Nora Lezano. Fotos todos los días”. La credencial –no se llega a ver para qué show o recital- destaca en el suelo de Cazadores (Villaroel 1438) entre otro millar de credenciales, de fotografías, de chucherías con valor sentimental, de recuerdos de todo tipo que se acumulan en el piso y que constituyen una suerte de diario íntimo-público de la propia Lezano. Mientras, ella lee fragmentos de su auténtico diario íntimo. Y luego, un film retoma esos recuerdos.

La muestra/performance desINVENTARIO integra el ciclo Materia Efímera –curado por Emilio García Wehbi- del que también participan Mariana Eva Pérez y Laura Kalaus (con Antivisita. Formas de entrar y salir de la ESMA), Carla Crespo (con Concierto sobre cadáveres), Florencia Bergallo, Natalia di Cienzo y Victoria Roland (con Todos los comienzos son falsos), y Nicolás Licera Vidal y Sofía Kauer (con Desierto). Un ciclo que se realizará los miércoles 19 y 26 de junio, y los viernes 5 y 12 de julio (siempre a las 20) en la sala Imán de la Fundación Cazadores (Villaroel 1438). La propuesta de Wehbi es explorar las fronteras entre música, danza, performance y teatro. En cuanto a los convocados, reflexiona el texto curatorial, se trata de “personalidades destacadas de nuestra cultura vernácula que transitan el camino liminal de las artes vivas, en las que confluyen y se entremezclan literatura, música, performance, danza, artes visuales y sonoras, con la voluntad de no quedar atrapadas por un sistema de catalogación preciso”. Y agrega que “es justamente en esa libertad efímera en donde estalla el refucilo, que algunas veces ilumina para siempre”.

Imagen: Cecilia Salas

En el caso de Lezano, además, retoma Inventario, una presentación que la fotógrafa ya había realizado en la Bienal de Performance y que aquí multiplica sus sentidos. “desINVENTARIO es una despedida de un pasado intenso, voraz, fascinante y tormentoso al mismo tiempo”, anticipa el texto curatorial. En buena medida, desINVENTARIO es una forma de contar a la Lezano que fue para preguntarse por la Lezano que será. Y sí, claro que hay pasajes con Charly García (muchos de ellos) y con otros fundamentales artistas del rock nacional e internacional, pero también hay instancias de vida familiar y un buen rato de cámara con su perra.

Wehbi explica a Página/12 que invitó a Nora para permitirle “plantearse como una artista que excede su marco histórico, que es el de la fotografía, porque tiene un archivo material muy grande, pero al mismo tiempo tiene como unas capacidades expresivas que van más allá de la fotografía”. Wehbi ya había curado la participación de Lezano en la Bienal de Performance de 2017 y buscaron retomar ese trabajo. “Nora, por supuesto, se sumó interesada justamente con este afán de ver de qué modo la experiencia de un artista que centra su trabajo en el campo fotográfico puede expandirse a una experiencia visual, sonora, kinética y escénica”.

Por eso, desINVENTARIO es preguntar(se) quién es Lezano cuando no tiene una cámara encima. El camino es el de los recuerdos de una vida rigurosamente registrada, donde no sólo se acumulan fotos y credenciales de shows, sino también los cassettes de los contestadores automáticos, videos familiares, remeras personalizadas, cartas de adolescencia y más (a veces esos registros conllevan una crudeza notable, como en el caso de los reproches –violentos, incluso- de ex parejas). El conjunto es un impresionante ejercicio de conservación del propio pasado que cobra su sentido último en esta integración del universo íntimo y la vida pública de Lezano, en que como acto cuasi ritual la fotógrafa busca dejar atrás su pasado, su “corset invisible”, para permitirse decidir quién es, qué (persona) será.

En ese sentido, hay un gesto que recorre toda la performance y que corre el riesgo de pasar inadvertido si la atención se concentra en la pantalla, en la búsqueda del gesto vano de la carita famosa: ella guarda en cajas todos sus recuerdos, esos mismos que el espectador tuvo que atravesar primero, y finalmente da vuelta las fotografías (y otras cosas) enmarcadas, para que miren a la pared. Un gesto sencillo y cargado de sentido.

Del “Manifiesto” que Lezano lee sobre el final se extraen algunas líneas potentes (que no se spoilearán aquí, excepto una frase fuerte, más adelante), y todo culmina con un gesto bello y personal en que la propia Lezano regalará a cada asistente a la función un cd de su propia colección, numerado y catalogado. Un cd que Nora quizás compró, o quizás vino de manos del propio artista. Que sea la propia Nora la que pone el cuerpo a su texto y su memoria hecha objetos, da profundidad a los gestos. Y de ello habla en esta entrevista.

-¿Por qué te interesaba retomar esta performance?

-Emilio García Wehbi, curador de Materia Efímera en Cazadores, me invitó a volver a hacerla. Y la verdad es que me interesó retomarla porque por un lado era un honor y un desafío compartir el ciclo con proyectos buenísimos de artistas que admiro (con algunas trabajé haciendo las fotos de proyectos anteriores), y por el otro creo que hubo algo de lo “kármico” en eso de volver a asomarme a ese pasado, de volver a mirar atrás, de volver a revisar lo que seguía guardado: lo tomo como una oportunidad para seguir viendo quién soy hoy.

-¿Qué cambió desde su presentación en la Bienal?

-En su estructura son lo mismo (muestra de objetos y fotos, lectura de mis diarios, un video y una acción). Pero en la Bienal de Performance (2019) se llamó “INVENTARIO” y ahí rompí cartas, fotos, tarjetas de cumpleaños, agendas, cassettes, boletines y cuadernos del colegio, dibujos, apuntes de facultad, diplomas de cursos que había hecho de adolescente, ropa y todo lo guardado que ya no necesitaba más.

Ahora se llama “desINVENTARIO”, y no voy a romper nada (ríe). Más bien reparo. Es una obra confesional, exhibicionista, emocional y también reflexiva. Y lo lindo es que como parte de la perfo, al finalizar voy a entregar a cada espectador un cd de mi colección. Regalo mi música.

-¿Cómo fue, qué significó para vos revisar todo este registro de estos años de tu vida?

-Así como no paré de sacar fotos, nunca paré de guardar cosas (ríe). Evidentemente tengo una obsesión por registrar y guardar. Pueden llamarme “una acumuladora”. Y sí. Pero aunque tenga pinta de ser una especie de inventario de la nostalgia, para mí sigue siendo material de trabajo. La muestra y el video son apenas un recorte de la cantidad de registros guardados que dan cuenta de mi intimidad (diarios, cuadernos de notas, mensajes de contestador automático, de celular, mails, miles de fotos, dibujos, cartas de ex novios, de amigos, de padres, agendas, ropa) Tengo una memoria pésima, por lo que esta acumulación siempre me sirve para traerla de vuelta. Todo ayuda a profundizar en mí misma, a recordar quien soy. desINVENTARIO es volver al pasado pero con una nueva mirada, con un cuerpo diferente. Como en el cuento, que Hansel y Gretel dejaban miguitas de pan para volver a casa, yo hice lo mismo con estas cosas. Me trajeron de vuelta a mí.

-Sorprende un poco el volumen de tu registro: la cantidad de credenciales, acreditaciones, cositas de todo tipo que tenías guardadas, ¿por qué guardabas todo eso? ¿Qué vínculo tenés (o tenías) con estos objetos?

-Como buena fan de la música atesoré lo que pude de todo lo que me vinculaba a los músicos (púas, listas de temas, credenciales) ¡Mirá si voy a desechar la púa que me regaló Paul Stanley (cantante de Kiss) en Obras mientras le sacaba fotos desde la trinchera esquivando escupitajos! ¡O la remera que me regaló Gustavo Cerati en la filmación de “Puente”! ¡O el autógrafo de Fito Páez la vez que me rateé del colegio y me lo crucé por la calle Florida! Esto de guardar viene de familia. Al rato de nacer me pelaron y mi papá guardó años y años ese pelito en un sobre y cuando cumplí 40 me lo “regaló”. Yo no sabía que lo tenía. Y mi mamá, entre otras cosas, guardó algunas de mis carpetas de la primaria, boletines, cuadernos de comunicaciones, cartitas a los Reyes Magos... ¿Qué vínculo tengo con estas cosas? Para mí son tesoros.

-Decís que todo eso es “material de trabajo”, eso permite intuir que siempre te concebiste como más que sólo una fotógrafa, ¿es así? ¿Cómo mirabas tu propio laburo?

-Nunca me consideré una fotógrafa nomás. Uso la fotografía, uso la escritura, uso los dibujos, los videos, todo lo que está a mi alcance para expresar o registrar lo que me interesa. Capaz por eso a veces reniego cuando me encasillan diciendo: “la fotógrafa del rock”. Entiendo que mis fotos de músicos son lo más conocido de mi obra. Yo básicamente persigo y capturo mi experiencia: me gusta la música, me meto en el mundo de la música a fotografiarlo todo; me gusta vincularme con la gente, me dedico a retratar; amo a los perros, fotografío perros para una Fundación; me gusta escribir, llevo un registro de anotaciones de mi vida. Y ahí es donde todo se cruza, el trabajo y la vida.

-Más allá de las fotos y la memorabilia, revelás unos audios muy potentes, que son los mensajes de contestador de ex despechados, ¿por qué los incluistes?

-No me interesaba mostrar sólo lo amable, me propuse trabajar con el archivo privado, y bueno, estos despechados son parte de él. Son parte de mi historia, de mi vida real, como el audio de mi amigo que me canta el “feliz cumpleaños”, o uno de mi mamá o el del chico de la disquería que me avisa que llegó el cd que le encargué.

-¿Por qué sentís que tenés que despedir tu pasado?

-No vivo atada al pasado. Estas cosas guardadas me recuerdan situaciones, momentos, dan cuenta, como pasa con las fotos. Pero no vivo en función de nada. Y no es despedir el pasado, es decir chau a una versión de mí misma.

-Durante décadas estuviste en el centro de la música, ahora regalás tus cds y decís que encontrás la paz en el silencio (aún si decís que nunca supiste disfrutar). ¿Cómo es ese proceso?

-Que regale los cds no significa que no escucho más música. Durante años escuché música todo el día, iba a recitales todas las semanas, me pasaba de boliche en boliche, mucho ruido a toda hora. Ahora disfruto más el silencio, necesito esto, y me respeto en ese deseo. Pero ojo que el silencio que necesito tampoco tendría que ver tanto con escuchar menos música, sino más bien con ir silenciando la cabeza. Ese será el desafío más grande, la gran obra de arte. Y en cuanto al disfrute creo, tiene que ver con estar presente y consciente. Yo me divertí muchísimo, pero disfruté poco.

-En la perfo te desnudás simbólicamente, es muy fuerte cómo te exponés, ¿cómo te pega eso?

-No me preocupa correr esos riesgos. Si bien cada vida es única, las historias pueden ser de todos. Estoy contando mi experiencia. Y me gusta hacer un ritual de esta metamorfosis.

-Sobre el final decís “ser Nora, sin ser Lezano”, toda la perfo supone preguntarse quién sos ahora, pero para eso, también te preguntás o señalás quién fuiste... ¿tenés alguna respuesta posible para cualquiera de esas preguntas?

 

-(larga la carcajada) ¡Claro! La pregunta de fondo es quién soy más allá del nombre, de la profesión y del personaje público. “Noooora Lezaaaano, la fotógrafa del rock”. Necesito separarme de esa Nora. En algún sentido desINVENTARIO funciona también como un cierre de etapa, la despedida a un pasado fascinante, inconsciente, anestesiado, veloz, pero también la celebración de una vida: única, misteriosa, atrevida y MÍA.