“Cada vez que jugaba a un juego de mesa me sumergía en su temática. Los que estaban relacionados a la historia, me llevaban a aprender mientras jugaba. Cuanto menos sabés se hace mucho más entretenido porque vas descubriendo cosas y pasa a ser un objeto educativo”.

El autor de este testimonio es Diego Simonet. Capitán del seleccionado argentino de handball masculino también conocidos como Los Gladiadores. Mientras la Selección se prepara para los Juegos Olímpicos de París 2024, el Chino –como le dicen–, cita un pensamiento a sus 34 años: "La vida del deportista acaba rápido". Frente a esto, inició su búsqueda hacía la reinvención, encontrándola en la elaboración de juegos de mesa.

1812 y la creación de la bandera Argentina fue el primer juego que inventó Diego. Siendo uno de los más vendido en el país en agosto de 2021, logró una recepción más que positiva durante las olimpiadas de Tokio, entre los deportistas olímpicos argentinos. Desde ese momento, desarrolló dos juegos más, que consisten en descubrir tarjetas ilustrativas que permiten conocer la historia de cada época: 1890 y los secretos de la Torre Eiffel, y Olympikos, su nuevo juego sobre las disciplinas olímpicas, que es distribuido por la empresa Blackrock Game, y que está a la venta en todas las jugueterías de Argentina.

Su doble vida contiene un espacio que no interfiere con el otro. Por un lado, su iniciativa por los juegos de mesa. Y por el otro, ser jugador del Montpellier a nivel clubes –donde obtuvo la Champions League de Handball en 2018 y fue elegido MVP de las finales– y de la Selección Argentina, que desde que clasificó por primera vez a un Juego Olímpico (Londres 2012), no pudo superar la barrera de zona de grupos, y, por ende, clasificarse para los cuartos de final. De modo que el objetivo es claro: romper con esa pared en París.

–¿Qué importancia tiene divulgar la historia a través de un juego de mesa?

–En Francia, tanto los libros como los juegos de mesa, son declarados de interés cultural. Es algo que estaría bueno que pase en Argentina. Muchos juegos se basan en la lectura y te aportan en lo histórico. Te hacen sentar alrededor de una mesa, discutir con amigos y con familiares. Te hacen pensar, porque siempre está la estrategia de por medio. En un mundo de tanta tecnología, permiten que las personas se conecten con algo no tecnológico. Reunirse, charlar, mirarse a los ojos y ser uno mismo.

–¿Un juego de mesa sirve de resorte para que las generaciones se sumerjan en la historia?

–El Monopoly o el TEG son infinitos en duración. Cada vez se juegan menos. Hoy en día los juegos duran 20 o 30 minutos. Padres me han mandado fotos de sus hijos jugando con sus amigos, agradeciendo que haya logrado de que dejen por un tiempo el teléfono. Es una manera de entrar a la historia por parte de la juventud, donde empiezan a preguntar sobre las comidas típicas y los lugares de la época, sobre la dama feudal, etc. Es una forma de enseñar la historia argentina. En los colegios, chicos de 10 a 11 años, tuvieron que hacer trabajos donde tenían que contar la historia mientras jugaban.

–¿Qué pensamientos tenés sobre la realidad actual deportiva en el país?

–Está basada en un 98 por ciento en el fútbol. Hay mucha pasión por detrás, locura por tu equipo y por la Selección, y está bueno porque te saca del día a día. Pero el deporte ayuda mucho a los chicos a salir de situaciones o a educar. No todos son buenos en fútbol. Estaría bueno que se apoyen a diferentes deportes. Yo lo veo en Francia, que son buenos y les va bien en todas las disciplinas. Ojalá que eso algún día cambie, si es que se quiere, en Argentina.

–¿En qué contexto está el handball dentro de las escuelas y los clubes?

–Al handball se lo conoce cada vez más desde que clasificamos a los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Con París 2024, es el cuarto Juego al que clasificamos. Aumentó la cantidad de chicos que empezaron a conocer el handball y lo practican en Argentina. La problemática es el pase de las escuelas a los clubes. Al no haber una liga profesional o semiprofesonal, sumado a que el deporte no se divulga tanto, repercute en que los padres no lleven a sus hijos a practicar a los clubes, ya que no hay tantos de gran nivel. Eso hace que los chicos dejen de jugar al handball porque no se ve un futuro dentro de este deporte. Lamentablemente tenés que irte afuera para poder vivir.

–¿Cómo crees que debe darse la discusión de lo privado/estatal en el deporte argentino?

–En Francia los clubes tienen el apoyo de ambas partes. Las empresas privadas que sponsorean y tienen algo a cambio por parte del club, también tienen una baja de impuestos por ayudar a los clubes deportivos. Eso me parece una estrategia fenomenal para que se apoye al deporte por parte de los privados. Sería ideal en Argentina, para que no sólo crezca el fútbol y se apoye a otras categorías deportivas, desde ese beneficio a nivel impositivo. Igualmente creo que no tiene que ser ni todo privado, ni todo estatal. Porque puede suceder que lo privado decida de un día para el otro no poner más plata o entrar en quiebra. Es ahí, donde lo estatal juega un rol importante para la no desaparición de los clubes. Siempre hay que buscar un mix.

–En una entrevista mencionaste la palabra resignación. En relación al desarrollo del handball en Argentina…

–No lo llamaría resignación. Uno como jugador ya no sabe más qué hacer para que crezca. Por ahora me concentro en hacer bien mi trabajo, que le vaya bien a mi equipo y a mi Selección, y aportar desde el lado que me toca. El handball creció con las clasificaciones a los Juegos Olímpicos, pero no como deseábamos. La situación de los clubes es muy baja, pero pasa lo mismo en las selecciones donde tenemos que pagar nuestro pasaje para poder ir a giras. Sin ir más lejos, el beach handball está haciendo rifas para poder ir al Mundial de China (inicia el 18 de junio).

–Haciendo una retrospectiva de tu carrera, ¿hubo momentos malos que tuviste que atravesar?

–Hubo más derrotas que me han hecho mal, que victorias. Donde me he replanteado dejar el handball. Sobre todo al principio y en situaciones de lesiones. Era jugar pocos minutos o casi nada. O lesionarte, sólo entrenar y no poder jugar. En vez de estar con la familia y tus amigos. No caí en un pozo y en tomar decisiones apresuradas, gracias a mi mujer y a mi familia que me han apoyado y aconsejado. Si no hubiese tenido el apoyo de ellos, yo hoy no estaría jugando al handball hace once años en Montpellier.

–¿Qué implicó poner el cuerpo y tu mente en pos de la competencia?

–Soy muy entusiasta. Imagínate que tenés que entrenar una o dos veces por día. Que te vaya mal o que te vaya muy mal. Hacer los mismos entrenamientos y ejercicios. Motivarte para cada partido, donde tenés dos partidos por semana y tenés que estar al 120 por ciento porque si no perdés con tu rival directo o con el que va último. Eso es lo más difícil: competir todo el tiempo por partidos importantes y ser fuerte de la cabeza. Me acuerdo de un amigo, que se llama Lucas Acetti. Uno de los mejores en Argentina, que se había ido a jugar a España. No aguantó la distancia, entrenar todos los días por no mucho, porque al principio cuando empezás, cobrás entre 700 a 1000 euros. Esta cosa de empezar de abajo, de no ver a tu familia por un año o de separarte de todo, no es para cualquiera.


–¿Qué te otorgó el deporte?

–El deporte también tiene su lado lindo: el después de cada victoria. Donde sabés que te estuviste entrenando un montón y tuviste que comerte derrotas, para luego saborear ese momento de felicidad, que está lleno de adrenalina. Una adrenalina, que, si no hacés deporte, no la conseguís. El deporte es el que me educó y me dio amigos. Antes era una persona muy tímida, reservada y hoy es todo lo contrario. Me abrió muchas puertas y es una educación que ninguna otra me hubiera podido dar. Ni la de mi casa, ni la del colegio.

–A tus 34 años, ¿cómo fuiste transformándote como jugador?

–A los 20 años yo pensaba que sabía del deporte, pero con el tiempo, con tantos partidos encima y situaciones críticas, vas adquiriendo experiencia no sólo dentro de la cancha con toma de decisiones en milésimas de segundos, sino también fuera de la cancha. Convivís con otros compañeros, que no son todos iguales y cada uno tiene su personalidad. Uno puede tener frustraciones, tener un mal día o está en un mal momento profesional, pero tenés que hacer lo posible para que el equipo esté bien, mejore y gane el próximo partido. Es manejar y pensar lo mejor para el club.

–¿Cuál es la barrera que buscan superar en estos JJOO de París 2024?

–Por primera vez, en cuatro años, vamos a hacer una gran preparación. Sponsors privados franceses están ayudando muchísimo a la Selección Argentina. Obviamente estamos uno o dos escalones debajo de los demás equipos, como Dinamarca y Francia. Buscamos dar el batacazo, pasar de ronda y soñar en grande. Y si quedamos eliminados, saber que dejamos todo para poder estar al máximo nivel.