El último jueves a la tarde, al final de una reunión de accionistas, Elon Musk salió bailando al escenario con su torpeza habitual. No era para menos: acababan de aprobarle por segunda vez un paquete de cerca de 50 mil millones de dólares, el premio por metas más alto de la historia de un CEO. El paquete previo, aprobado en 2018, había sido suspendido por una jueza de Delaware luego de una demanda de accionistas. El nuevo intento es parte de la estrategia para apelar a la decisión.
El paquete ronda entre 46 y 56 mil millones de dólares según distintos cálculos, ya que incluye acciones de valor cambiante. La reunión de accionistas tuvo de todo, desde pedidos de que no se apruebe el paquete, reclamos por los estándares laborales de la empresa que le han valido denuncias en EE.UU. y Suecia, entre otros y reclamos de que Musk ve a la empresa como una fuente de dinero para sus otros emprendimientos, por las emisiones electromagnéticas de su tecnología. Un accionista describió a Musk como un "superhéroe dictador". Además, esta semana empleados de SpaceX, otra de sus empresas, lo denunciaron por sexismo, acoso y maltrato.
En abril, Tesla anunció el despido del 10 por ciento de sus empleados luego de un primer trimestre con las peores ganancias en mucho tiempo. Tesla vive una caída de ventas y de su valor bursátil, está siendo superada por la competencia china y comete errores no forzados constantes. El valor de la empresa antes del jueves era de 570 mil millones y muchos consideran que no cae más por la expectativa que genera Musk con sus promesas, aunque éstas cambien permanentemente.
Nada de esto importó y Musk, en caso de concretarse el pago, volverá a ser el hombre más rico del mundo. Las acciones de Tesla recuperaron lo que habían perdido en las últimas semanas. Feliz, Musk aseguró: "No estamos escribiendo un nuevo capítulo sobre Tesla, sino un nuevo libro". Es que el paquete incluye acciones que le permitirán controlar el 25 por ciento de la empresa, tal como él desea. Actualmente, Musk tiene el 13 por ciento, ya que vendió una porción importante para comprar Twitter, en lo que parece la peor decisión de su vida. El CEO necesita las acciones para recuperar el control y guiarla hacia lo que considera el futuro: la IA y la robótica.
Los años locos
La historia comienza en 2018, cuando los accionistas de Tesla aprobaron el premio especial por metas. La principal era alcanzar una cotización bursátil de 650 mil millones de dólares, algo que parecía lejano por entonces, cuando valía diez veces menos. Tesla superó holgadamente esa meta: en noviembre de 2021 llegó a valer más de 1,20 billones de dólares luego de un acuerdo con Hertz, que luego se suspendió. Desde marzo de 2022, el valor de Tesla no volvió a superar el billón.
Que el principal objetivo de una empresa sea incrementar su valor bursátil es un arma de doble filo. Crecer mucho y rápido suele reñirse con la sostenibilidad. De hecho, si se miran las empresas que formó Musk y cuáles son realmente sostenibles, queda claro que él es mejor en generar expectativas que en concretarlas. Promesas, como la inminente llegada de los vehículos autónomos, autos más baratos o que la competencia china nunca representaría una amenaza, pueden fallar.
En 2022, la última meta se completó y Musk reclamó su premio. No pudo cobrarlo porque en 2018 un grupo de inversores reclamó ante la justicia por una Junta Directiva demasiado complaciente, formada por Kimbal, el hermano de Musk, y varios amigos suyos. Se realizó el juicio y el fallo, dado a conocer en enero último, dictaminó que la Junta no había informado correctamente a los accionistas sobre el paquete.
Luego del fallo, Musk lanzó un tuit: “Nunca registres tu empresa en el Estado de Delaware”, en clara protesta por la decisión judicial. De allí que el jueves se aprobara la mudanza a Texas.
Quiero retruco
Después del revés judicial de enero, Musk decidió plebiscitar su liderazgo pidiendo que el paquete se apruebe nuevamente. Para abonar su propuesta y seducir accionistas, realizó una intensa campaña que incluyó visitas por la fábrica de Texas. También creó un sitio con argumentos en favor de su pago. El 44 por ciento de las acciones de Tesla está en manos de inversores minoristas que las compraron bajo el hechizo de Musk, algo que resultó determinante. La mayoría de las firmas asesoras recomendó a los accionistas votar en contra.
La pregunta del millón (o de los 50 mil millones) para los accionistas era si Tesla ya alcanzó la madurez necesaria para no depender de la mitomanía de su CEO, que la mantiene siempre al borde de la quiebra pero también le permite alcanzar objetivos que parecían imposibles, además de la atención de medios, público e inversores. Para bien o para mal, Tesla sin Musk no habría sido posible y no está claro si puede seguir sin él.
Luego de conocido el resultado, muchos de los fans de Musk en X se burlaron de quienes creen que no es confiable y, palabras más o menos, "no la ven". Ser alocado y audaz, por decir lo mínimo, parece ser más importante en la actualidad que cualquier evidencia concreta. Elon Musk es sin duda un hombre de su tiempo.