De negro a color se llama el libro escrito por Laura Vilche con ilustraciones de Belu Rodríguez Peña que editó La Pecore Nere, y se presentará mañana, a las 11, en la Casa Imaginada de la Biblioteca Argentina (Santa Fe 1553). Un libro que es, antes que nada, un bello objeto para manipular, leer, tocar y también intervenir. Y que propone el juego de ampliar una paleta de colores. Una historia destinada a las infancias. "Hemos intentado en los últimos años ampliar las miradas, los horizontes y los derechos", dice Vilche, quien fue maestra durante muchos años, y luego, muchos otros, periodista del diario La Capital. Este es su tercer libro, luego de Gato enojado no cazan ratones y de Cuentos Rayados, donde reúne 15 relatos.
De negro a color trae una historia pequeña, con párrafos muy sintéticos acompañados por 12 dibujos bellísimos, que a la vez son polisémicos. Nada de moraleja, ni mensaje, sino la posibilidad de apropiarse de la historia de la niña, que suma nuevos colores para salir a jugar. "Lo escribí en 2020 y quedó guardadito, hasta que lo descubre Regina Cellino", contó Vilche, en referencia a la responsable de La Pecore Nere, sello rosarino-italiano, cuyo nombre significa, justamente, La Oveja Negra. "Siempre les doy mis cuentos a leer a mis amigas, mis hermanas, y a los hijos e hijas de mis amigos, porque ellos son los mejores lectores, siempre me devuelven algo, les guste o no les guste", sigue Vilche.
En esto de buscar reacciones, una de las primeras fue de una mamá de trillizos morenos, que rechazó la descripción "negra" porque era la palabra que usaban en la escuela para discriminar a sus hijes. "Yo la llamo así, una nena negra, sin vueltas. La mamá me dijo que a ella no le gustaba eso, si yo no lo podía cambiar por otro color y yo le dije que no, que no lo iba a cambiar porque la nena de mi cuento es negra sin vueltas y además porque yo no hice este cuento premeditadamente para trabajar el tema de la discriminación o el racismo. Sinceramente no lo pensé desde allí. Lo pensé como un relato de acumulación", asegura la autora. Porque el cuento va sumando palabras, colores, ritmos, en una repetición que tiene ecos de los cantos infantiles ("Un elefante se balanceaba", por ejemplo), y resonancias poéticas. Y la magia de las ilustraciones de Rodríguez Peña, rosarina, ilustradora, artista, diseñadora digital y animadora 2D/3D.
Vilche se propone "hacer literatura, que sea sonora, que sea poética, que tenga algo para narrar, y también polisémica". "Hablé con una escritora que es sevillana, pero vive acá en Rosario, Rocío Muñoz Vergara, con quien hago clínicas muchas veces. Ella es ciega, y hablamos de los colores, porque justamente está tratando de enseñarle los colores a su hijo, que sí es vidente", relató.
Además, una nena negra, no necesariamente quiere decir una niña de piel negra. "Podría haber tenido un día negro, podría haberse vestido de negro o podría haberse visto negra. El negro siempre está muy asociado a lo feo, a lo oscuro, al miedo", dice Vilche. En el cuento, no hay valoraciones, sino ritmo y poesía.
En la contratapa, se señala: "Los colores no son buenos ni malos. A veces nos podemos ver o sentir en negro, gris, sepia, pardo o moreno y luego todo se puede cambiar a otros matices, tonos y colores. Algo así le pasó a la nena negra y a su gato melón".