El debut musical de Mariano Di Cesare fue en una rotisería de la ciudad de Mendoza. Así como Moría Casán debutó desnuda en el teatro de revista, este artista conoció las luces de la noche y los escenarios rodeado de heladeras y olor a frito. Cada uno se desvirga como puede y todas las opciones y posibilidades son igual de importantes e igual de épicas.

“Ese primer show fue parte de una serie de recitales hardcore punk que se armaban en ese local, que funcionaba solo hasta el mediodía. Esa noche tocamos sin bajista porque se lo había llevado detenido la policía y él, desde la comisaría, nos decía que siguiéramos adelante con la noche”, cuenta Di Cesare. Su banda se llamaba Deimpost, una abreviación de “deja de imitar posturas”, una referencia a la canción de Fun People, y sonaba como un grupo de hardcore metal.

“Lo que hacíamos era con un espíritu muy adolescente, letras antisistema, bordeando lo panfletario”. Sin embargo, el proyecto no duró para siempre y fue la propia escena metalera la que eclipsó ese frenesí hormonal: “En la última fecha que hicimos, vino un grupo de Alemania a tocar y el tipo que cantaba, en un momento, dijo con un acento rarísimo: ‘Que linda que está la luna esta noche’. Ahí me explotó la cabeza porque el chabón rompió con el paradigma poético hardcore, que no tenía nada que ver con esa imagen. Sentí que se me abría un poco más el mundo, que había otras cosas para explorar”.

De esa exploración, de aquella luna, Mariano Di Cesare creó al grupo Mi Amigo Invencible. Sin embargo, eso no fue suficiente y en 2015 presentó a El Principe Idiota, su proyecto solista. De aquel inicio metalero parecería ser que ya no queda nada, excepto por la intensidad que tiene esa música, la misma que carga Mariano ahora, 20 años después. Desde que arrancó, no paró de hacer canciones, incluso sin tener certezas ni garantías de que eso que estaba haciendo fuera a funcionar: “Creo soy sólo un terco que hace cosas, no pienso demasiado lo que hago. Estoy todo el día buscando y pensando en una canción. Es como una obsesión”.

El 13 de junio, al frente de su grupo presentó el noveno disco de estudio, Arco y flecha, un álbum de diez canciones, producido por Mariano Otero y que, además, cuenta con la participación de Juliana Gattas y Usted Señalemelo, otra banda nacida en Mendoza. Arco y flecha llega para confirmar un nuevo momento de Mi Amigo Invencible, que ha mutado múltiples veces desde sus orígenes, y que ahora parecería caracterizarse por tener un sonido más soft y depurado que el que tenía cuando inició. Cierta prensa especializada podría decir que la banda “maduró”, pero nada más equivocado que eso: la música no es una fruta que madura y se pudre si se la deja afuera de la heladera o si no se la come a tiempo. La música es una onda invisible en el aire que, a lo sumo, cambia con los años. Es simplemente eso: Mi Amigo Invencible cambió.

APUNTE Y DISPARE

Con el lanzamiento de Arco y flecha, el grupo comandado por Di Cesare refuerza ese movimiento extraño que apareció en el mundo de la música popular argentina: el rock se fue corriendo hacia el pop, a pesar de la tradición rockera que tiene esta tierra inflacionaria. El sonido de esta banda viene corriéndose hacia ese lado desde hace ya algunos años: se insinuó un poco en Dutsiland (2019), se profundizó en Isla de oro (2022), y se termina de confirmar ahora con Arco y flecha. A la violencia de la calle, los amigos invencibles le responden con canciones para bailar despacito y acurrucados: un rock para departamentos. “Con el correr del tiempo, cada vez que grabamos, vamos dejando atrás capas, soltando cosas, olvidándonos de algunos caprichos y de pequeños romances con esos caprichos. Y sobre todo nos vamos desprendiendo del gusto”, dice Di Cesare. “Por ejemplo, Arco y flecha tiene muy pocos arreglos, que es algo que formaba parte de la narrativa invencible de una manera muy marcada. Sin embargo, ahora nos gusta hacerlo así: vacío total”.

En las diez canciones que integran este disco parecería diluirse la idea de que Mi Amigo Invencible es una banda integrada por seis personas: Arturo Martín (batería), Pablo di Nardo (teclados), Leonardo Gudiño (percusión), Nicolas Boloschin (guitarra y voz), Lucila Pivetta (bajo) y el propio Mariano (voz y guitarra). “En casi todos los temas de Arco y flecha suenan solo dos cosas: una voz y una sonoridad. No se percibe lo grupal en una primera impresión. Sin embargo, en vivo sí parecemos una banda de rock, por eso me gusta pensar que en el vivo hacemos versiones de los temas que editamos porque en los discos experimentamos más con el silencio”. Ese silencio no funciona como un espacio en blanco, sino como un pequeño trampolín para jugar en la pileta de la música: colaboraciones con otros artistas, letras escritas en coautoría y ensayos de cosas nuevas, aquellas que aparecieron cuando el gusto y el capricho quedaron atrás. Lo que aparece, entonces, son conversaciones, diálogos entre diferentes elementos (sonidos, palabras, ritmos) que forman un todo: en este caso, un disco con diez temas.

La idea del arco y la flecha encierra en sí misma la unión de dos cosas, una relación. ¿Para qué sirve un arco sin una flecha y viceversa? Para nada. Una cosa no existe sin la otra. “Los títulos de los discos ofrecen una imagen abierta sobre algo en particular. A veces hemos hecho discos con el título listo antes de empezar a grabar, como fue en este caso. Sin embargo, no hago las canciones pensando en eso”, dice Di Cesare. “Pero ahora que el disco está terminado descubro que en cada tema se despliega un mundo a través de la relación entre dos partes”.

Este arco y esta flecha que trae Mariano Di Cesare con Mi Amigo Invencible llega en un contexto que parecería ir en contra de esa premisa de la unión entre las cosas; un momento en el que, a veces, parecería que el entramado social está roto: avanza el individualismo, las criptomonedas y la especulación financiera. Parecería ser que el desánimo recorre muchas esquinas. Pero ante la desazón generalizada, no hay mejor antídoto que unas canciones nuevas para descubrir. Un acto de fe hecho de ritmos y melodías.

Mi Amigo Invencible, 2024 (Foto: Nora Lezano)

ALTA FIDELIDAD

Los hitos que consiguió Mariano Di Cesare desde que comenzó su carrera parecerían ser hechos fortuitos, nunca queda claro qué tan autoconsciente es de lo que hace y de lo que deja de hacer. En algún lugar de su cabeza y de su cuerpo sigue existiendo ese adolescente metalero y caprichoso que solo quiere hacer canciones y tocar la guitarra. El propio origen de la banda fue algo que aconteció como quien no quiere la cosa.

“Llegué a Buenos Aires desde Mendoza para estudiar cine, cosa que hice aunque nunca recibí el título porque no entregué la tesis. Cuando me mudé quise dar un salto al vacío estético y grabar un montón de temas que tenía pero que no podía tocar con mis bandas metaleras”. Para poder concretar esa grabación Di Cesare le dio su guitarra eléctrica –la primera que tuvo– a alguien que tenía un estudio para que lo dejara grabar. Así fue como aparecieron las primeras canciones de Mi Amigo Invencible.

El primer disco se publicó en 2007 –Guaper, la tenaza que corta el alambre del corral–, un álbum megalómano de 16 canciones y 50 minutos de duración. Rockero. Bien rockero. Chicos que cantan fuerte y guitarras que suenan distorsionadas. Después siguieron ocho discos más: Guaper, corriendo a lo inmediato (2009), Las cuatro canciones del viaje (2010), Relatos de un incendio (2011), La nostalgia soundsystem (2013), La danza de los principiantes (2015), Dutsiland (2019), Isla de oro (2022) y el jovencísimo Arco y flecha. Hasta los títulos se fueron depurando con el paso del tiempo. Además, la banda acumuló un sinfín de EPs y simples, que hasta incluyen una serie de versiones en vivo grabadas –sin gente y en plena pandemia– en el ND Teatro.

Mi Amigo Invencible apareció en un momento central de los dos mil: por un lado, la escena de la música se estaba reconfigurando después de la tragedia de Cromañón, con nuevas formas de producir y salir a tocar; por otro lado, Internet iba ganando terreno en la industria, lo cual generó todo un cambio en la manera de pensar a una banda, su performance y su distribución. “En la época que empecé con los invencibles también empezaron a aparecer discos a mi alrededor que me cambiaron mucho. Primero, uno de Built to Spill que salía 2 pesos con 99 centavos en Musimundo. A mí y a mis amigos nos voló la cabeza. Era una especie de Pixies, aunque ni sabíamos qué eran los Pixies. Después siguió The Strokes y finalmente llegó El Mató a un Policía Motorizado para cerrar con un broche el fin de una era punk”.

La llegada de la banda de Santiago Motorizado y la creación del sello Laptra marcó a una generación entera de artistas, esa que empezó a producir separada de Buenos Aires y con otras lógicas y estéticas. Sin embargo, a diferencia de la banda platense, Mi Amigo Invencible tuvo múltiples cambios desde que empezó hasta ahora: ingresos y salidas de diferentes integrantes y hasta cambios estilísticos muy marcados de un disco a otro. “Creo que el grupo se transformó muchas veces en estos años, no por el sonido en sí, ni por el tipo de música, sino porque las personas que estamos adentro y las cosas que hicimos fueron siendo muy distintas con el paso del tiempo. Fuimos probando cosas a medida que las íbamos haciendo”. Esa filosofía de la prueba y el error a la que se refiere Di Cesare genera que se puedan establecer diferentes momentos al interior de la historia de Mi Amigo Invencible, una suerte de cronología: un primer momento más rockero y heterogéneo del que surgen sus primeros tres discos; un segundo momento menos cambiante con los siguientes álbumes y, finalmente, el santuario del pop en el que están ahora, cuyo inicio podría ser Isla de oro, el álbum presentado en 2022, o incluso el previo, Dutsiland, de 2019.

Con decenas de canciones editadas, Mi Amigo Invencible logró ocupar un lugar importante dentro de la escena de la música, sobre todo porque su actividad fue constante desde su aparición, algo que no ocurrió con el sinfín de bandas que surgieron con el cambio de milenio. A su vez, logró correspondencias con la época en la que esos álbumes aparecieron, aunque esto no siempre fue buscado: “Cuando hago canciones para la banda no estoy pensado en hacer una canción sobre un tema específico, eso me parece aburridísimo y nunca fui habilidoso para componer de esa forma. Sin embargo, creo que siempre estás hablando con la época, si es que tus temas tienen honestidad y fueron hechos con un sentimiento particular. Las canciones son traducciones del contexto en el que se hacen. Pero de esto te das cuenta después, creo que cuando escuchemos en diez años todo lo que se hizo, por ejemplo del 2020 para acá, ahí recién nos vamos a dar cuenta de qué estaba pasando en estos años locos”.

Mariano Di Cesare (Foto: Nora Lezano)

LA ILUSIÓN DE DESPEGAR

Pasaron casi dos décadas desde aquel primer álbum. Los cambios que atravesó la industria de la música en este periodo de tiempo fueron tan radicales como las mutaciones que tuvo la banda de Di Cesare. Otros artistas de la escena lo han advertido, como el caso de Marilina Bertoldi, cuando en una entrevista de 2022 a FiloNews dijo: “Creo que el momento histórico en el que estamos está afectando a todo el resto de los ámbitos musicales porque hay una obsesión por el resultado de las cosas. Ahora hay que decir ‘yo hago esto mientras tiene un resultado’ y si ese resultado no está ‘yo no hago más esto’. Todo está muy marcado por el resultado y el mercado, los estilos van cambiando según cuanto resulte o no. Estamos guiados por un algoritmo, por un mercado que es un monstruo capitalista que llegó a comerse esto”.

Mi Amigo Invencible parecería ser una trinchera frente a eso porque nunca muestra haber encontrado una definición absoluta de la música que produce o un único género al cual pertenecer. Y sobre el tema de Internet, una pequeña confesión de Di Cesare: “Me encantaría poder vender tickets sin tener que estar insistiendo con videos de Instagram que duran 24 horas, de una manera tan personal y teniendo que decir todo el tiempo quién sos y qué hacés. La sóla idea de tener que generar contenido para el algoritmo sin parar me seca como una pasa de uva”.

Sin embargo, más allá de esas resistencias virtuales, esta banda sí tiene otras correspondencias con la época en la que se inserta. Para empezar, es un proyecto que surgió por fuera de Buenos Aires y que pudo mantenerse en actividad, más allá de los altibajos económicos de los tiempos que aquejan, con su estilo y su manera de producir, más vinculada al mundo autogestivo. Además, perduró estando por fuera de la tiranía del single y la insistente presión, por parte del mercado, en ajustar una producción a un género comercialmente rentable, es decir, subsistió más allá del fenómeno que señaló Bertoldi.

“Insistimos e insistimos e insistimos porque todo el tiempo tenemos la ilusión de ‘despegar’. Eso sería para mí, que el tiempo que le destinamos al proyecto sea redituable para nosotros, que todo no sea tan costoso. Despegar es desplegar lo que hacemos sin límites, pero siempre hay límites, sobre todo económicos, porque lo que hacemos no es algo cien por ciento industrial, no entramos en ese circuito. Pero estoy convencido de que el tiempo va a dar esa retribución y que en unos años vamos a estar mejor que hoy porque hoy estamos mejor que ayer”.

Mi Amigo Invencible: un gato blanco atrincherado ante el avance de la especulación financiera y de los ceros y unos de las pantallas.

FALSA REALEZA

Si le preguntan a Mariano Di Cesare quién es El Principe Idiota, él contesta: “Es un tipo que está todo el día echado en la cama del rey. El rey sería Mi Amigo Invencible. El Príncipe se aprovecha de las comodidades que el monarca provee, pero es un chico romántico que se la pasa merodeando en las habitaciones del palacio cuando el Amigo Invencible está laburando”. Más que un principe idiota, parecería ser un principe holgazán.

De todos modos, Mariano resultó ser una persona bastante más trabajadora que ese príncipe que lleva adentro suyo y durante bastante tiempo se ganó la vida filmando videoclips y sesiones de otros músicos y bandas. “Una vez me llamaron para grabar una sesión en un estudio que tenía un amigo. Era muy lindo el lugar, así que le dije que yo quería grabar algo ahí también. A las dos semanas fui y grabé el primer disco de El Principe Idiota, con canciones que había hecho en esos 15 días. En esas semanas, a la hora de la siesta, me juntaba con Leo para armar los temas”, dice Di Cesare, refiriéndose a Leo Gudiño, el percusionista de Mi Amigo Invencible. Y agrega: “Nunca volví a tener esa experiencia de hacer algo tan rápido y de manera tan intensa”. Con El Principe Idiota, Di Cesare sacó el disco Doméstico en 2015 y ese mismo año Diccionario básico ilustrado, con algunos lados B que habían quedado por fuera de la selección original. Luego, grabó el EP Gigaaaante y Novedades –este último es un registro de un vivo–. También publicó singles en colaboración con diferentes artistas, como por ejemplo: Rosario Ortega, Cítrico y Charlie Desidney, entre otros.

Este otro proyecto de Mariano es muy diferente de lo que hace con Mi Amigo Invencible. Si con la banda intenta dejar atrás el capricho y el gusto, en El Principe Idiota esas dos cosas están a flor de piel. Las variaciones que hay en cada una de las producciones que fueron apareciendo, desde 2015 y hasta ahora, son mucho más marcadas de las que se pueden percibir en su otra banda. Las canciones de El Principe Idiota funcionan como una camarita de fotos pocket que retrata un momento específico en la vida de Mariano Di Cesare. Si uno escucha cada uno de los temas que editó, siguiendo el orden de publicación, puede ver una peliculita sobre la cotidianeidad de este artista. Los escuchas de El Principe Idiota son unos espías de la KGB que husméan en la intimidad del músico. 

“Va a sonar raro, pero cuando estoy solo no escucho mucha música. En realidad sí escucho, pero sobre todo cosas de otros lugares del mundo y más que nada música instrumental. Todo eso, todo ese arco de referencias, casi siempre, termina en El Principe Idiota”. Algo de ese planisferio que exploran los oídos de Mariano se percibe en sus canciones como solista, pequeños robos que hace como un pirata que recorre el mundo buscando tesoros. Los sonidos de El Principe Idiota se escapan de los géneros y de los límites geográficos. “La diferencia más importante entre un proyecto y otro está en los límites semánticos que aparecen cuando escribo. Lo que quiero que El Principe Idiota diga es muy distante de lo que dice Mi Amigo Invecible. En un proyecto, escribo lo que quiero. En el otro escribo con más miradas alrededor, escuchando opiniones, visiones e intercambios que hacen que uno se abra mucho más a los cambios. En El Principe Idiota hago lo que quiero y no me importa nada”.

Más allá de las diferencias entre una cosa y la otra, lo que queda en evidencia es que Mariano Di Cesare es una fábrica de canciones. Cuando aparecen, van para un lado o para el otro, pero van. “Esta obsesión que tengo por la canción nunca para. Para el Principe Idiota ya tengo tres discos en la mente, bah, tengo tres títulos de discos que quiero grabar porque cada un par de meses junto unas diez canciones que no grabo porque la vida me pasa por encima. Al final, todo siempre es un problema de gestión del tiempo”.

Sea como un idiota o como un invencible, Mariano Di Cesare produce sin parar. Está siempre tramando algún plan. Piensa en canciones. Tararea melodías. Busca letras. Toca la guitarra. Canta con otros artistas. Graba un videoclip. Participa en una película ajena. Graba una propia. Sube a un escenario. Baja y sigue tocando. Se tatua los dedos. Sale de gira. Vuelve y se pone a ensayar. Hace otro puñado de canciones. Mariano Di Cesare está en movimiento. Es una flecha que salió disparada hace muchos años y que sólo va en una dirección: para adelante, tratando de dar en el blanco.

> El documental de Di Cesare sobre el grupo Atrás Hay Truenos

ATRAS HAY CINE

Siguiendo con las cosas que se juntan, la conversación que arma Mariano Di Cesare entre el mundo del cine y el mundo de la música es permanente: “Llevo mucho del cine a la música. Por ejemplo, a la hora de escribir canciones siempre imagino escenarios y disrupciones dentro de esos mismos escenarios, como si fuera un montaje cinematográfico”. Durante siete años estudió cine, primero en Mendoza y luego en Buenos Aires. En varias ocasiones dirigió videoclips de Mi Amigo Invencible, como fue el caso de “Acto de fe” y “Beso relámpago”, dos canciones de Arco y flecha.

Cuando terminó de estudiar, asistió a un taller de Ulises Rosell, el director detrás de películas como Bonanza (2001), Sofacama (2006) y El etnógrafo (2021), entre otras. “Era un taller de cine documental. Vos tenías que llevar una idea de proyecto, cosa que yo no tenía en el momento que me anoté, pero en el camino de mi casa a la de Ulises, que era a unas pocas cuadras, se me ocurrió filmar a Atrás Hay Truenos, banda que me tenía obsesionado en ese momento”, cuenta Mariano sobre el origen de Metales aliados, el documental que hizo para registrar de cerca los movimientos que ese grupo tuvo entre 2013 y 2015. Sin embargo, la película tardó algunos años en ver la luz y recién se estrenó en 2021.

“Cuando vi el material casi diez años después de haberlo filmado y con el montaje que hizo Libertad Gómez, encontré unas joyas del pasado super hermosas. Lo que yo quería era poder retratar cómo eran esas bandas que aparecían aquel momento, que se escapaban de ese lugar común de artista que vive en un departamento financiado por un sello, todo roto, borracho, haciendo canciones. Quería mostrar que era gente que laburaba y además hacía arte”. Tal como dice Di Cesare, Metales aliados es un pequeño registro de esa otra generación de artistas que apareció en el mismo momento que él empezaba con Mi Amigo Invencible, esa misma generación que trajo otras maneras de producir y también otras vidas: personas que tienen un empleo y, además, hacen música.

La manera en la que Di Cesare filmó esta película da cuenta de ese cambio, registra a la perfección esa época en la que una mudanza costaba 360 pesos y en la que trabajar en Taringa! era una forma de subsistir para poder seguir tocando. Su manera de filmar también produce una sensación de cercanía con esos músicos que integran Atrás Hay Truenos: tomas cerradas y un sinfín de imágenes domésticas y cotidianas. Esta película de Di Cesare es un nodo en el que se juntan muchos de los universos que él habita. Es la conexión entre el cine, la música, una generación, su manera de producir y, sobre todo, su manera de estar en el mundo.