Por años las historias queer y con personajes LGBT+ tuvieron arcos narrativos dramáticos y previsibles. Éramos las víctimas y carne de guión para “emocionar” audiencias, o teníamos desenlaces utópicos totalmente acaramelados sin conflicto. En Dead Boy Detective la respuesta y la mejora viene del más allá -pero en el más acá- y además trae historias detectivescas, humor ácido, personajes adorables, encanto brit y lazos con la saga de Sandman.
En Dead Boy Detective dos jóvenes fantasmas atienden una paranormal agencia de misterios. Edwin Payne fue víctima de homoOdio en 1916 y Charles Rowland en los ’80 fue víctima de unos bullies que lo torturaron hasta matarlo. Ninguno de ellos fue ese “hombre” que la sociedad exige, actitud que les costó la vida. En una movida entre burocrática y sobrenatural deciden escapar de Muerte, la hermana de Sandman, quien debería llevárselos a cada uno al lugar que le asignaron para pasar la eternidad.
Dead Boy Detective es un cómic creado por Neil Gainman, Matt Wagner y Malcolm Jones III en unos años ’90 que quizás no supieron apreciar del todo a estos niños problema que luego tuvieron su propia revista en DC cómics, más específicamente en la línea editorial Vértigo, que apuntaba a públicos más adultos. La serie Live Action recientemente estrenada en Netflix se para con un pie en juventudes maduras y el otro en esas adulteces que no perdieron el espíritu teen.
Con la intensidad de El club de los cinco (Breakfast Club), la ingenuidad de personajes de Hannah Barbera, con menos edulcorante que Heartstopper y el estilo Dark-Pop de las últimas Merlina y Sabrina, Los detectives difuntos es digna representante del multiverso Gaiman. Cuentan con su bendición, supervisión y producción ejecutiva, pero el equipo creador tuvo total libertad para plantear independencia y distancia de la historia original. Importante: se puede ver sin conocer nada del universo de este creador y se va a disfrutar igualmente. Ahora, quién guste seguir las conexiones, easter eggs y personajes compartidos podrá abrir un interesante telar.
“Creo que es importante no hacer una copia idéntica del cómic porque siempre vas a fallar”, dijo una de las showrunners, Beth Schwartz, al medio ComicBook. Y lejos de querer abrir el debate si esto es correcto o no, el hecho de que esta historia para muchxs sea nueva quita la expectativa de ver algo que ya habíamos imaginado de antemano. Las personas más optimistas (y menos puristas) podrán ver que de esta manera tienen dos formatos y dos narrativas diferentes pero con puntadas en común para investigar.
El panteón de personajes es un tema no menor: son todos adorables. “Ustedes dos son como un matrimonio muerto y de ácido”, les grita Crystal a nuestros protagonistas. Ella es el Big Bang de esta serie. Al llegar con su caso cambia todo el cotidiano de los investigadores y da pie a los ocho episodios de la que esperamos sea una primera temporada de varias. Una ciudad llena de misterios les atrapa y ahí sumarán al equipo a Niko y Jenny. Ellas dos van a tener una forma de ser narradas que suma texturas, efectos, escenarios y lenguajes que las sitúan con el valor que merecen sus personajes. Acá la mayoría son actores y actrices debutantes o de poco recorrido. Lo no dicho, los secretos a vistas que dejan en cada nuevo sitio, y los colores con tanta personalidad unen (potencian) los universos no solo de muertos y vivos, sino de cómic y serie para darnos momentos de viñeta en tinta fílmica.
DBD es una serie sobre la amistad queer, ese misterio tan mágico como fantasmal. Con erotismo difuso e inequívoco, con un espíritu lúdico pero no por eso menos serio, asistiremos a un coming-of-age en cuerpos sin edad. La comunión entre amores y afectos tangibles e intangibles hace que la palabra queer logre su objetivo más puro: desdefinirse. Sin solemnidad vamos a ver cómo algo que puede parecer predecible en otras historias, acá se rearma orgánicamente para darle un nuevo color a un arco iris a veces tan masticado. Lo raro, lo extraño, no solo radica en gatos parlantes, brujas crueles, morsas humanas o adolescentes Kawaii, sino en cómo puede emocionarnos el amor que se fugó del infierno y hasta del paraíso para crear una comunidad.