La parroquia porteña Inmaculado Corazón de María fue el escenario de una misa en recuerdo del sacerdote católico Mauricio Silva, “el cura barrendero”, secuestrado y desaparecido hace 47 años, y en cuya memoria se instituyó el 14 de junio de cada año como “Día Nacional del Barrendero”. La celebración religiosa fue presidida por el obispo auxiliar y vicario general de la arquidiócesis de Buenos Aires, Gustavo Carrara, y concelebrada por varios sacerdotes, entre los cuales estaba el cura villero Toto de Vedia. Con el templo ocupado casi a pleno, la feligresía estuvo integrada mayoritariamente por barrenderos vistiendo sus uniformes de trabajo, todos afiliados al gremio de camioneros. Junto al altar también se apostaron trabajadores barrenderos con los carros y herramientas con los que suelen cumplir sus labores cotidianas. Y tal como sucedió en días pasados en la iglesia de Santa Cruz, en un momento del acto los participantes comenzaron a cantar a viva voz la consigna “la patria no se vende”.
La celebración se hizo en coincidencia con el proceso iniciado en la Iglesia Católica para obtener el reconocimiento del martirio del sacerdote desaparecido, causa que podría redundar en su reconocimiento como santo.
Silva, nacido en Montevideo (Uruguay) el 20 de septiembre de 1925, se integró desde niño a la congregación salesiana en Argentina y realizó sus estudios superiores en la provincia de Córdoba. Una vez ordenado sacerdote en 1951 fue enviado para desarrollar su servicio pastoral en la Patagonia, en la obra salesiana de Puerto San Julián. Allí solía compartir y dormir con los albañiles que trabajaban en la zona.
Durante su proceso de formación el cura Silva había conocido a quien luego fuera obispo de Neuquén, Jaime de Nevares, hoy fallecido, uno de los pocos integrantes de la jerarquía católica que se sumó a la defensa por los derechos humanos y contra la dictadura. Durante su estadía en San Julián el cura Silva y el obispo de Nevares afianzaron su amistad y coincidieron en su perspectiva respecto del compromiso evangélico. Mauricio Silva trabajó también en La Rioja con el hoy beato obispo Enrique Angelelli, asesinado por la dictadura militar en 1976.
En 1970 Kléber Silva Iribarnegaray, tal era su nombre completo, había regresado a su país natal. Allí tomó contacto con el sacerdote Arturo Paoli y, por su intermedio, con la fraternidad de “Los hermanitos de los pobres” (conocida también como “Hermanitos del Evangelio”), inspirada en la espiritualidad del religioso francés Charles de Foucauld, comunidad a la que terminó integrándose.
De regreso en Buenos Aires, en 1973, ya se lo conocía como el “Hermano Mauricio” y comenzó a trabajar como barrendero municipal al mismo tiempo que desarrollaba su labor religiosa. Vivía en un conventillo porteño de la calle Malabia, donde instaló un oratorio y compartía la eucaristía y la vida cotidiana con las personas que se acercaban hasta allí y con sus compañeros barrenderos, sumándose también a las luchas por sus derechos y participando de la actividad gremial.
Silva fue secuestrado la mañana del 14 de junio de 1977, mientras realizaba tareas como barrendero municipal en la esquina de Terrero y Magariños Cervantes, en el barrio porteño de Flores. En lugar hoy existe una placa homenaje que hace memoria del hecho: "Aquí fue secuestrado Mauricio Silva Iribarnegaray, uruguayo, sacerdote salesiano y barrendero, el 14 de junio de 1977 por el terrorismo de estado".
Testigos relatan que tres hombres que se movilizaban en un Ford Falcon blanco lo obligaron a subir al automóvil pasadas las ocho de la mañana de ese día. Según reconstrucciones posteriores el cura habría sido torturado primero en el Hospital Borda y luego trasladado a los centros clandestinos de detención de Campo de Mayo y Club Atlético.
En el momento del secuestro el cura portaba un documento que lo identificaba como sacerdote de la arquidiócesis de Buenos Aires pero además quienes lo detuvieron sabían de antemano de quien se trataba porque lo habían ido a buscar poco antes al conventillo de la calle Malabia donde vivía. La denuncia de la desaparición fue realizada de inmediato por las autoridades de su congregación religiosa, pero no se obtuvo ningún resultado.
La desaparición de Silva forma parte del informe “Nunca más” elaborado por la Conadep, donde constan también las identidades de ochenta religiosas y religiosos católicos secuestrados y desaparecidos durante la dictadura. Fue el obispo de Nevares quien intentó sin éxito indagar en su momento por el paradero del “cura barrendero” pero formalmente apenas en 2007 el superior regional la congregación de los “Hermanitos del Evangelio” a la que perteneció el religioso, el sacerdote español José Luis Muñoz Quiroz, se presentó ante la Justicia como parte querellante pidiendo que se investigue la desaparición.
Al finalizar el acto religioso en la parroquia de Inmaculado Corazón de María habló el secretario gremial del Camioneros, Marcelo Aparicio, y los participantes entonaron la marcha peronista.