Creo, estimada lector, que ha llegado el momento en el que yo también tenga mi tesis. Es, calculo, un derecho inalienable de todas y todos los argentinos, así como, diría la Constitución, de todos los hombres (y mujeres) de bien (esto no lo dice la Constitución pero es fashion) que quieran (y logren) habitar nuestro territorio nacional.

Por otra parte, si uno quiere ser escuchado, primero tiene que ser leído. No tiene sentido que presente mis ideas en un territorio autopercibido académico y no tenga volúmenes para defenderlas de las agresiones tanto ideológicas como físicas. Para las primeras sirve tener libros escritos que, tal como antes el uso de anteojos, te dan un tinte intelectual. Para las segundas, basta con tener libros en la mano, no importa el autor, con los que podrás defenderte arrojándolos sobre los posibles agresores. Ya sabemos que los libros no muerden, pero nadie tiene ganas de recibir un librazo en el duodeno.

Si uno no hace una tesis, nadie lo va a escuchar. Porque todos ellos y ellas hicieron tesis para poder ser escuchados, y no van a resignar esta cuestión. La tesis parece ser “un audífono social académico”.

Decidí también que mi tesis sea sobre una cuestión social (de lo que no sé nada) en lugar de un tema biológico (de lo que tampoco). El motivo es que lo social, en los ámbitos académicos, ya no se discute. Se encuesta, y ya está. Si la mayoría dice que “el ayuno es el mejor almuerzo”, listo, no hace falta distribuir alimentos. Esa “mayoría” tampoco es necesario que sea real, basta con consultar a amigues y asesoris a los que uno mismo paga.

Lo biológico, en cambio, está en franca destrucción, deconstrucción, revisión, o algún sustantivo que usted mismo podrá crear (le estoy dando una idea para su propia tesis, lector). Para aclarar esto, ahora “uno solo nace si autopercibe que nació”; si no, es un “ser designado”, idea contra la cual tiene derecho a pelear desde la inexistencia colectiva. Nuestro gobierno, siempre atento a la ciencia, conoce y utiliza este concepto cuando dice: “¿Quieren comer? ¡Autoperciban un sánguche, no esperen que les demos el nuestro!”. Si alguien supone que una cosa no tiene nada que ver con la otra, deje lo que está leyendo y mire por la ventana, plis.

Para hacer una tesis, tuve que averiguar en qué consiste. Porque cuando me enseñaron el concepto de “tesis”, allá en el secundario, era “algo nuevo, algo disruptivo, que había que demostrar suponiendo ciertos hechos dados" (los hechos dados eran la hipótesis). Pero, como “cambia, todo cambia”, me he enterado de que ahora eso es una hipótesis, y la tesis es demostrar que todo eso no va por un camino diferente al del conocimiento establecido. Es como que para que te aprueben, tenés que demostrar que sabés qué es lo que los demás pensaron, y que estás de acuerdo. Se trata entonces, nuevamente, de “chapear bibliografía” y que parezca que la leímos.

Pero entonces, me dije , ¿para qué escribir una larga parrafada probablemente aburrida y que puede predisponer a los posibles jurados a “reprobarme por ridículo”? Mejor voy derechito a la bibliografía, que es lo que de verdad cuenta. Y eso es lo que voy a hacer.

Así que, amable lectore, sea usted mi jurado, y póngame al menos un “trocua”, que todos esos libros y ensayos me costaron lo suyo.

Ahí va:

¿Cómo llegamos a esto?

Por Rudy

CAPÍTULO 8. Bibliografía

1. La única mentira es la realidad, Mauricio Shuarzenegger, Ediciones Conan.

2. De cómo los K se dobadon un pebeí y lo pusieron en Panamá a nombde de Mauricio, tesis de José Pepincascarón que aún no pudo defender… ante los tribunales.

3. Juzga, juzga, que algo quedará, Armando Distorsionelli, Ediciones Lacorte.

4. Lo pasado, prensado, estudio sobre la surrealidad nacional a cargo del colectivo “Les olvidadices”, que intentó ser “woke” y terminó en el wok, por no decir “en el horno”, cuando se prohibió el lenguajo inclusiva.

5. L problma d no ntndr qu l problma s otro, tesis jamás aprobada del grupo Lingüistes Unides del Ríe de le Plate.

6. El mundo es mío ¡y no te lo presto!, Donald Elon Trumpemberg.

7. Cómo hacer una buena tesis, Joseph Copy and Everett Paste (compiladores).

8. El neoliberalismo es un casino donde perdés sin necesidad de apostar, Max Omenos.

9. La culpa es del otro, y su segunda parte: Para mí, ¡el otro sos vos!, Narciso E. Selfish.

10. Repita cien veces: “No debo repetir lo que me digan”, y otros consejos para lograr la aprobación social, Dale Matrake.

11. Me importa más elegir cerveza que presidente, best seller de James J. Colgado.

12. Mi sueldo es una herida absurda, Harry S. Discépolo.

13. Los salieris de Menem, Javier M., Mauricio M. y Nosfuimosala M.

14. Como ser un líder en 10 días y dejar de serlo en 12, Jimmy Barbadura, Ediciones Dontrimember.

15. Mi anticuerpo, mi decisión. Manifiesto antivacunas, porcinas y equinas, Pablo Depreciado.

16. La guerra contra la inflación y otras derrotas, John Fitzgerald Fernández y Lee Harvey Supermarket.

17. La interna populista, varios autores, que no mencionamos porque no se pusieron de acuerdo en el orden de la lista.

18. Ladislao, ¿taj ahí? Crónica de la historia reciente argentina, Sergio Tomás Mate.

19. Siglo XXI cambalache, informático y febril, pequeña enciclopedia fascistoide.

20. A la gran masa del pueblo. Recetas de cocina en base a harinas y agua, Gandulfo de Petrona.

Bueno, espero que la lista sea suficiente para acreditar mi sapiencia infinita. Ojalá que al menos ustedes, lectoras y lectoros, me la aprueben.

Sugiero al lector acompañar esta columna con el video de Rudy-Sanz: “Otra vez en la vía” parodia actual de aquel mítico tema de los 70 de Francis Smith: