Antes de empezar estas notas quiero declararme culpable. De esta manera evitaremos polémicas y ahorraremos energías.
Soy culpable por no estar de acuerdo con el argumento que ubica a la repitencia en los cimientos de nuestro sistema educativo.
Soy culpable por estar en desacuerdo con quienes se la pasan criticando al sistema educativo argentino y cada vez que aparece una propuesta de cambio concreta se aferran a la inmovilidad, haciéndose parte de una aparente mayoría que incluye posiciones que van desde los reformistas moderados hasta el conservadurismo más rancio.
Soy culpable por desconfiar de las posturas progresistas que callan para evitar polémicas, para surfear la ola, o porque simplemente están convencidos de que sin la repitencia o, para ser más específica, con alguna medida que la demarque o la limite de un modo diferente, nuestro sistema educativo será una catástrofe.
Enamorados de la forma
Siento que hay una parte de la historia de la educación argentina que se nos pasó por alto. Hay un momento en donde parecería ser que se demostró que la repitencia, es decir la posibilidad de retener a un alumno en un grado o año, garantizaba aprendizajes de por sí. Si eso no sucedió, hubo quienes se enamoraron de la forma, del mecanismo que, se suponía, ayudaría a lograr los aprendizajes.
Se escuchan argumentaciones que ubican a la repetición de grado o año (según corresponda) casi como un acto sagrado, que no solo garantiza aprendizajes sino también ordena el sistema. De un tiempo a esta parte, parece una verdad revelada, un valor innegociable del sistema educativo. Incluso hay quienes están dispuestos a convencernos de que la repitencia como mecanismo nos garantiza orden y progreso. Es una lástima que no nos hayamos dado cuenta antes. Porque entonces, y considerando las largas décadas de esta práctica en nuestras escuelas, el sistema debe estar muy bien y no deberíamos estar aquí y allá discutiendo como mejorarlo.
Hasta aquí algunos argumentos. Podríamos sumar a ellos alguna lectura de los resultados de las Pruebas Aprender 2023, disponibles en el sitio oficial del gobierno argentino. Esta evaluación, realizada de manera censal en los sextos grados de las escuelas primarias del país durante el año 2023, muestra que en el área de Lengua, el porcentaje de estudiantes que obtienen los niveles de desempeño más bajos (por debajo del nivel básico y Básico) representa el 30,1% entre quienes nunca repitieron de grado, y pasa a representar el 55,1% entre quienes repitieron una vez; es decir: el valor casi se duplica en el segundo universo.
Intuyo que hay algo que advertir allí, algo que estaría dejando algunos argumentos al desnudo, argumentos que por estar generalizados no dejan de ser falaces.
Sin embargo, a pesar de este desnudamiento, quienes están en contra de pensar e implementar alternativas al sistema de promoción de nuestras alumnas y alumnos, parecen estar, también, poniendo límites a la búsqueda de alternativas a las formas que actualmente se utilizan para enseñar. Parece que nos quieren convencer de que dejar de lado la repetición o reducir su utilización, dándole un nuevo ordenamiento, nos condena al fracaso. ¿Cuál fracaso?
Me pregunto: ¿en qué momento se convencieron de esto? ¿Cuándo aceptaron como verdadera la máxima: repetir es garantía de aprendizaje?
Señores, señoras: ¿no será que algunos creen que estamos condenados de antemano al fracaso?
Me declaro a favor de buscar opciones más trabajosas que hacer repetir a niñas, niños y jóvenes, o retenerlos un año, lo cual en muchos casos implica hacer que recursen materias que aprobaron.
Me declaro a favor de buscar nuevas formas de enseñanza y acompañamientos para ellas y ellos.
Seguramente, esa búsqueda exigirá empeño, incluso desafiará nuestra imaginación y nuestras mentes cansadas. Nos obligará a lidiar con sistemas enormes, pesados y desiguales. La construcción de esas prácticas seguramente significará negociar con otras, institucionalmente aceptadas o no discutidas, legitimadas por el solo hecho de que nos fuimos acostumbrando a ellas en nuestro día a día.
Se trata de desandar creencias, buscar puntos de encuentro, confiar en las posibilidades de las nuevas generaciones.
Se trata de creer en los otros sin despotricar.
Creer. Difícil.
Profesora en Ciencias de la Educación. Docente de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Exministra de Educación de Santa Fe.