Desde el 16 de junio de 1994 la vida de Isabel Vergara cambió para siempre. Salió del barrio La Floresta, en Paraná, para buscar a su hijo Martín Basualdo, de 19 años, y a su amigo Héctor Gómez, de 22. Tres décadas después, sigue con la esperanza de que alguien cuente qué pasó. Al cumplirse este nuevo aniversario, se organizó un abrazo a esta madre y a su lucha que reunió a integrantes de organizaciones sociales, de derechos humanos, partidos políticos, abogados de la causa y contó con la visita de Miriam Medina y Stella María Cerda, que forman parte de Madres en Lucha. La cita, que consistió en una ronda de mates y micrófono abierto, fue en el patio de la Asociación Civil Barriletes, en la capital entrerriana.
“Yo era una mujer de barrio, estaba siempre en mi casa con mis hijos, tenía seis. Cuando desapareció Martín no sabía que hacer, salí a la calle como toda madre hasta que empecé a conocer gente buena de corazón”, contó Isabel en el inicio de los discursos. “Pasé de todo, paraban el patrullero delante de mi casa. Casi todos los días me veían en Tribunales o Casa de Gobierno, me conocían tanto que hasta me daban café”, agregó. Un día, una mujer que trabajaba como ordenanza en la Casa de Gobierno le dio unas fotos que encontró en la basura: eran de su hijo y su amigo, golpeados, ensangrentados, con la cara hinchada. Habían sido vistos por última vez en la Comisaría 5°. “Ahí empecé mi lucha, sabiendo que fue la policía”, recordó. “Siempre seguí buscando. Quieren que una se muera y que ahí termine todo, pero sigo esperando que alguien se digne a hablar. Y sigo de pie por toda la gente que me ha acompañado durante estos años”, sostuvo la mujer, que se convirtió en referente de la lucha contra la violencia institucional.
El caso de Héctor y Martín no es el único vinculado a violencia o gatillo fácil adjudicado a la Policía de Entre Ríos. Solamente en Paraná, en los años noventa se conoció la desaparición de Marcelo Totín Pérez --cuyo cuerpo fue encontrado-- y luego ocurrió la de Elías Gorosito. Los hechos de abuso policial suelen agravarse en contextos de crisis social, política y económica, por lo que a esa lista se suman las muertes de Romina Iturain, Eloísa Paniagua y José Daniel Rodríguez en diciembre de 2001. Más cerca en la línea tiempo se ubica el asesinato por la espalda de Gabriel Gusmán en 2018 y la reciente muerte por asfixia en condiciones de detención de Ariel Goyeneche, el 12 de febrero de 2024, con Néstor Roncaglia como ministro de seguridad del gobernador Rogelio Frigerio.
Además de los casos de muertes en comisarías de la provincia, denunciados por la Red de Organismos de Derechos Humanos de Entre Ríos (RODHER), se inscriben los de gatillo fácil en otras localidades: Iván Pérez, asesinado 2019 en Gualeguaychú; Miguel Varela en Concordia, ese mismo año; y Sebastián Briozzi, en Concordia, en 2016.
La lucha colectiva
Miriam Medina, madre de Sebastián Bordón, asesinado en 1997 en Mendoza, tomó la palabra y señaló: “Nos vamos muriendo de pena las que no tenemos justicia; pero aquellas que obtuvimos un poquito de justicia le damos fuerza a la que tenemos a la par, que padece lo mismo que nosotras. Hay que tener en cuenta que las víctimas son nuestros hijos, sobrevivimos a este dolor y lo llevamos a cuesta toda la vida. Una saca fuerzas que salen desde el amor, desde el útero de la madre”.
El dolor se transforma en lucha, sintetizó Medina: “Hay que acompañar cada lucha del pueblo, por la universidad, por el trabajo, contra este gobierno nefasto que tenemos. Acá es un cuerpo a cuerpo contra el fascismo, las cosas no tienen otro nombre, y esto se va a agudizar porque hay vía libre para seguir matando, desapareciendo, asesinando a los pibes y pibas de nuestras barriadas, pero también a los que luchan”. Stella Maris, tía de Ezequiel Demonty y madre de David Orona, puso el énfasis en la continuidad de las prácticas policiales entre democracia y dictadura: “En la policía nunca se cambió la fuerza que enseñaba. La policía que entra va aprendiendo la misma metodología”.
Clarisa Sobko, integrante de HIJOS Regional Paraná, destacó la importancia del acompañamiento colectivo: “grupalmente y organizadamente con objetivos y metas sostenidas en el tiempo, es mejor. En estos momentos donde la lucha cuesta mucho más y nos amargamos con lo que sucede en el país, tenemos que estar más organizados”. El padre de Clarisa, Pedro Miguel Sobko, fue asesinado el 2 de mayo de 1977 en un baldío de la ciudad de Paraná mientras intentaba escapar de sus secuestradores, que lo habían llevado a la Comisaría 5°, la misma señalada como responsable de las desapariciones de Héctor y Martín.
José Iparraguirre, abogado del caso Gómez y Basualdo desde los años noventa, comentó: “Hay personas que son realmente excepcionales, como es el caso de Isabel, que se pudo sobreponer al dolor de la pérdida de un hijo y pudo traducirlo en lucha colectiva. En cada una de las luchas, diversas, que tuvo el movimiento de derechos humanos, Isabel estaba al frente. Y ponía el cuerpo y sufría ella y su familia la represión, no solamente de la policía, sino también del poder judicial”.
Además, estuvo presente Catalina Brasseur, novia de Ariel Goyeneche, quien murió asfixiado frente a la comisaría 2da. en febrero pasado: “Renueva fuerzas, energía. Es importante acompañarnos”, dijo. “No me imagino si cuatro meses duelen tanto, lo que es una vida transitando esto. Hay que colectivizar la memoria para que no siga pasando”, concluyó mientras abrazaba a Isabel.