El periodista y conductor de La Mañana, Víctor Hugo Morales, explotó este viernes contra Lucila Crexell, Carlos Espínola y Edgardo Kueider por haber acompañado la controversial ley Bases en una fatídica jornada en la que la policía de Patricia Bullrich reprimió y detuvo personas de manera cruenta y arbitraria. “Eso que hicieron se llama corrupción. Milei manejó los desvalores de la política y atacó esa democracia en la que no cree”, dijo por la 750.
El editorial de Víctor Hugo Morales
El voto Lucila Crexell es lo más saliente de la votación anti-pueblo del miércoles. Me parece. La negociación del voto ataña la democracia y desnuda el verdadero carácter de blableros de la política de la derecha.
Eso que hicieron se llama corrupción. El voto Crexell está adosado al recuerdo de esta infausta ley anti-patria de los argentinos vía corrupción. Milei manejó los desvalores de la política y atacó esa democracia en la que no cree.
Pero en términos políticos, cuando todo vale, hizo bien. Ese voto, ese voto Crexell, le dio la victoria al establishment depredatorio, podrido, al que representa. ¿Qué puede importarle a Milei quién va a la Unesco? La Unesco, la Unesco, ¿qué es eso?
"¡Qué haga lo que quiera! Pero que vote lo que necesitamos". Crexell había estado contra el DNU. Hablaba pestes de Milei, pero París vale una mesa, un voto, una entrega. Es la fascinación del mal. Más que la banalidad todavía.
Pensemos en la mirada de la mujer de Crexell cuando el avión sobrevuele y por la ventanilla tenga la primera visión de la Torre Eiffel. Cualquier afín a los valores de este Gobierno y de su prensa corrupta y adicta lo entiende y lo justifica.
"Mirá si te la vas a perder. Perderte París por esos pobres que, además, de todas maneras, van a seguir siendo pobres. Mirá si me voy a sacrificar yo. Igual van a ser pobres".
El voto Crexell supera, además, en popularidad a Carlos Espínola y a un tal Kueider, peronistas, dicen. Bueno, Camau se cuelga otra medalla con su olímpica traición. No tiene el brillo de aquellas de los Juegos Olímpicos. No tiene París ni peronismo. No tiene nada que valga la pena.
Pero le va a pesar en el cogote más que aquel oro que tanto festejábamos por las mañanas. Pesó la votación con su desagradable espectáculo. Y las secuelas de la represión que todavía tiene en las calles a la mafia de Clarín con su TN mostrando "mire cómo quedó la ciudad, mire cómo la dejaron".
Bullrich quiso advertir desde temprano, a través de las cámaras, lo que le esperaba a cualquiera que fuera al Congreso. Por eso muchísima gente no fue. Y para eso formalizó un enfrentamiento del que sacan rédito con ese periodismo con aliento y baba del diablo al que un voto Crexell, o una regata contra el pueblo, les asegura el poder.