Una familia tipo necesitó en mayo 851.350 pesos para no ser pobre, un 2,8 por ciento más que el mes anterior, mientras que para no ser indigente el piso mínimo de ingresos fue de 386.977 pesos, un 3,7 por ciento más que en abril, según detalló el Indec. En ambos casos la suba quedó por debajo de la inflación del período que fue 4,2 por ciento.

En lo que va del año la canasta total acumula una suba de 71,7 por ciento y la canasta básica de 60,8 por ciento, contra una inflación acumulada de 71,9 por ciento. En este caso también las subas se mantuvieron por debajo de la inflación, aunque la canasta total prácticamente empardó el aumento promedio de los precios del conjunto de la economía.

Cuando se toman en cuenta los últimos 12 meses la situación es diferente porque la inflación se incrementó un 276,4 por ciento, mientras que tanto la canasta total como la canasta de indigencia treparon 290,7 por ciento, 14,3 puntos porcentuales más. Ese dato revela que los más pobres sintieron con más fuerza el impacto de la inflación, fundamentalmente por la disparada que registraron los alimentos luego de la devaluación de diciembre.

La canasta básica total, además de alimentos, incluye otros conceptos como indumentaria, salud, transporte o educación, lo que determina la línea de pobreza. Por su parte, la canasta básica alimentaria se limita a relevar bienes de primera necesidad y establece la línea de indigencia.


La canasta básica total para un adulto equivalente, la unidad sobre la que se calculan las necesidades familiares, fue de 275.518 pesos, mientras que la canasta básica alimentaria para esa misma unidad llegó a 125.235 pesos. Si se proyecta a un entorno familiar, un grupo de tres personas necesitó 308.079 pesos para no ser indigente y 677.774 pesos para no ser pobre; un hogar de cuatro precisó 386.978 pesos para cubrir la canasta básica de indigencia y 851.351 pesos para la Canasta básica total; y una familia de cinco integrantes requirió 407.015 pesos para no caer en la indigencia y 895.434 pesos para ubicarse por encima de la línea de pobreza.

La evolución de las canastas es clave para determinar los índices de pobreza e indigencia que luego publica el Indec. En el segundo semestre del año pasado, último dato oficial, la pobreza fue 41,7 por ciento, por lo que unos 19,4 millones de personas no lograron cubrir los gastos de la canasta básica, mientras que la tasa de indigencia, referida a quienes no tienen cubiertas sus necesidades alimentarias, llegó hasta 11,9 por ciento, es decir unos 5,5 millones de personas.

El deterioro de la economía y el avance de la inflación erosionó el poder de compra de los salarios a lo largo del año pasado y la situación terminó de colapsar en diciembre luego de la fuerte devaluación del peso que decidió el entonces flamante gobierno de Javier Milei.

Analizado por sectores de la población, el Indec mostró que en el segundo semestre de 2023 el 58,4 por ciento de los chicos de hasta 14 años fueron considerados pobres. De ese total, casi el 19 por ciento ni siquiera tenía cubiertos los gastos alimentarios. Otro detalle que refleja el informe es que la franja etaria con números más críticos es la que va entre los 12 y 17 años: la pobreza alcanza al 59,4 por ciento de ellos y la indigencia, al 19,7 por ciento.