevó a revisar tu vínculo y tu historia?
- "Father" surgió porque cuando volví a Michigan para el funeral de mi abuela -quizás en 2006 o algo así, no recuerdo exactamente cuándo fue-, estaba en casa de mi abuela y nos íbamos al aeropuerto. Era invierno y estaba nevando. Miré al otro lado de la calle y vi la casa que había construido mi padre, en la que crecí. Estaba enfrente de la casa de mi abuela. Y mi hermano y yo fuimos, y estaba abierta y vacía. No había nadie viviendo allí, así que recorrimos toda la casa. Entré a la habitación donde crecí, mi dormitorio de cuando era pequeño, y vi todas esas habitaciones que no había visto en décadas. Así nació la canción. Tuvieron que pasar muchos años para que esa canción se materializara en mi mente, pero surgió de ese momento. "Father" es como el hombre adulto pensando en cómo se ha desarrollado la vida y cómo se han desarrollado las relaciones desde la infancia, desde que crecí en esta casita. Y "Daddy" es más como el niño expresándose al padre, pero también es más sobre cómo salgo al mundo. Trata sobre cómo la relación con tu padre afecta a tu forma de relacionarte con los hombres en general.
-Has dicho que "Father" es una de las mejores canciones que escribiste. ¿Por qué?
-Me encanta la narrativa de "Father". Tiene como tres partes: es volver a pasear por la casa de tu infancia, como me pasó a mí, y luego muestra lo complicada que es tu relación con tu cultura y con tus padres. Veo a mi padre adorando a la bandera estadounidense, lo que para mí es una gran mentira: a tu país no le importás una mierda. Pero después están esos momentos en los que sólo deseas que tu padre te abrace de nuevo, como te abrazaba cuando eras chico y te hacía sentir a salvo del mundo. Y ahora estás en el gran mundo, y todo es complicado, a veces aterrador. A veces pensás en cómo era correr a los brazos de tu padre cuando eras chico y eso hace que todo lo demás desaparezca. Y además me encanta la instrumentación de la canción. Está Robin Simon de Ultravox en guitarra y Robin Mullarkey hace el más hermoso solo de bajo la parte instrumental del medio. Creo que es una de las cosas más bellas que he creado en muchos niveles diferentes: musical y líricamente hablando, pero también desde el corazón.
-"Mother and Son" habla de una madre que no es la tuya, ¿no?
-"Mother and Son" no se trata de mí en absoluto. Es sobre Alan Schindler, un marinero de la Marina estadounidense que fue asesinado por ser homosexual. Le hicieron cosas horribles a su cuerpo y luego la Marina trató de ocultarle la historia a su madre para proteger a los dos marineros que lo asesinaron. No sé, realmente me afectó esa historia. Le devolvieron a la madre un cuerpo completamente irreconocible porque había sido destruido, deformado y mutilado por esos hombres debido al intenso odio que sentían por él. Y yo no podía imaginar lo que sería para una madre traer a su hijo al mundo y que le pasara eso. No creo que ella ni siquiera supiera que él era gay cuando todo eso pasó.
-La canción empieza con la voz de la madre.
-Sí, habla de que él tenía un tatuaje del barco en su brazo por lo mucho que amaba estar en la Marina. Es algo muy fuerte que hablé con ella por teléfono durante un rato.
-¿Le dijiste que tenías la canción escrita?
-Sí. Y también se la envié, pero no recibí respuesta, así que aún no sé qué piensa de la canción. Probablemente vuelva a llamarla en algún momento.
-Tu relación con tu propia madre fue bastante complicada, al punto que en su lecho de muerte te dijo que eras una decepción para ella.
-Sí, estaba decepcionada de que yo estuviera separado de Dios porque estaba abrazando mi homosexualidad...
-O sea, abrazándote a vos mismo.
-Sí, exactamente. Fue muy triste porque ella murió justo después de eso y nunca llegamos a hablar de ello. Toda mi relación con mis padres estaba basada en la vergüenza.
-En "Father" le decís a tu padre que te sentís avergonzado de que no pudiste convertirte en el hombre que él quería que fueras. ¿Estás en contacto con él?
-Sí, lo veo. No muy a menudo porque vive en un pueblo muy, muy pequeño en Missouri y no vuelvo allí muy a menudo, pero lo he visto. Lo he visto en Colorado un par de veces en los últimos años. Y lo amo, no lo culpo por las cosas... Pero pienso mucho en cómo son las cosas, porque mi padre siempre ha sido también muy patriota, ama a Estados Unidos. Y no entiendo cómo podés... Creo que está bien amar a tu país, pero también hay un amor muy enfermizo por el país de uno que se convierte en una especie de sustituto del yo. Y eso no me gusta. Ocurre lo mismo con la religión, en cierto modo. No tenés que sentir ese vacío. Además, la religión y el patriotismo están unidos. Yo no me siento así: amo a Estados Unidos, es un lugar hermoso, pero el mundo entero es hermoso.
-Uno puede amar a su país y ver sus defectos.
-Supongo que no me veo como un estadounidense sino como un ser humano. Y me interesan todo tipo de culturas diferentes y me interesan los idiomas. Dejé Estados Unidos en 1988 para ir a Alemania y a partir de entonces me fascinó el resto del mundo. También fue un escape, porque a través de otros idiomas y otras culturas podés pensar en que podés convertirte en otra persona. Pero luego descubrís muy pronto que no podés escapar de vos mismo. La gente habla de eso todo el tiempo en la música, el cine y la literatura. Pero es una de las grandes cosas que tenés que descubrir por vos mismo.
-En el disco hay muchas referencias bíblicas, ciertamente opuestas a la visión que difunde la derecha. ¿Es una especie de contraataque o una forma de iluminar las partes que nunca mencionaron?
-La gente muchas veces proyecta en la religión lo que quiere para sí misma. Y nunca se supuso que se tratara de eso, ¿verdad? Se suponía que se trataba de amar a los demás, no de decir "Estados Unidos me pertenece a mí y no a ustedes, maricones". Así que siento que es importante decir esas cosas en voz alta. No sé quién está escuchando. La gente que ama a Trump nunca escuchará mi música. Puede que la escuche accidentalmente en un supermercado o algo así. Pero era importante para mí decir estas cosas en voz alta porque ese es el prisma a través del cual he sido juzgado toda mi vida. Y yo pensaba "es una maldita mentira".
-De ahí el título del disco.
-Sí. Es una mentira. Y también que Dios está del lado de Estados Unidos. Sí, bueno, Irán piensa lo mismo, y todos los tipos religiosos... Y también es sobre cómo me he mentido a mí mismo sobre que no estoy bien como ser humano. Como fui juzgado a través de este prisma del cristianismo estadounidense, fui incapaz de aceptarme a mí mismo durante la mayor parte de mi vida.
-En varias entrevistas mencionaste que estabas tratando de aceptarte a vos mismo. ¿Qué papel juega escribir canciones en esa búsqueda de autoaceptación?
-Creo que simplemente me hace sentir que no soy invisible. Y me hace sentir que tengo un propósito en un mundo en el que pensaba que no iba a haber un lugar para mí. Pero hay un lugar para todos.
-Dijiste que no te sentís estadounidense sino un ser humano. ¿Y qué hay de ser un ciudadano de Islandia? ¿Te sentís parte del país en el que vivís hace más de una década?
-No me siento parte de la cultura islandesa, pero el idioma te cambia la forma de ver las cosas. Siento que veo las cosas un poco diferentes, como desde su perspectiva, un poco a través del idioma. Pero no me siento... Si mirás mi departamento, no podría ser más estadounidense. Si me conocé bien, te queda claro que soy extremadamente estadounidenses. Crecí completamente saturado por la cultura estadounidense, como los videojuegos y las grandes superproducciones de cine y televisión. Soy hijo de la era de la televisión, así que eso me ha afectado profundamente. Eso no cambia. Y cuando te hacés mayor, creo que volvé a caer en eso porque tu cerebro vuelve un poco al programa original. Ahora me gusta mucho pasar tiempo con estadounidenses porque me siento comprendido. La gente de tu cultura te entiende cuando decís ciertas cosas. Está conectado a todas estas cosas culturales con las que creciste. Y es difícil estar en el mundo aprendiendo una nueva cultura. El choque cultural es algo muy real.
Sintetizadores
Casi una experiencia religiosa
A John Grant le fascinan los idiomas. Y en lo musical, su lenguaje preferido es el de los sintetizadores. "Creo que me enamoré de ellos por Devo, Eurythmics y toda esta increíble música new wave que salía de Inglaterra a finales de los '70 y a lo largo de los '80. De alguna manera, esos sonidos realmente conectan con mi alma. Cuando escuché a Vangelis en la banda sonora de Blade Runner por primera vez, fue una experiencia religiosa. Y también cuando escuché a Laurie Anderson por primera vez. Fue una especie de sensación de "estoy en casa, he vuelto a casa". Me da una alegría increíble escuchar esos sonidos y me encanta hacer esos sonidos. Me encanta la tecnología que está involucrada y la ciencia de las ondas sonoras me resulta absolutamente fascinante. Me hace sentir como los idiomas. Cuando me hablás sobre idiomas, se me ilumina la cara. Y cuando se trata de sintetizadores me pasa lo mismo. Esas son las dos cosas más importantes para mí".
-En The Art of the Lie utilizás más efectos vocales y capas de voces que en los discos anteriores. ¿Querías ampliar de algún modo tu voz como cantante o adoptar diferentes puntos de vista?
-Creo que en parte se debe a que estoy harto de mi propia voz. Pero también me encantan los vocoders, que es una de las razones por las que me gusta tanto Kraftwerk. Esas voces pasadas por vocoder suenan como un lamento, un anhelo. Como el concepto de melancolía. En Brasil lo llaman saudade. ¿Tienen un término para eso en español?
-No, melancolía está bien. Pero sí, es diferente porque saudade no es melancolía. Es un término muy específico.
-Exactamente. Es uno de esos términos que no traducen bien. Y siento que eso es lo que escucho dentro de los vocoders. Para mí, para mi corazón.