La aprobación de la Ley Bases en el Senado por estrecho margen dio lugar para todo. Es que mientras Victoria Villarruel definía la empate con su voto, Javier Milei aguardaba en el check-in para viajar tranquilo a Italia. Si el vuelo se hubiera abordado antes, el resultado, quizás, no fuese el mismo. También quedó en el ojo de la tormenta los comportamientos de algunos senadores: Lucila Crexell podría ser embajadora en la Unesco justo después de su voto; los dos senadores santacruceños (José María Carambia y Natalia Gadano) que apoyaron el quórum para votar en contra en general pero se fueron al momento de la votación en particular, lo cual benefició al oficialismo; y los peronistas Edgardo Kueider y Carlos Espínola que se tiñeron de violeta y pulsaron el botón verde en casi todas los capítulos.
Hubo situaciones similares en la reciente democracia, con votaciones definidas no solo por un margen estrecho sino también por la polémica que vino después. La primera ocurrió en marzo de 1984, cuando el Senado debatió la Ley Mucci, rechazada por los gremios ante lo que era la propuesta de reordenamiento sindical. El senador neuquino Elías Sapag (abuelo de Lucila Crexell) fue quien inclinó la balanza, en la primera derrota parlamentaria de Raúl Alfonsín.
Dos años más tarde, a fines de 1986, el peronismo renovador no dio quorum para el debate en Diputados de la ley de Punto Final. Los peronista ortodoxos sí bajaron al recinto y facilitaron la sesión y la aprobación de la norma.
En marzo de 1992, la Cámara Baja presenció un escándalo. Se debatía la privatización de Gas del Estado. Los números para sacar la ley estaban muy justos. Apenas terminada la votación, con la victoria oficialista, se detectó la presencia en una banca de un hombre que no era diputado y había votado. Fue el caso del "diputrucho". Se llamaba Julio Abraham Kenan y trabajaba en el despacho del diputado Julio Samid. Adujo que se sentía mal y se sentó en la banca. Al parecer hubo al menos otros falsos diputados esa noche. Samid recibió una condena a ocho meses de prisión en suspenso. La pena de Kenan fue de dos meses de prisión en suspenso por usurpación de títulos y honores.
Seis años más tarde, el gobierno de Carlos Menem tenía problemas para aprobar la reforma laboral en Diputados. La situación se destrabó gracias a un legislador que dio quorum. Claudio Sebastiani le dio su apellido a la ley, que flexibilizaba las relaciones de trabajo. En aquel entonces, septiembre de 1998, Sebastiani era, además de diputado, presidente de la Unión Industrial Argentina.
En 2005, pocas semanas después de haber sido electo diputado nacional por el macrismo, Eduardo Lorenzo Borocotó protagonizó un hecho que dejó el apellido legado del apodo de su padre periodista deportivo en símbolo del transfuguismo político. Se reunió con Alberto Fernández, entonces jefe de Gabinete, en la Casa Rosada, antes de jurar su banca, y a las pocas horas anunció que no se sumaria al bloque del PRO. Armó un monobloque (adujo cuestiones internas para distanciarse) y se habló de "borocotización" para referirse al caso de un diputado que cambiaba de color político.
Así como Villarruel debió desempatar en la Ley Bases, una situación similar le cupo a Julio Cobos para dirimir la suerte de la Resolución 125 en el Senado. El país estuvo paralizado cuatro meses por el conflicto con las patronales rurales por las retenciones móviles. La votación terminó 36 a 36 y Cobos desempató, pero en contra del Gobierno que integraba, con el famoso "voto no positivo", lo cual marcó el fin del conflicto y abrió una crisis política en el Gobierno. Cobos desempató dos años después para aprobar el 82 por ciento móvil en las jubilaciones. CFK vetó esa ley.