Teresa Parodi se ubica entremedio, bien cobijada entre sus nietos. A su izquierda tiene a Emilia y a Ezequiel, que va y viene con unos poderosos mates. A su derecha, están Luciana, Lautaro y Joaquín. Todos son músicos, ellas y ellos. También su hijo Federico, violero rhythmandblusero, que sopesa como generación intermedia. “Falta Camilo, y estamos todos”, dice ella, avisando la ausencia del bajista estable de su banda. La juntada tiene dos anclajes: el disco que grabó Teresa junto al clan Parodi, bajo el clavado nombre de Retrato de familia, y su respectiva presentación en vivo, prevista para los sábados 15, 22 y 29 de junio a las 22, en el Centro Cultural Torquato Tasso (Defensa 1575). “No vamos a estar todos en todas las presentaciones porque no entramos en el escenario”, ríe Teresa. “Vamos a ir turnándonos, porque también va a haber invitados… La idea, por supuesto, es tocar todo el disco, y también estrenar algunas canciones desconocidas”.

La cantora y compositora nacida hace 76 años en Corrientes deja picando entonces posibles aunque no confirmadas presencias estelares. Podrían ser León Gieco o Víctor Heredia, porque con ambos grabó uno de los temas emblema del disco (“Siempre viva”) en homenaje a Hebe de Bonafini. Podría ser Juan Falú, guitarra compañera y compositora en “Zamba para Natalia”. Podrían ser, también, Ivonne Guzmán, Lula Bertoldi, Ana Prada o Nadia Larcher, congéneres que acompañan a Teresa en “Donde quiera que van”. “Él único que seguro no estará es Fernando Barrientos, porque en junio va a andar por Madrid”, informa la anfitriona, mencionando de paso a otro de los invitados. En su caso, para la bella “Vidala del amor sincero”.

Dos yuntas de peso abrillantan pues el más reciente disco de la abuela correntina: la presencia de siete Parodis, además de ella (dos hijos, tres nietos y dos nietas), y la de una familia extendida, del corazón, compuesta por los invitados antedichos. Esto, por un lado. Por otro, se trata de un refinadísimo trabajo de doce piezas, diez compuestas en letra y música por Teresa, más un agradable par –“Los dos solitos” y “Zamba por la Natalia”- cuyas músicas pertenecen a Popi Spatocco y Juan Falú, respectivamente. “Hay algo que quiero destacar de este trabajo y es la convivencia que hay en él de climas diversos, algo que está directamente vinculado al orden en que están dispuestos los temas”, resalta Teresa, y responsabiliza de ello a Alicia, su compañera de vida. “Esto es algo que agradezco a Alicia. Yo la escucho mucho a ella, porque sabe escuchar música… Percibe la respiración de las canciones y las ordena de forma tal que el disco te vaya llevando, que te vayas metiendo en él”.

Joaquín, Federico, Lautaro, Emilia, Luciana y Ezequiel oyen con atención suma. Se nota en sus miradas una mezcla de admiración, respeto y cariño por una abuela que supo construir una dinastía musical casi desde la nada: seis de sus trece nietos y nietas le salieron músicos profesionales. “Es un porcentaje muy alto, en comparación a mi familia de la infancia, entre los que la que tocaba y cantaba era yo sola. Mis bisabuelos sí eran músicos, pero no los conocí. De todas formas, mis padres amaban la música y por eso me mandaron a estudiar”, evoca y compara Teresa, que de inmediato trasvasa generaciones y recuerda a su nieta Emilia –hija de Camilo- de chica, “sentadita en el piano” mientras ella cantaba.

Justamente Emilia es quien se encarga de piano, teclado y sintetizadores en gran parte del disco. Incluso, metió arreglos en “La Mamadre”, “Canción para un solo acorde” y “Canción con luna”, la pieza en que participa la cantora colombiana Marta Gómez como invitada. “Para mí, el tema del disco es 'Paisaje', porque refleja a la abuela no solo por la poética, por la forma en que está dicho, sino también por la conjunción de los acordes, y la picardía de la melodía”, asegura la pianista, y el ítem preferencias se activa entre los demás. Para la mayoría, “Paisaje” es definitivamente “el” tema del disco horneado en familia. Así lo consideran también Ezequiel -guitarrista y arreglador de varias piezas del disco-, en su caso porque su letra refleja “tal cual” el paisaje del litoral. (“Chajá, timbó / saviá cantor / palmar pindó / lapacho en flor”). Luciana –cantante y musicoterapeuta, ella-, la elige porque “cerrás los ojos y te lleva ahí”, y Lautaro -que además de guitarra toca charango y ronroco- por el tamaño de letrista que es su abuela.

“Reconozco que esta canción tiene mi estilo de hacer la canción del litoral, que implica una búsqueda determinada, unida a una impronta autoral que me llevó mucho tiempo lograr en este territorio musical”, legitima Teresa, en trance de responder a las devoluciones de sus herederos. “Y justamente es en 'Paisaje' donde aparece todo esto, como si fuera un resumen. Salió todo junto, letra y música… y lo canalicé enseguida. En las otras músicas, como compositora, soy un aporte más. En cambio, en la canción del litoral logré tener mi propia voz autoral. No me estoy elogiando, estoy diciendo que trabajé mucho para tener esa voz autoral”, asegura.

-¿Te referís a la manifestación concreta del desarrollo de un estilo?

-Exacto, como autora. Pero después me gustan otras canciones del disco, como “La Mamadre”, tema que le dedico a Neruda, porque el poema suyo me hizo ver a esa mujer sufrida, ocupando el lugar al que culturalmente la condenan desde siempre. Veo a esa mamadre atravesando la historia y me resuena en tantas mujeres que conocí en mi vida. Creo que esta canción es otro ejemplo relacionado con la situación del arte provocando arte.

-Otro tema fuerte del trabajo es “Siempre viva”, para Hebe: “Con tu blanco pañuelo / como un faro alumbrando / estarás siempre viva / en Plaza de Mayo”.

-Y tenía que ser con Víctor y León, el homenaje a Hebe, sí. Los tres éramos muy cercanos a ella. Más allá de que son mis grandes amigos de la vida, sentía que eran mis hermanos en este aspecto. Además, los tres somos parte de una generación de la música argentina que viene sorteando etapas muy difíciles del país, con una convicción, un ideal, una forma de hacer la canción argentina que compartimos. Eran los invitados de cajón.

-¿Cuándo y cómo se te ocurrió la canción?

-Estaba en Corrientes cuando falleció ella. Y estaba preparada, porque sabía que Hebe estaba muy mal, aunque cuando sucedió igual sentí una conmoción muy grande. No poder hablar ahora mismo con Hebe sobre todo lo que está pasando, ¿no? Todo el mundo la extraña, pero yo, por el vínculo personal que tenía con ella, la extraño muchísimo. Bueno, cuando volvía de ese viaje ya tenía la canción dando vueltas y salió. Bajó.

No es la única mujer que es canción en el disco. Acompaña en este carril, la bien participada “Donde quiera que van”, el huayno que Teresa comparte con Prada, Larcher, Bertoldi, Guzmán, y el grupo coral Otra Ronda, inspirado en las valientes vidas de Mercedes Sosa, Violeta Parra y Ramona Galarza, entre otras. “Interpreté este tema con todas mujeres a las que quiero mucho y con quienes dedicamos este tema a la lucha de las pioneras que mostraron el camino que lo sigamos nosotros”.

Federico y Joaquín, guitarrista y saxofonista, orientan sus preferencias hacia “Quiero la vuelta”, el huayno postrero, en el caso del padre; y “Flor abierta”, la canción inicial, en el del hijo, cuyo saxo hace las veces de colchón sonoro en esta pieza. “Esto me costó más que el solo que hice en 'Quiero la vuelta'`, porque tenía que tratar de no sonar invasivo para con la voz de mi abuela y para con las violas. Por lo demás, bueno, es hermoso ser parte de una familia en la que cada juntada termina en zapada. Uno toca guitarra, otra agarra una caja, un cajón peruano… La música es un lenguaje que nos une siempre en las reuniones familiares”, asegura el vientista Joaquín, que de chico fue parte de las Orquestas Infantiles del ECuNHi, junto a Luciana y Lautaro.

“Tocar con la familia es un plus súper importante para mí”, se pliega Ezequiel. “Levantar la cabeza y ver a toda esta gente tocando conmigo es algo que me hace tocar súper relajado, más allá de tener conciencia de la cuestión profesional”. “Eso, sí, sí… levantar la cabeza y verlos sonreír a ellos es una experiencia que te llena infinitamente”, refrenda Luciana. “Yo he visto a mi abuela en muchos shows desde el escenario, cuando era chico. Y me sorprendía muchísimo ver gente llorando debajo del escenario… Con el tiempo pude entenderlo y eso está hoy, también”, suma Lautaro.

-Hay que responder a esto, Teresa…

-(Risas) Bueno, sí, es muy lindo verlos trabajar cuando nos sentamos, y ellos empiezan a hablar sobre cómo me van a acompañar y esas cosas. Es precioso eso. Es como un espejo en el que yo misma me estoy mirando, porque es así como aprendía y tocaba con grupos de amigos en Corrientes. Ahora que lo traigo, recuerdo que prácticamente obligué a cantar y a tocar a unas primas hermanas mías porque quería hacer un grupo. Las seguía por todas partes, ¡las arrinconaba! (risas). Pero era hermoso, porque era como un juego. Bueno, a eso me hacen acordar ellos. Cuando los ves compartir, armar los temas o hablarse, lo que ves son los pliegues de la música popular, que son infinitos… Con sus climas, melodías y contramelodías, y con los distintos ritmos, porque ellos, a imagen y semejanza mía, no solo son músicos de folklore. La música en general es nuestro lenguaje común, el idioma en el que hacemos pie. Descanso en el conocimiento que ellos tienen de todas la músicas argentinas.

-Las folklóricas y las demás…

-Sí. De todas formas, particularmente me formé en la escuela del folklore en toda su dimensión, porque soy hija de la generación del '60, en la que el género era pan caliente. Todo el mundo cantaba, tocaba o compartía una zamba, una chacarera, un carnavalito. Todo se compartía como una celebración, como un ritual. Es cierto, como decía antes, por ahí muestro más lo del litoral porque siento que ahí estoy haciendo un aporte como autora, pero al mismo tiempo siempre compuse de todo, e incluso musicalicé poesías con músicas que se disparan hacia otros lugares.

-¿Por qué elegiste hacer este disco con ellos y ellas?

-Porque todos han elegido la música como profesión, todos estudiaron. De hecho, recién entonces los llamé para tocar conmigo. No lo hacen solo porque son mis nietos sino porque creo que se merecen tocar con cualquier tipo de músicos, porque aman la música y viven para ella; la eligieron y están convencidos de lo que hacen. Después, bueno, sí, ya que disfrutamos tanto de la música y de algún modo siento que es lo que tomaron de la fuente que vengo a ser yo, dije, 'hagamos un disco juntos'. Mi deseo de dialogar con las nuevas generaciones estuvo siempre y esto es lo mismo, además de la cercanía genética, por supuesto.

Más allá de la progenie Parodi, intervienen en Retrato de familia Manu Sija en arreglos y varios instrumentos, Facundo Guevara en batería y percusión, Juan Manuel Colombo en guitarra, Fernando Correa en acordeón y Amanda Linares en coros. “Grabé con todos adentro del estudio porque así se genera un clima extraordinario. Cuando estamos ahí y así, nos estamos diciendo cosas y a la vez surgen cosas nuevas, inesperadas, y ahí nomás las grabamos. No más de 4 o 5 tomas, y sale la mejor”, revela la compositora, ahora posada en la trama de la grabación. Para que ocurra así, claro, tiene que haber instancias previas de coincidencia y convivencia. Aquí es donde reengancha la cosa de la juntada familiar, que por supuesto antecede al trabajo. “Nos encontrábamos con ellos por alguna razón y de golpe empezaban a cantar mis canciones. Yo me sorprendía de cómo las sabían, además de que escucharan y tocaran otras cosas. Era hermoso verlos cantar “La Celedonia Batista” o “Esa musiquita”, y eso sin dudas fue un antecedente de este disco”.