Al principio de marzo ocurrió un ataque con la firma libertaria VLLC a una militante de H.I.J.O.S a quien abusaron y amenazaron: “No vinimos a robarte, vinimos a matarte. A nosotros nos pagan para ello”. La gravedad del hecho fue denunciado y se responsabilizó al gobierno nacional en forma directa e indirecta. Ya no hay quien en su sano juicio pueda negar la enorme crueldad que están generando y que propician esos ataques contra, no sólo la militancia en Derechos Humanos y el feminismo, sino para con la mayoría de la población de argentinos.
Una carta con una bala dirigida a una estudiante de enfermería, la presidenta del Centro de Estudiantes, decía: “Para vos la cárcel o la bala, sabemos dónde encontrarte”. Y la firma que parece ser un sello de la amenaza de muerte VLLC.
Más allá de exigir el esclarecimiento del hecho y el retorno de un peligroso derrotero que lleva a las amenazas, la persecución ideológica y la tortura física y psicológica, lo que es inaudito es la utilización de palabras que alteran por su irresponsabilidad, la crueldad y el amedrentamiento para no hablar simplemente de peores atributos que son fácilmente imaginables en la historia de nuestra Argentina contemporánea que nuestra sociedad ha estampado su término con el “nunca más”.
Y todo bajo una sigla, VLLC. Milei firma sus leyes con esa sigla, que casi ninguna de esas letras tiene claro su significado. No comenzamos por el de libertad porque parece el más obvio de criticar siendo la amenaza y la pérdida de la libertad de expresión su finalidad. Comencemos con el más poético, el polifacético “carajo”, un término tan precioso como mancillado con sus proclamas. El carajo es aquel lugar desde donde se visualiza la esperanza, algo que se espera más allá del horizonte. En un barco, en el poste principal, en su parte más alta, un vigía se encuentra encaramado en el carajo desde donde avizora el futuro, en definitiva, por fin la tierra; el final de un largo y turbulento viaje por la incertidumbre del clima y el alta mar.
El carajo también es un término castellano con el que se designa el miembro viril, en la poesía del maldecir del cantar del trovador. Se trata de un habla que discurre de manera obscena e impropia. Una tercera acepción es la posibilidad chistosa y/o peyorativa que siempre se antecede por una coma, o sea por un espacio en el que cada uno debe agregar algo que se oculta tras ese silencio, a esto se lo llama “disfemismo”. Puede tener una intención de rebajarla o de causar un efecto hilarante. Por ejemplo ¡Libertad, carajo! Acá lo importante no es ni la libertad ni el carajo sino la coma, depende lo que allí se agregue. En ese silencio sugerente se esconde el efecto “jocoso”. Podemos leer allí “Libertad (para gente de bien), carajo”, y también la graciosa frase “Libertad (para los ricos), carajo”. En una se la rebaja a una libertad clasista, gente de bien gente de no bien, y en la otra se vuelve chistosa, libertad para una clase social, justamente la que en principio parecería con más poder de libertad.
Este efecto hilarante y/o peyorativo se puede observar en la película “El gran dictador” de Charles Chaplin, cuando llega a su alocución final. La confusión entre el dictador y el barbero en primer lugar, y luego la llegada al panteón, justamente llamado “libertad”, término al que tanto apelan las autocracias. En ese lugar el barbero-dictador hablará a millones de personas y justamente se espera de él que diga para quiénes está cancelada la palabra libertad.
Una última acepción nos lleva hacia un lugar no apetecible, que en la historia se ha llamado de distintas maneras, destinada a nuestros enemigos. En el medioevo era el infierno, en el siglo XX se trató de la mierda y en el siglo XXI se trata de mandar al carajo al otro, afirmando el carajo como potencia y autoafirmación.
La libertad, a diferencia del carajo que tiene valor en tanto lugar, implica un concepto que no se comprende sino a través de sus negatividades, sus tres negatividades. Cualquier concepto resulta de, al menos, tres negatividades y no de oposiciones dilemáticas y maniqueístas a la manera norteamericana. ¿Cuáles son los de libertad? La no libertad, el encarcelamiento y el no encarcelamiento. No es precisamente lo mismo alguien “no encarcelado” que alguien “libre”. Ni alguien “no libre” que alguien “encarcelado”.
El significado “Libertad, carajo” con tantas acepciones y negatividades, es de difícil comprensión, una manera muy concreta de comprenderla es: ¿a quiénes beneficia y a quiénes perjudican las derogaciones, desregulaciones y el desguace del estado?
“Viva”, es un término de enaltecimiento, se trata de decirlo en voz alta, de proclamarlo a los cuatro vientos, casi un juramento de fidelidad, el tema es que ese enaltecimiento se contrapone a los que no la proclaman. No sería lo mismo decir “libertad, carajo” que es un deseo y una utopía, que “viva la libertad, carajo” que implica que quien lo dice estaría en ese sendero.
Cortázar decía que en cada tiempo las palabras, al igual que las cosas, se ensucian y que hay que tomarse un tiempo para limpiarlas, igual que hacemos con las sábanas y los vínculos. Encontrar esa proclama escrita en la pared que deja como mensaje amedrentador a los que luchan por un mundo que defienda los derechos humanos de los vulnerados es una tremenda afrenta contra las personas y las palabras, que en definitiva son lo más lindo que tenemos para compartir.
Esperemos que esa palabra multifacética como “carajo” vuelva a liberarse de esta gente que en definitiva proclama la crueldad y el desapego por la solidaridad, y deje en paz a los que viven la libertad y no convierten a la mayoría en personas no encarceladas pero no libres. Que limpiemos esas palabras con la lucha de un pueblo deseoso de reencontrarse con la posibilidad de estar en una mesa y no mandarnos al carajo y que el mirar el futuro no sea desde ese lugar donde se avisora que la nave va hacia el empobrecimiento de un país que no merece ese futuro.