Schopenhauer escribió que ”los hechos de la historia son meras configuraciones del mundo aparencial, sin otra realidad que la derivada de biografías individuales… No hay un sistema de la historia, como lo hay de las ciencias que son auténticas: hay una interminable enumeración de hechos particulares”. Es el caso de este libro Asesinenme. Rock y feminismo en los años 70. Altivez y aun arrogancia de la duda. De ello hay en el texto, pensado y escrito con el corazón en la mano. La otra faz que se muestra en la obra de nuestra creadora es la ilusión de un pacto biográfico y autobiográfico. Es un libro de dos autores que rubrica la interesada a partir de la elección de rumbos divergentes: hechos y diálogos reales, que al mismo tiempo obran como una amalgama de monólogos en busca de la solución que entienda y explique, que aclare lo que con la voz se autoproclama… Leyendo estas páginas con lentitud intensa, se trasmite en el interlineado, configurado sin rigor, un juego incesante de falsas torpezas, de habilidades que quieren pasar por descuidos. Hay una manifiesta tristeza de claves de sol que deslizan recuerdos precisos, recuerdos cruciales como el grito que quiere ser canción.

“Un buen día, después de una escena casi de pugilato orquestada por mi madre, estrellé un televisor contra la pared. Charly me sacó de allí con lo puesto y nos metimos en un bar para pensar dónde, cómo y con qué viviríamos de ahí en adelante. Solo teníamos perfectamente claro que huíamos de nuestros hogares para estar juntos… Yo estaba embarazada, todavía no pasaba nada con Sui Generis y no teníamos un centavo para pagar el adelanto. Pipi Correa nos hizo un préstamo y con ese dinero no solo pudimos entrar a nuestro habitáculo sino también pagar la intervención quirúrgica para interrumpir el embarazo.”

El libro combina graciosamente el recuerdo desesperado con el acto de fe en una escritura oral, ligera pero honda en el concepto, en la claridad de la prosa y en la precisión del discurso. Sin duda que es un libro musical, no solamente por las virtudes eufónicas de la prosa, sino por la estructura misma de su composición, compuesta de un número ilimitado de temas que van y regresan, y se funden concordando. En esta música poética de Asesínenme, el ensueño y la realidad se complementan. El libro prefiere representar la honesta visión del espejo sangrando, las vicisitudes del tiempo vivido, el soliloquio interior de los protagonistas… El estilo de Yorio puede entenderse como anárquico o ligero, pero no deja de ser ordenado, vigoroso. Nunca hay alardes que lo perjudiquen, por lo contrario, el resultado es vivaz. Es un libro precioso, dolorosamente ilustrado con bellísimas fotos donde los espacios juegan como metáforas del contenido… Cuando Borges analiza a Enrique Banchs, explica que puede ocurrir “que un libro cuyo valor fundamental es la perfección puede ser menos comentado que un libro que muestra los estigmas de la aventura o del mero desorden…” Quizás sea éste el caso de Asesínenme, este libro de Yorio, a quien es grato imaginar atravesando los días de la vida en una cambiante realidad que se consolida fundamentalmente en la música que a todos nos sustenta. Es la pintura de un tiempo; el retrato de personajes cruzando un espacio inesperado en el cual las batallas se pagan con escarmientos y desaires. Quizás las calles del vértigo que no miden decisiones ni disciplinas, sean los catálogos de estos sucesos. Yorio evita la cronología ordenada para que el lector capte el mundo vertiginoso que apretuja la voluntad transformadora. Al estilo de la francesa Violette Leduc, cada acción conlleva una reflexión. Es el ahogo y el tormento de la palabra escrita, lo que el lector obtiene y preserva. Por ello, al decir del norteamericano Walt Whitman, este ejemplar no se compone de páginas de papel, sino de la vida de una persona en conflicto. El todo es simple y directo. La autora está lejos de la artimaña o el doble juego, arroja las cartas sobre la mesa sin especular. Así fueron las cosas, y punto. La firme actitud logra que el lector se transforme en cómplice amigo y acompañe a Yorio hasta el punto final. Este es un libro esencial para adentrarse en los años esplendorosos de la música roquera en la Argentina. El desasosiego es sólo legitimidad, donde prevalece la honestidad, lo distraído y campechano, lo crítico, lo falible; un espíritu osado honrando el amor, nada menos. Casi un mea culpa, evocativo, envuelto en el arca de la genuina pureza.

“Alimentada por el combustible de la avidez espiritual y la cocaína, era capaz de pasarme tres días despierta leyendo un libro. Después volvía a mi casa, y al día siguiente me sentía un monstruo. Culpable, afeada por la droga, completamente sola. Necesitaba un mes para recuperarme.”

Un bólido llameante que se desliza en los rieles del desasosiego, lo eventual y lo azaroso, rompiendo esquemas. Éste es el mérito. Por ello el libro se lee de un tirón. Además del coprotagonista principal, Charly García, deambulan por el volumen León Gieco, Miguel Grinberg, Nito Mestre, Miguel Mateos, Sui Generis, Porsuigieco, los desconocidos de siempre, y todos los que llenaron de temblor aquel período dorado; tampoco faltan los libros marciales de entonces, como Rayuela, Bradbury… Además, hay pensiones baratas, días buenos, días malos, luchas, hijos, perfidias, desquites, arrepentimientos, incertidumbres, confusiones, limitaciones, expiaciones, historias ineludibles, algunos infiernos, mucha integridad, y el enorme esfuerzo de una mujer sola y con agallas sobreviviendo en los inicios del rock nacional. Fenomenal aventura la de estas carillas, cargadas de tanta inteligencia y sensibilidad…