Un clima de época invade las siete salas que se reparten en los tres pisos de la galería Nora Fisch. Con un montaje museístico –que incluye una sala donde se despliega material de archivo–, la atmósfera condensa un momento de nuestra historia que marcó al arte nacional. Se trata de la Colección Alejandro Ikonicoff: Obras y documentos de los 2000, con curaduría de Alejandra Aguado. A ritmo vertiginoso, es posible encontrarse con joyas que marcaron la escena de aquellos años. La colección refleja una buena parte de la producción de la generación que emergió entre 1999 y 2012.
Las 150 obras exhibidas –que marcan una época cercana, de ebullición– tienen un precio de base y se venderán en modalidad de subasta extendida durante los dos meses que dure la muestra. Hay obras de las primeras exposiciones de Luciana Lamothe –nuestra representante en la Bienal de Venecia–, de Eduardo Navarro y de Diego Bianchi. También de Fernanda Laguna (co-directora de la galería Belleza y Felicidad), de Adrián Villar Rojas, Agustín Inchausti, Ariel Cusnir, Belén Romero Gunset, Bruno Dubner, Carlos Herrera, Cecilia Szalkowicz, Dani Umpi, Daniel Joglar, Débora Pruden, Diego de Aduriz, Diego Melero, Dudú Alcón Quintanilla, Eduardo Navarro y Ernesto Ballesteros, entre otros.
En tiempos recientes las instituciones artísticas han dedicado atención a la producción de los años noventa. Con esta muestra, la galería y la curadora se proponen iluminar las tendencias y actitudes surgidas en la década del 2000, tras la crisis de 2001 y el consecuente cambio de época, señalan desde la galería.
Ikonicoff comenzó a coleccionar arte a principios del nuevo siglo. Su colección se nutrió y apoyó el desarrollo de exhibiciones de artistas en espacios como Belleza y Felicidad, Appetitte, Beca Kuitca (de los años 2003-2005 y 2010-2011) y Boquitas Pintadas. En 2008, creó las Clínicas de Coleccionismo Federal, generando una red nacional de interesados en el coleccionismo de arte. En 2009, junto a Juan Cambiaso, creó el Premio en Obra, otorgado en el Barrio Joven de arteba.
Tras estudiar bajo, canto y producción musical, Ikonicoff anhelaba ser productor de música, pero, recuerda que todo se desmoronó como castillo de naipes cuando aparecieron los mp3. Por esos días, lo invitaron a una muestra en la galería Belleza y Felicidad. El sitio le impactó: sintió que allí se estaba conformando una comunidad y comenzó a hacer vínculos y amigos que devinieron “hermanos de la vida”. No sabía de arte, pero se formó viendo muestras a ritmo vertiginoso, preguntando con pasión sobre lo que descubría. En un contexto fuertemente emergente, Ikonicoff, desde la praxis, aprendió a mirar y valorar arte contemporáneo.
“A los tres años de esto me encontré con Leo Estol en la escalera de la vieja sede de la galería Ruth Benzacar. Él me contó que estaba un poco triste porque tenía que hacer una muestra en pocos meses y no tenía presupuesto. ‘Te banco la muestra y a cambio vos me das obra’, le dije”. Y así comenzó un “intercambio afectivo” que duró una década entre él y artistas en ese momento emergentes que luego consolidaron sus carreras.
Mediante ese canje, Ikonicoff formó el 70 por ciento de su colección, integrada por unas 700 piezas. La mayoría las conserva en su estampería; algunas obras apenas pudo verlas dos veces en su vida. Llegó a comprar muestras enteras de Lamothe y Bianchi para conformar un registro de época. “Hasta los 28 años quería ser parte de la música, que era lo que estaba a mi alcance y conocía. Fui a tres recitales por mes durante diez años, luego lo cambié por el arte: hoy voy a ver 20 muestras por mes desde hace 25 años”, cuenta.
Compró también obras que se exhiben en sala de Guillermo Faivovich, Guillermo Ueno, Irina Kirchuk, Javier Barilaro, Juliana Iriart, Juan Tessi, Lucio Dorr, Lux Lindner, Marcelo Galindo, María Guerrieri, Mariano Ullúa, Marisa Rubio, Martín Legón, Matías Duville, Max Gómez Canle, Máximo Pedraza, Miguel Mitlag, Mónica Heller, Nicolás Mastracchio, Raúl Flores, Rosa Chancho, Rosana Schoijett, Sofia Bohtlingk y Tomás Espina, entre otros.
Pero ya desde 2007 la situación en el mercado local empezó a cambiar. “Una vez que cerró Belleza y Felicidad, y la segunda tanda de artistas entró a la Beca Kuitca 2010, yo ya no podía bancar a nadie, ese fue el final. Pero antes, en 2007, empezó cambiar un poco la tendencia porque los artistas estaban más profesionalizados y lo que yo podía darles para la muestra no era significativo para el lugar en el que estaban en ese momento”, recuerda Ikonicoff, figura clave en la escena, quien apoyó a artistas con producción innovadora y experimental.
Ya en ese momento, las propuestas de producción que le llegaban le generaban una fuerte responsabilidad: estaba llevando adelante el 70 por ciento de las muestras que se hacían anualmente en Belleza y Felicidad, Appetitte, y las de la Beca Kuitca.
Gran parte de ese material preciado que marcó una época de salto al vacío se puede ver en Nora Fisch. El recorte curatorial incluye 150 piezas de artistas que aparecieron en escena con mucha energía y que renovaron radicalmente la escena local, signada por el fuerte lazo entre ellos mismos (muchos de ellos compartían proyectos, becas, clínicas, trabajaban de manera muy cercana). La colección de Ikonicoff logró reunir no sólo obras muy singulares, sino dar cuenta de un estado de época.
Hay en la mega exhibición dos espacios colectivos: en planta baja y en el subsuelo. Y, para los artistas que están representados en profundidad en la colección, se presentan cápsulas donde se exhibe obra temprana de Bianchi, Navarro y Lamothe. La idea fue seleccionar las obras que marcaron el inicio de una generación que estaba apareciendo en esos años en la escena de las artes plásticas en Buenos Aires. De Bianchi se exhibe el conjunto de dibujos digitales de su primera muestra individual en el ICI, en 2002, donde se vislumbra el germen fascinante de su producción posterior. También se presenta "Sólo lo feo es atractivo", una reversión sintética de la instalación Wikipedia que integró el Premio Petrobras 2007: se trata de un supermercado donde el artista se propuso manifestar todas las tendencias, procedimientos y recursos que se volvían recurrentes en esos años en su trabajo y en el de otros artistas de esa época. Esa obra significó para Bianchi el cierre de una etapa de trabajo.
De Navarro, hay una instalación que presentó en la primera edición de Currículum Cero, en 2002. También se exhibe un registro fotográfico y elementos de la acción "Fuerza y elegancia" (2007), realizada por el colectivo Rosa Chancho, que consistió en una fiesta diurna donde se bebió y comió bombones e incluyó un paseo en limusina por la ciudad.
“Es un arte con una estética muy fresca porque estos artistas no tenían la preocupación de continuar con una tradición artística muy particular ni con una técnica artística particular, sino trabajar con el mundo que tenían alrededor”, señala Aguado. Trabajaban con elementos del mundo cotidiano: todo tenía que ver con el mundo cercano, en algún punto plebeyo, desacralizado.
Una marca indeleble que los diferenció fue su valentía, “no pedían permiso”, señala la curadora. En este camino, no les ponían límites a sus ideas. Había una experiencia de radicalidad que les permitió llevar sus ideas a lugares insospechados de la práctica artística, con imágenes y operaciones novedosas. Y lo hicieron con economía de recursos y elementos simples de la vida cotidiana. Con operaciones sencillas lograron resultados inspiradores.
“El de ellos era un arte democrático –se creaba con los materiales y métodos que estaban al alcance, por lo general lo barato y artificial–, popular por la cercanía de sus imágenes y sagaz en su visión”, escribe Aguado en el texto curatorial. Crearon un circuito que tomó diferentes sitios: al mismo tiempo que salían a la calle exponían en las galerías más importantes. Expansivos, sin límites en los proyectos, crearon obras auténticas, “desde un lugar muy genuino de la producción”.
“Hay una economía también. Uno puede pensar la historia del arte a partir de los recursos a los que acceden los artistas. Las obras, en este caso, están hechas con algo muy cercano”, sostiene Aguado. No había una expectativa de grandes producciones en términos de realización, sino como un gran esfuerzo. Los elementos con los que se trabajaba eran los que estaban al alcance de la mano”. Con ellos crearon joyas.
Colección Alejandro Ikonicoff: Obras y documentos de los 2000 se exhibe en la Galería Nora Fisch, Av. San Juan 701. De martes a sábados, de 14 a 19. Hasta 20 de julio.