La segunda temporada de House of the Dragon (ayer fue su estreno por HBO y Max) se inició con el vuelo de un ser mitológico. No fue el de la figura que decora el título de la ficción fantástica, sino de un cuervo. Augurio rasante y tenebroso sobre lo que sucederá en este tramo de la precuela de Game of Thrones. El mensaje del bicharraco apunta al corazón de la Casa Targaryen donde es inevitable la guerra civil entre los Consejos Verde y Negro. El clan tiene las horas contadas, aunque ninguno se ha dado cuenta de ello. Los siete episodios restantes se estrenarán cada domingo a las 22. Desde la señal ya le dieron el visto bueno para continuar con la saga por, al menos, un año más.
La ristra de traiciones, roscas y brutalidades ya fueron debidamente presentadas. Por un lado, está el Rey Aegon (Tom Glynn-Carney) apuntalado por su madre Alicent Hightower (Olivia Cooke). Del otro, aparece la hermanastra de aquel, Rhaenyra (Emma D'Arcy) quien siente que le birlaron el trono. Medalla de honor para Daemon (Matt Smith), esposo (y ejem, tío) de la más blonda de los Targaryen y Rhaenys (Eve Best), la Reina Que No Fue. “Si no actuás cuando tenés la chance, podes perecer”, se le escuchó decir al tipo que anda con ganas de arremeter con todo sobre King's Landing. Bienvenida sea esa frase en House of The Dragon, donde el fuego tardó en encenderse. Ryan Condal, showrunner de la serie, prometió que esta temporada crecerá en escala y ambición. “Realmente interesado en continuar con todos esos personajes, particularmente con las familias de Rhaenyra y Alicent, y ver qué sucede ahora que hemos volcado el tablero de ajedrez y derramado las piezas en el suelo”, manifestó el productor.